INTERREGNUM: Biden y la democracia india. Fernando Delage

Restaurar la relación con los aliados tradicionales es una de las prioridades de la política exterior del presidente de Estados Unidos. Así volvió a reiterarlo Biden a una audiencia europea en su intervención por video en la Conferencia de Seguridad de Munich el pasado fin de semana, como ha hecho igualmente en sus conversaciones con los socios asiáticos. Entre estos últimos, India es uno de los que cuentan con mayores expectativas: Biden, uno de los artífices del acuerdo nuclear civil firmado con Delhi en 2008, se comprometió durante la campaña electoral a estrechar las relaciones bilaterales, y en su administración hay cerca de una veintena de altos cargos de descendencia india (incluyendo la vicepresidenta, Kamala Harris).

La asociación estratégica con India se apoya en un amplio consenso mantenido en Washington desde hace casi dos décadas, por lo que no cabría esperar grandes cambios al haber un nuevo ocupante en la Casa Blanca. India se encuentra en el centro de la arquitectura que Estados Unidos desea para la región (le da incluso su nombre: Indo-Pacífico), y la cooperación en el terreno de la seguridad continuó avanzando bajo la presidencia de Trump. Pese a los iniciales titubeos indios con respecto a un alineamiento explícito con Washington, la transformación de la dinámica geopolítica regional causada por el ascenso de China ha conducido al gobierno de Narendra Modi—con el margen de maniobra que le proporciona una mayoría absoluta en el Parlamento—a calificar a Estados Unidos como un socio “indispensable”. Dicho eso, la dinámica interna de ambas potencias hará inevitables algunos reajustes.

La relación económica es crucial para India, cuyo PIB se redujo un 24 por cien en el primer semestre del año fiscal 2020-21 como consecuencia de la pandemia, la mayor caída en décadas (y una de las más graves registradas en el planeta). Delhi confía en que Biden elimine las sanciones comerciales impuestas por Trump, pero la Casa Blanca exigirá que se supriman las barreras que obstaculizan el acceso de las empresas norteamericanas al mercado indio.

 Mayor dificultad representa para Biden la regresión democrática que atraviesa India. La supresión de la autonomía de Cachemira, el constante asalto a las libertades civiles y las amenazas a la minoría islámica desde la reelección de Modi en 2019 fueron respondidas por Trump con el más absoluto silencio; una actitud que no puede compartir Biden, quien ha hecho de la defensa de la democracia uno de los pilares de su diplomacia. La relevancia geopolítica de India como socio impedirá, no obstante, condenar las violaciones de derechos humanos de la misma manera que lo hará cuando se trate de China o de Rusia, variables que también pueden afectar al desarrollo de las relaciones bilaterales.

Como Trump, Biden considera a China como un competidor estratégico. Al contrario que su antecesor, sin embargo, espera poder cooperar al mismo tiempo con Pekín en relación con problemas globales como el cambio climático o la proliferación nuclear. Un acercamiento entre ambos puede resultar una complicación para Delhi, cuya percepción de la República Popular vive el momento más bajo en décadas, y ha adoptado medidas dirigidas a reducir la interdependencia entre las dos economías. Rusia puede plantear un dilema aún más grave: mientras Biden endurecerá la posición de Estados Unidos hacia Moscú, la tradicional amistad entre este último e India—manifestada en particular en la compraventa de armamento—puede ser fuente de tensiones.

Pese a estos condicionantes externos, lo cierto es que la relación Estados Unidos-India nunca ha sido más fuerte: el contexto asiático y global apuntan a una creciente profundización, con independencia de quién sea presidente de Estados Unidos. Biden ofrece a Delhi una oportunidad para superar las dificultades comerciales y elevar la cooperación en defensa. Al mismo tiempo, sin embargo, el deterioro de la democracia india puede perjudicar de manera aún incierta esa trayectoria positiva.

Un año de Covid-19 y aún sin respuestas (II) Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada esta columna hacía un recuento del origen del Covid-19 en Wuhan, el magnífico desarrollo de las vacunas en tiempo récord y como este desarrollo es una revolución en los laboratorios y la industria farmacéutica. Y cómo, a pesar de llevar ya más de un año lidiando con el virus, no hemos sido capaces de neutralizarlo y ni siquiera hemos tenido acceso a toda la información para poder determinar el origen de este. En busca de esas respuestas la OMS envió una delegación a Wuhan que visitó todos los lugares en los que supuestamente tuvieron lugar los primeros contagios, incluido el polémico mercado de animales y el laboratorio del que se ha especulado pudo haber escapado el virus.

Las autoridades chinas manejaron con extremo cuidado la visita, intentaron mantener a la prensa alejada de los delegados, incluso la misma delegados mantuvieron silencio absoluto durante los 12 días que duró la inspección, hasta que finalmente en la rueda de prensa del final de la visita daban su conclusión que no aportaba muchos más datos de los que previamente se conocían.

Sin embargo, Peter Ben Embarek concedió una entrevista a Nick Paton Walsh -CNN- una vez fuera de China, en la que admitía que habían encontrado varios signos de propagación en 2019 y que ya en diciembre había más de doce cepas del virus en Wuhan. Lo que coincide con las teorías de muchos científicos de que la propagación tuvo que darse mucho antes de lo que el gobierno chino reportaba en su momento.

Una vez en territorio suizo, Embarek decía con estas palabras: “El virus circulaba a lo largo y ancho de Wuhan en diciembre”, lo que es un nuevo hallazgo pues de acuerdo con las autoridades el primer paciente y por consiguiente el primer brote fue registrado el 8 de diciembre según datos que les fueron suministrados a la delegación. Así mismo decía que era muy posible que el número de casos a finales del año 2019 fuera mucho mayor a las cifras proporcionadas por las autoridades chinas.

Con el material genético de diciembre del 2019 en mano se podría tener la primera gran evidencia que respaldaría la teoría de la existencia del virus previo a lo que el gobierno chino ha sostenido repetidamente. Sin embargo, también está la posibilidad de que efectivamente el virus estuviera circulando mucho antes, incluso sin haber sido detectado como una variante de la familia del coronavirus.

Embarek dijo que se han encontrado doce cepas del virus diciembre, lo que le hace pensar a la delegación que el virus debió haber estado circulando más tiempo del sostenido por los virólogos chinos.

El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca Jake Sullivan decía una semana atrás que nunca antes una misión de la OMS había sido tan importante, refiriéndose a las conclusiones que arrojaría. Aprovechó para manifestar el apoyo de la Administración al rigor científico de quienes allí laboran, razón por lo que una de las primeras acciones de Biden fue revertir la decisión de Trump de salirse de la misma. Aprovechó para decir también que regresan esperando altos estándares, sobre todo en este crítico momento en que la OMS debe proteger y priorizar su credibilidad, apuntando indirectamente a la situación que se vivió en enero y febrero del año pasado, cuando el mundo se tambalea buscaba respuestas a lo que aún no se comprendía y el director general de la OMS aprovechaba para dar declaraciones en las que parecía más bien de un portavoz del Partido Comunista China alabando la respuesta del PC chino y del propio Xi Jinping frente al Covid-19.

Las palabras de Sullivan son claves en el contexto actual porque mandan un mensaje de respeto a las autoridades que trabajan en la OMS, cuya reputación se ha visto afectada por la polémica que ha envuelto la pandemia, pero también en parte a las duras críticas de la Administración Trump que con razón dejó en tela de juicio el comportamiento de la organización. Pero sus declaraciones son igualmente relevantes porque Washington parece estar tomando el timón del barco internacional, y para hacerlo nada mejor que hacerlo desde dentro, como miembro importante de la organización y además como el mayor financiero, pues para mantener a flote un gran número de programas internacionales de vacunación, seguimiento y erradicación de enfermedades, educación sexual entre otros, esos recursos económicos son esenciales.

La retórica de la Administración Biden dista mucho de la administración anterior, y sí es momento de mejor retórica, pero también de más acción. Biden debería aprovechar muchas de las acciones impulsivas de Trump y revertirla de manera que prevalezcan los valores occidentales en el mundo. Mientras propone regresar a la organización puede exigir más a los otros países, bien sea en ayudas o en compromisos sobre todo después de que China ha dejado ver su esencia, su falta de transparencia en una crisis de esta envergadura y el peligro que es para occidente que la producción de materias primas estén en sus manos, como por el ejemplo el material médico, ingredientes activos de medicamentos o para reactivos de laboratorios.

Biden tiene una oportunidad de oro en este momento para retomar el liderazgo de los Estados Unidos en la OMS, mientras China sigue promocionando teorías sin fundamentos del virus y envía a sus cancilleres a hacer una diplomacia de vacunas por el mundo.

La fusión nuclear: la nueva fuente de energía. Ángel Enriquez de Salamanca Ortiz

La energía de fusión es la que se produce en las estrellas, el Sol quema 600 millones de toneladas de hidrógeno cada segundo. De toda esta cantidad, solo una pequeña parte se transforma en energía, aproximadamente 1020 kilovatio hora. Semejante cantidad es 1 millón de veces la energía que se consume en la Tierra durante todo un año. Energía limpia y segura que el Sol genera en tan solo 1 segundo.

Dada la contaminación que hay hoy en día en nuestra atmósfera por el uso de combustibles fósiles o el uso del carbón, la búsqueda de energías alternativas y limpias está entre las prioridades de los países desarrollados.

La energía solar, eólica o hidráulica son energías limpias pero, a día de hoy, tienen el inconveniente de que no existen baterías suficientemente desarrolladas para almacenar grandes cantidades de este tipo de energía.

En la actualidad la energía de fisión, en las centrales nucleares, pueden generar energía limpia y respetuosa con el medio ambiente pero genera residuos muy radiactivos y en grandes cantidades, como las barras de combustible, el uranio, plutonio, cesio y otros residuos que no tienen tratamiento, por no hablar de los riesgos de seguridad, como los incidentes de Fukushima en 2011 o en Chernóbil en 1986. Además, en caso de desmantelamiento, las tuberías, paredes, la tierra y otros elementos también son altamente radiactivos, hechos que generan preocupaciones en la comunidad internacional actualmente.

La fusión nuclear es una energía, a día de hoy, poco desarrollada pero también es una fuente inagotable y limpia, y su principal ventaja respecto a la energía de fisión es que no genera residuos de forma intrínseca. El principal problema de este tipo de energía es que se necesitan cientos de millones de grados centígrados para que se produzca la reacción nuclear. Los reactores nucleares de fusión requieren como combustible los isótopos del hidrógeno: deuterio y tritio, este último muy escaso en La Tierra (se estima que solo hay 20kg), aunque podría obtenerse a partir del litio. El helio-3 podría sustituirse por el Tritio, pero el problema radica en su escasez en La Tierra, pero no en la Luna.

Por estos motivos, no es de extrañar que las grandes potencias como China, Corea del Sur, la Unión Europea o Estados Unidos estén intentando desarrollar esta tecnología.

En la actualidad, Corea del Sur es el país que más ha avanzado gracias a su KSTAR (Korea Superconducting Tokamak Advanced Research), que ha logrado mantener estas temperaturas durante 20 segundos. Un periodo de tiempo pequeño, pero hay que tener en cuenta las altas temperaturas que se requiere para generar energía y que, solo unos años antes, apenas se consiguió llegar a los 2 segundos.

China es el país más contaminante del mundo, ha basado su crecimiento en las últimas décadas en el carbón y el petróleo, y cada año se abren nuevas centrales, pero hay que matizar que China es el país que más invierte en energías renovables del mundo, solo el año pasado sumó 133 GW a su capacidad energética, pero hay otros ejemplos, los esfuerzos del gigante asiático para dejar de depender de los combustibles fósiles y ser autosuficiente con las energías renovables, como el Parque Eólico de Gansu o los kilómetros y kilómetros de paneles solares en el desierto del Gobi.

Pero en China no solo se están desarrollando proyectos relacionados con energías renovables. Aunque ha comenzado tarde en el desarrollo de la fusión nuclear, el pasado mes de diciembre puso en funcionamiento su reactor de fusión Tokamak HL-2M, un reactor que logra alcanzar temperaturas de 150 millones de ºC y que abre puertas para investigaciones futuras de la física del plasma, aunque el objetivo final del Partido Comunista Chino es lograr que este tipo de energía, limpia y segura, se pueda producir de manera comercial en el año 2050.

En Estados Unidos, el programa INFUSE pretende entender, a través del estudio del plasma, el funcionamiento de la materia a temperaturas muy altas con el fin de desarrollar una fuente de energía de fusión.

Replicar al Sol en La Tierra no es tarea sencilla, por eso el programa ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor) pretende desarrollar este tipo de energía y comercializarla, un programa con sede en Cadarache (Francia) que pretende alcanzar 150 millones de ºC con el objetivo de generar su primer plasma en el año 2025 y 500 megavatios de energía. Un proyecto conjunto entre las grandes potencias del mundo, que representan el 80% del PIB mundial y el 50% de la población: China, La Unión Europea, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos. Nadie quiere quedarse rezagado en el desarrollo de esta energía limpia y sostenible.

El programa ITER ha logrado grandes avances gracias a la colaboración internacional, demostrando que es posible superar los problemas ocasionados por los intereses nacionales o políticos, un proyecto que podría servir de catapulta, no solo para generar energía limpia, sino también para otros proyectos conjuntos entre las naciones. La energía de fusión nuclear es segura, limpia y evita la proliferación de armas nucleares al no necesitarse plutonio ni uranio.

F4E (Fusion For Energy), es una organización de la UE que supervisa las aportaciones al ITER, cuenta con 400 empleados y con sede en Barcelona (España), además trabaja con empresas y organizaciones que proporcionan infraestructura para el programa, así como proyectos de I+D de fusión.

Hasta hoy, ninguna central de fusión ha logrado mantener estas elevadas temperaturas durante periodos de tiempo largos, ni tampoco se ha conseguido aprovechar la energía obtenida, pero, como ya hemos dicho, replicar el Sol en La Tierra no es fácil, esperemos que la acción conjunta entre las grandes potencias dé sus frutos y se pueda comercializar esta energía en las próximas décadas.

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@angelenriquezs

Alianza trasatlántica sí, pero…

La conferencia anual sobre política de seguridad internacional de Munich, este año con protagonismo del nuevo presidente de EEUU, Joseph Biden, ha sentado las bases del reforzamiento de los lazos trasatlánticos tras los roces entre Donald Trump y la UE. A la cabeza del discurso de reforzamiento de estos lazos, desde el lado europeo, han estado Francia y Alemania, la principal potencia militar y la principal potencia económica de la Unión tras la salida de Gran Bretaña.

Sin embargo, debajo de los discursos formales han una realidad que a veces queda oscurecida. Biden ha planteado las tres principales exigencias de EEUU: forjar una alianza contra el desafío de China, ser más exigente frente al creciente autoritarismo de Rusia y sus desafíos estratégicos en Europa y aumentar el gasto militar y de defensa europeo, hasta ahora apoyado en el presupuesto de los Estados Unidos; y estas tres exigencias son las mismas que planteaba Trump, aunque éste con malos modos y con menos énfasis en el factor ruso. Tanto Francia como Alemania han aceptado este marco y el aumento de gasto, pero este es un compromiso ya expresado en el pasado sin que se haya hecho realidad y esto crea cierta desconfianza en Estados Unidos. Hay que resaltar que coincidiendo con esta cita, buques de la Armada Francesa han hecho presencia en zonas marítimas del Pacífico en las que China exige exclusividad desafiando los tratados internacionales y la libre circulación.

Parece evidente que la nueva Administración estadounidense, por cultura, por tradición y por evidentes razones históricas y de interés común quiere alejar cualquier duda sobre los lazos estratégicos con la Europa democrática pero este concepto no es compartido homogéneamente por los socios europeos entre los que algunos preferirían ser una tercera vía entre EEUU y China o Rusia.

Y no hay que perder de vista las advertencias de Biden sobre el riesgo de deterioro de las instituciones democráticas que suponen los movimientos populistas a uno y a otro lado del Atlántico y detrás de algunos de los cuáles parece estar Moscú.

Además, EEUU quiere reforzar alianzas con sus aliados tradicionales en Asia, en lo que va a ganar protagonismo India, como analiza nuestro colaborador Fernando Delage, y Europa está ausente de aquella zona a pesar de la reciente exhibición de pabellón por parte de París que, por otra parte, está desarrollado una activa política diplomática y militar en otra zona tensa como es el mediterráneo oriental. A Europa se le acaba la coartada Trump y asumir sus compromisos.

Un año de Covid-19 y aún sin respuestas, Nieves C. Pérez Rodríguez

El mundo lleva más de un año lidiando con el Covid-19. El 12 de enero de 2020 Beijing confirmaba su primera víctima por Covid-19 y días más tarde decretaba cuarentena en Wuhan, epicentro del brote, mientras China negaba que había habido víctimas a finales del año 2019, eliminó toda evidencia de las redes sociales y persiguió a los periodistas y sanitarios que habían publicado evidencias sobre la aparición del virus en las primeras semanas. Todos estos elementos levantaban inquietud y desconfianza en los primeros meses de 2020. La respuesta de Beijing era de contraataque con teorías conspirativas del virus y alimentar la idea de que el virus fue exportado desde otro país y que ellos eran víctimas y no encubridores del mismo.

Un año marcado de principio a fin por la pandemia que, a pesar de tantos aspectos negativos, ha conseguido un avance sin precedentes en la creación de vacunas en tiempo récord. La innovación sin precedentes que en sí misma es este desarrollo, pues las vacunas de Pfizer y Moderna han sido desarrolladas utilizando una tecnología mensajera que transmite el código genético a las células, una receta para producir la proteína del virus. Estas proteínas fueron creadas con instructivos que activan el sistema inmunológico, enseñándole a ver la proteína del SARS como extraña y a desarrollar anticuerpos y otras armas inmunitarias con las que combatir el virus, según los expertos. Toda una revolución científica en la materia.

Con estadísticas de contagio en el mundo por encima de los 100 millones de personas y los más de 2.4 millones de víctimas fatales en el mundo -de acuerdo con John Hopkins- el gobierno chino sigue sosteniendo sus teorías sin mayores fundamentos.

La OMS envió a finales de enero a un grupo de expertos a estudiar in situ el origen del Covid-19 y tratar de esclarecer todas las interrogantes que han surgido sobre el origen del virus. Durante la visita a Wuhan se visitaron hospitales, laboratorios y mercados, incluido el mercado de Hunan de frutos del mar en el que se sabe se vendían animales exóticos de todo tipo, incluidos aquellos prohibidos por razones sanitarias, y el Instituto de virología y el centro de control de enfermedades de Wuhan.

Fue una visita curiosa pues desde el comienzo se manejó con mucho secretismo, lo que originó que los periodistas se mantuvieran persiguiendo a los delegados para poder determinar sobre la marcha a donde se estaban desplazando y que lugares estaban visitando. Muchos corresponsales tuvieron que permanecer toda la noche en las afuera del hotel donde estuvo alojada la delegación para poder seguirlos en cuanto salieran por la mañana. Otra peculiaridad es que no se permitió acceso a la prensa durante los 12 días de visitas a ningún sitio, por lo que las imágenes que hemos podido ver son fruto de la inventiva y la creatividad de los fotógrafos, que valga decir fueron hostigados por la policía china allá donde llegaban y persuadidos a abandonar la cobertura.

Sólo hubo una rueda de prensa oficial que tuvo lugar final de la gira, en ella el jefe de la delegación, el Dr. Peter Ben Embarek, indicó que los hallazgos apuntan a que es extremadamente improbable la teoría de que el patógeno saliera de un laboratorio de Wuhan, mientras corroboraban la hipótesis del paso del virus de un animal al ser humano a través de una segunda especie como la teoría más probable. También dio como probable que el primer animal haya sido un murciélago, pero admitió no saber cual pudo haber sido el segundo animal en la cadena.

El New York Time informaba de que los investigadores dijeron que los desacuerdos sobre los registros de pacientes eran tan tensos entre los científicos de la delegación y los chinos que a veces acabaron a gritos. El hecho es crítico para avanzar en una investigación científica. “Los funcionarios chinos instaron al equipo de la OMS a aceptar la narrativa del gobierno chino sobre el origen del virus incluida la teoría de que el virus llegó a China desde el extranjero, pero a esto los representantes respondieron que se abstendrían de emitir juicios sin datos”.

Si tomamos como referencia que se tardó más de diez años en encontrar los orígenes del SARS, o que el Ébola fue detectado en la década de los setenta y aún se desconoce el origen, es muy probable que nunca se sepa exactamente como se originó el Covid-19, en especial si su origen efectivamente fue en China, y las propias autoridades locales no han compartido la información inicial de manera trasparente.

Por su parte, los Estados Unidos, bajo la nueva Administración Biden, están concentrando grandes esfuerzos en el plan de vacunación masiva y en asegurar medidas y protocolos de carácter obligatorio, que a pesar de sorprender después de estar en esta situación por tanto tiempo, en este país cada Estado junto con sus autoridades ha ido determinando qué hacer y cómo manejar la pandemia de manera independiente del gobierno federal. Aparentemente los servicios de inteligencia tienen información que culpa a China de haber bloqueado información sobre el virus, pero la Administración Biden ha decidido evitar confrontación de momento hasta ver cómo se establecen las relaciones bilaterales.

Mientras tanto Beijing ha afirmado tener su propio plan de vacunación del que no sabemos muchos detalles, aunque se haga gala de éste. Pero lo que si sabe es que han planificado milimétricamente en convertirse en los salvadores de los países más pequeños, especialmente de sus vecinos.

Durante los últimos meses de 2020 y lo que va de este año, el ministro de exteriores chino -Wang Yi- se ha dedicado a visitar cada país del sureste asiático con la excepción de Vietnam. Todos esos viajes se llevaron a cabo durante los días de mayor enredo y conmoción política que ha vivido Estados Unidos en su historia reciente. Mientras en Washington se navegaban las turbias aguas post elecciones Wang era recibido en cada una de estas naciones con la esperanza de poder recibir ayuda que permita a estas naciones a hacer frente a la crisis del Covid-19, sobre todo con la imperiosa necesidad de obtener vacunas. China astutamente ha respondido a ese llamado enviando a su ministro de exteriores para desarrollar una diplomacia de vacunas en la región ante la ausencia de Washington.

Ha pasado más de un año de esta trágica situación que ha obligado al mundo entero a ajustar sus modos de vida a la nueva realidad, que ha interrumpido la economía mundial y que mantiene en incertidumbre a los gobiernos del mundo intentando ejecutar medidas paliativas mientras los esfuerzos por conseguir las vacunas van ganando mayor apoyo. Todo parece indicar que en el país que consiga inmunizar al menos el 80% de su población podrá ganarle la batalla a la pandemia, no porque consiguió pasar la pandemia sin muchas víctima sino porque esos serán los países que podrán continuar mirando hacia adelante, priorizando sus economías, reactivando mucho de sus sectores, y digo muchos porque hay sectores como el turísticos por mucho tiempo seguirán afectados, pues la libertad de movimiento continuará limitada hasta que el Covid-19 sea una de las enfermedades totalmente controladas y su vacuna sea parte rutinaria de la inmunización de la población del mundo.

INTERREGNUM: El desafío norcoreano de Biden. Fernando Delage

El 10 de febrero, mismo día que el presidente de Estados Unidos mantuvo su primera conversación telefónica con su homólogo chino, Xi Jinping, tras su toma de posesión, Biden también anunció su primera medida en relación con la política a formular hacia la República Popular: la constitución de una “task force” en el Pentágono que, en un plazo de cuatro meses, revisará los conceptos e instrumentos de la estrategia norteamericana en el Indo-Pacífico.  Resulta llamativo que sea en el departamento de Defensa, y no en la Casa Blanca o en el departamento de Estado donde comiencen los esfuerzos de reajuste. El desafío chino de Estados Unidos es económico, tecnológico y diplomático antes que militar. Por otra parte, distintos factores confirman a China como un reto que va mucho más allá de las relaciones bilaterales entre ambas potencias. Si el golpe de Estado en Birmania ha sido uno de esos hechos a los que no se puede responder sin incluir a Pekín en la ecuación, otro no menor es Corea del Norte.

Biden no mencionó a Corea del Norte en su primer discurso sobre política exterior, el 4 de febrero, pero unos días más tarde el portavoz del departamento de Estado reiteró el compromiso de Estados Unidos con la desnuclearización de la península. Se indicó asimismo que, en coordinación con los aliados, éste era otro asunto sujeto a revisión. Trump mantuvo hasta tres encuentros con el líder norcoreano, Kim Jong-un, sin que este último cediera lo más mínimo en sus ambiciones nucleares. Es más, a mediados de enero, coincidiendo con el cambio en la Casa Blanca, Corea del Norte celebró el 8º Congreso del Partido de los Trabajadores de Corea (el segundo celebrado en las últimas cuatro décadas); ocasión en la que el líder supremo anunció la rápida modernización tecnológica de sus capacidades nucleares, con el fin—dijo—de afrontar la creciente hostilidad norteamericana. Todo parece indicar que Pyongyang toma posición de cara a una posible negociación con Washington, lo que puede incluir la reanudación de las pruebas de misiles como en 2016 y 2017. Evitar una nueva crisis en la península es en consecuencia una cuestión urgente que Biden debe atender, y de la que no puede dejar a China al margen.

Al contrario que Trump, Biden y sus asesores no creen que Corea del Norte vaya a renunciar a su armamento nuclear. La cuestión es si un enfoque de mayor flexibilidad sobre las sanciones económicas puede conducir al Norte a restringir su programa militar. El nombramiento de Wendy Sherman, la responsable del acercamiento a Pyongyang durante la última etapa de la administración Clinton, como número dos del departamento de Estado, permite apuntar a ese intento de pragmatismo que coincide, por otra parte, con las preferencias de Pekín. China querría cooperar con Estados Unidos sobre el problema nuclear norcoreano, pero espera, no obstante, que se produzcan los primeros movimientos de Biden. La dificultad para Washington es cómo encontrar el equilibrio adecuado entre presión e incentivos, sin que transmita una percepción de debilidad por el simple hecho de hablar con Pyongyang. Hacerlo en un contexto de confrontación con la República Popular agrava el dilema. Mientras toma cuerpo la política norcoreana de la Casa Blanca, China continuará consolidando su influencia sobre los asuntos de la península.

THE ASIAN DOOR: TikTok 1, Facebook 0, la geopolítica dixit. Águeda Parra

El sector de Internet está viviendo un momento de importantes cambios. No son pocos los temas que están protagonizando la transformación de lo que terminará conociéndose como una nueva generación en el proceso de madurez de las tecnológicas en los mercados internacionales como players globales, no sólo en cuestión de tecnología.

Mientras la incorporación de las nuevas tecnologías en los procesos productivos está comenzando a tomar ritmo gracias a los despliegues de la nueva tecnología 5G a nivel mundial, se producen a la vez otro tipo de cambios que están afectando a la definición de los ecosistemas tecnológicos que se están desarrollando. En el trasfondo de este cambio están los modelos en materia de regulación de las grandes tecnológicas que están abordando los tres grandes polos tecnológicos actuales, que no son otros que Estados Unidos, Europa y China.

La regulación avanza en estos polos tecnológicos con un ojo puesto en la geopolítica. Sin embargo, mientras se avanza en la definición de cuál debe ser el marco que establezca hasta dónde puede llegar el poder que han alcanzado los titanes tecnológicos en estas últimas décadas, estos grandes players mundiales mueven pieza. Se trata de seguir imponiendo sus propios modelos de desarrollo tecnológico mientras la regulación lo permita. Y en esto está la estrategia que ha lanzado TikTok sobe Facebook en su propio campo de juego.

Entre las plataformas de redes sociales, TikTok ha experimentado uno de los mayores crecimientos durante 2020, vetos aparte. Entre ellos figura el giro dado por India, que en junio pasado impuso la prohibición de operar en su mercado a 59 aplicaciones chinas entre las que se encontraba la famosa aplicación de vídeos TikTok, que contaba con más de 120 millones de usuarios. Con este movimiento, Estados Unidos se ha convertido en el mercado más importante fuera de China para TikTok, alcanzando casi los 66 millones de usuarios a cierre de 2020, según eMarketer. Esto supone que casi una quinta parte de la población de Estados Unidos es usuaria de la aplicación más famosa de compartición de vídeo, embajadora del Designed in China.

En tiempos de la administración Trump, la presión sobre aplicaciones y proveedores de origen chino atravesó un carrusel de continuos vetos con el objetivo de frenar su operativa en el mercado doméstico, a la vez que se ejercía influencia diplomática para ampliar esta misma narrativa en los mercados internacionales. En el caso de TikTok, la estrategia para permitir que operara en Estados Unidos pasaba por generar un acuerdo que dejaba a ByteDance Ltd., propietaria de la aplicación TikTok, con el 80% de una nueva empresa denominada TikTok Global, pasando el 20% restante a manos de Oracle Corp. y Walmart Inc..

El tiempo pasa y la geopolítica evoluciona, y el momento actual está del lado de TikTok en un tema que es más una cuestión de poder que de tecnología en el conflicto que enfrenta a Washington y Pekín en los últimos años. El hecho de que un tribunal federal de Estados Unidos haya paralizado la prohibición de descargar TikTok de las tiendas de aplicaciones del país, así como la transición hacia la administración Biden, favorecen que la empresa china mantenga su expansión en el mercado norteamericano.

¿Su estrategia? Incorporar facilidades de e-commerce en TikTok para competir con Facebook. Con una penetración entre las redes sociales del mercado norteamericano de casi el 20%, la potencialidad del e-commerce de China desembarcará en Estados Unidos de la mano de TikTok. Y eso es mucho potencial.

El test de Vietnam

Vietnam, el Partido Comunista gobernante en Hanoi, acaba de aprobar un nuevo Plan Quinquenal, la hoja de ruta de desarrollo económico para los próximos cinco años. A pesar del intervencionismo inherente al concepto de economía dirida y planificada, Vietnam sigue impulsando medidas de apertura de mercado y de garantías en un plan de lucha contra la corrupción. El país sigue en una estrategia de delicado equilibrio entre China y Estados Unidos, tratando de atraer inversiones de todas partes y de aprovechar el mercado internacional.

En este contexto, el golpe militar de Birmania avanza una desestabilización regional con protagonismo chino que puede alterar el crecimiento y los planes económicos además de poner más dificultades en las relaciones entre Washington y Pekín. Hanoi no mantiene buenas relaciones con China, por razones históricas y estratégicas. No debemos olvidar que tras la guerra de Vietnam contra Estados Unidos, el régimen vietnamita sostuvo enfrentamientos armados con Camboya y China, a pesar del comunismo compartido.

El padrinazgo chino no es bien tolerado en los países del sureste asiático, a pesar de la existencia de importantes colonias chinas en sus territorios y de las inversiones procedentes del gigante continental. Además, China y Vietnam mantiene una disputa sobre la soberanía de territorios insulares del Mar de la China. En una reciente gira política del ministro chino de Exteriores, Vietnam fue el único país de la región no visitado.

Así, Vietnam, con un nivel de crecimiento apreciable y no muy afectado por la pandemia, está ante una coyuntura tensa: atenuar la corrupción, abrirse más al libre mercado y mantener su etiqueta oficial de comunismo, reforzar sus sorprendentes buenas relaciones con Estados Unidos y no enojar demasiado a Pekín. Un test para Hanoi y para toda la región.

INTERREGNUM: Tras el golpe en Birmania. Fernando Delage

El golpe del 1 de febrero en Birmania, sólo horas antes de la prevista inauguración del Parlamento resultante de las elecciones del pasado noviembre, puso fin a un proceso de transición política que no ha superado su primera década. La pretensión de las fuerzas armadas de compartir el poder con un gobierno elegido en las urnas—y la disposición de este último a aceptarlo—difícilmente iba a resultar sostenible en el tiempo, como los hechos han confirmado. Con todo, más allá de las causas puntuales de la intervención directa del ejército, lo ocurrido no puede separarse del contexto de regresión democrática que atraviesa el sureste asiático, ni de los efectos del ascenso de China.

La mayor parte de los analistas coinciden en que los generales nunca esperaron que la Liga Nacional para la Democracia (NLD), el partido de Aung San Suu Kyi, pudiera obtener en las últimas elecciones una mayoría aún más rotunda que la lograda en 2015. Estar en el gobierno no sólo no le ha desgastado, sino que la NLD se hizo con 396 de los 476 escaños del Parlamento (el 83 por cien del total, por encima del 70 por cien de los comicios anteriores). El grupo apoyado por los militares sólo consiguió 33 diputados. A esta humillante derrota se sumaba el temor a que, con esa mayor representación, la Cámara se dispusiera a recortar los poderes de las fuerzas armadas. La perspectiva de una transición completa a la democracia era un escenario que nunca iban a permitir estas últimas.

La fragilidad del experimento birmano con la democracia no ha sido, sin embargo, una excepción. El golpe es, en efecto, un nuevo reflejo de la persistencia estructural del autoritarismo en la región. Pero como sus homólogos en Tailandia, por ejemplo, también los generales birmanos afrontan a partir de ahora el desafío de cómo redefinir su papel político. La promesa de convocar elecciones en un año es un recurso vacío frente a una sociedad que, al igual que la tailandesa, ha disfrutado pese a sus peores índices económicos de una libertad antes desconocida. Gracias en buena medida a la revolución digital y las redes sociales, los birmanos han adquirido una conciencia de sus derechos y una voluntad de participar en la vida pública que no va a desaparecer. El riesgo de una creciente inestabilidad—agravado por la extraordinaria polarización étnica y religiosa del país—es por tanto considerable.

El golpe, por otra parte, supone para el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, la primera prueba a que se ve sometida su intención de defender los valores democráticos y contrarrestar el atractivo del modelo político chino entre los Estados de su vecindad. Una complicación para Biden es que fue una administración demócrata, la de Barack Obama, la que tuvo un papel no menor en el inicio de la transición birmana, que a su vez condujo al levantamiento por Washington de las sanciones anteriormente impuestas a las inversiones en el país. Restaurar las sanciones no resultará fácil cuando otros socios—como Japón, India o distintos países de la ASEAN—han sido tibios en la condena del golpe dados los intereses en juego. Entre ellos pocos son tan relevantes, también para Estados Unidos, como la variable china.

La República Popular es el segundo mayor inversor en Birmania después de Singapur, con unos 21.500 millones de dólares, y representa un tercio del total del comercio exterior del país (diez veces más que Estados Unidos). Hace justo un año que Xi Jinping realizó una visita oficial (la primera en dos décadas de un presidente chino), y apenas un mes de la efectuada por el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, quien calificó a ambas naciones como “hermanas” y elogió la “revitalización nacional” emprendida por las fuerzas armadas. La reacción de Washington al golpe queda así sujeta, más que a factores internos, a la reformulación de laa estrategia integral hacia Pekín que debe acometer.

El Departamento de Estado: ¿la clave del retorno de América? Nieves C. Pérez Rodríguez

La nueva Administración Biden, en su segunda semana, hacía una visita al Departamento de Estado, una de las instituciones más golpeadas por la era Trump. El cuerpo diplomático se sintió dejado a un lado por la anterior Administración y el mismo Pompeo fue un personaje con poca aceptación interna entre los funcionarios de carrera. Al mismo tiempo, Trump ha sido el presidente que envió el menor número de diplomáticos de carrera al exterior en la historia moderna de los Estados Unidos y, además de eso, hubo una huida considerable de oficiales diplomáticos de alto rango durante los últimos cuatro años; de acuerdo con la Asociación Americana del Servicio Exterior, más del 13% de estos experimentados oficiales de carrera abandonaron el servicio.

La visita de Biden, en compañía de su vicepresidenta Kamala Harris, demostraba lo importante que es para su agenda el Departamento de Estado y el rol que esta institución tendrá en su mandato.  De acuerdo con las palabras del propio Biden: “América está de regreso, la Diplomacia está de vuelta”, decía aprovechando la oportunidad para decirle al mundo que Estados Unidos volverá a los foros internacionales y recuperará los espacios abandonados. Y a nivel doméstico reafirmaba al cuerpo diplomático su compromiso con quienes han trabajado por la promoción de los valores estadounidenses en el exterior y quienes han representado a Washington por el mundo.

Con la visita, Biden rompía la distancia que mantuvo la Casa Blanca con la institución, que sólo recibió la visita de Trump una vez durante toda su legislatura. Y además usó el escenario para mencionar alguna de las que serán las líneas estratégicas de su política exterior que, tal y como hemos descrito en esta columna, no rompe con la política exterior de Trump sino con las formas trumpistas.

En su corta alocución, que hay decir que fue bastante general, afirmó que “Estados Unidos enfrentará los abusos económicos de Beijing, contrarrestará su acción agresiva y coercitiva para hacer frente al ataque de China a los derechos humanos, la propiedad intelectual y la gobernanza global”.

Con un Secretario de Estado como Antony Blinken, que cuenta con entrenamiento político y experiencia diplomática en el terreno y un gran corazón europeísta, el multilateralismo y el internacionalismo de Estados Unidos está garantizado.

En cuanto a Naciones Unidas, la nominada por Biden como embajadora ante la ONU, Linda Thomas Greenfield, es una veterana diplomática que se retiró del Departamento de Estado en la época en que Rex Tillerson fue Secretario de Estado, a pesar de contar con una prominente carrera como diplomática valorada muy positivamente hasta ese momento por demócratas y republicanos. Sin embargo, en su audiencia de confirmación en el congreso, un grupo de senadores republicanos manifestaron su inquietud sobre la nominación basados en que la embajadora Thomas Greenfield había dado una conferencia en 2019 en la Universidad estatal de Savannah sobre el rol de China en África, en la que fue muy complaciente con los comportamientos e irregulares prácticas chinas.

Varios senadores la interpelaron fuertemente por esa intervención mientras le recordaban que su discurso fue pagado por el Instituto Confucio que estuvo operando en esa universidad durante seis años hasta su cierre en julio de 2020. Aunque ella expresó su arrepentimiento por haberlo hecho, insistió en no saber que el Instituto Confucio estaba de por medio. 

En cuanto al Consejo de Seguridad Nacional, Jake Sullivan ha sido nombrado asesor de la Administración de Biden. Sullivan trabajó en la era de Hillary Clinton en el Departamento de Estado y es respetado por sus conocimientos sobre Asia. Y al equipo de Sullivan todo apunta que se le unirá Kurt Campbell, otro veterano en la materia que ha publicado libros y ensayos explicando la compleja situación entre Estados Unidos y China. En el 2019 ambos publicaron un ensayo juntos en Foreing Affairs cuyo título era “competencia sin catástrofe con China” en el que señalaban que la Administración Trump había acertado en identificar a China como un competidor, pero aseveraban que esa competencia debe librarse con humildad y vigilancia con el objetivo final de convivir con China en vez de pretender cambiarlos.

En otra publicación más reciente de Campbell, en conjunto con el director del área china del Instituto Brookings, planteaba que Estados Unidos podría mantener el orden internacional en Asia si restauraba el equilibrio de poder con China reforzando alianzas para rechazar las acciones agresivas de Beijing.

De momento, todo parece apuntar que en la nueva Administración estadounidense prevalecerá el pragmatismo y la estrategia. Aunque la primera polémica que ha surgido es precisamente relacionada con los nombramientos que han ido anunciando, que en el caso especifico del Departamento de Estado parecen estar priorizando a aquellos que trabajaron en la campaña de Biden por encima de los funcionarios de carrera. A pesar de que muchos de ellos hayan sido diplomáticos previamente, lo cierto es que ahora mismo son figuras políticas que están asumiendo posiciones tradicionalmente ofrecidas a los altos rangos en el servicio, lo que ha generado incomodidad en estos primeros días.

Mientras el Departamento de Estado retomó la práctica de las ruedas de prensa diarias que fueron eliminadas durante la era Trump, intentando restablecer normalidad y cercanía a la prensa,  el secretario de Estado ha pasado la mayor parte de su tiempo recibiendo y haciendo llamadas a líderes en todos partes del mundo, con el propósito de dejar por sentado que efectivamente la cotidianidad ha regresado y quizá el ímpetu estadounidense de liderazgo esté reapareciendo.