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THE ASIAN DOOR: Taiwán en el eje del epicentro de la geopolítica. Águeda Parra

Ante la invasión de Ucrania, China no se ha salido de su propio guión. China ha seguido su máxima de no injerencia en los asuntos internos de otros países, y no ha buscado ni influir ni mediar en el conflicto, pero tampoco está prestando apoyo militar a Rusia.

No obstante, ni los retos militares ni económicos que tenga que afrontar Rusia en su invasión de Ucrania van a influir en sus intenciones futuras respecto a Taiwán.  Un conflicto que, de producirse, plantea un escenario de guerra asimétrica por la diferencia de poderío militar entre ambos países. En este sentido, las lecciones aprendidas que está aportando la invasión de Ucrania están permitiendo remodelar la estrategia de las fuerzas defensivas de Taiwán.

En este contexto, las tácticas militares están muy ligadas al tipo de tecnología militar disponible en cada momento, y la modernización de las capacidades de China están incorporando un uso intensivo de la inteligencia artificial (IA), además de desarrollar su propia capacidad de defensa de antimisiles. De hecho, la aplicación de la IA que utiliza China en sus capacidades militares marcaría una diferencia importante respecto al escenario militar que se está desarrollando en Ucrania.

De ahí, que la invasión de Ucrania esté aflorando la necesidad de disponer de armamento más moderno. El asesoramiento de Estados Unidos en este sentido estaría dirigido a que Taiwán realizara compra de equipamiento militar que le permita reforzar los sistemas de defensa de la isla. La venta de armas por parte de Estados Unidos hacia la isla ya se incrementó en tiempo de la administración Trump, y se ha seguido reforzando durante la presidencia de Biden. De hecho, el ritmo de compra de armamento que Taiwán ha venido realizando a Estados Unidos se ha intensificado en la última década, alcanzando los 23.000 millones de dólares desde 2010, de los que 5.000 millones de dólares corresponderían sólo a 2020, según un informe del Pentágono.

Respecto a las capacidades de China, el gigante asiático se encuentra actualmente inmerso en un proceso intensivo de modernización de su poderío militar y de una mayor capacitación del su ejército, un proceso de reforma que comenzó en 2015, poco tiempo después de que Xi Jinping asumiera el cargo en 2013. Con esta modernización, China aspira a garantizar que sus capacidades militares sean las necesarias para disponer de una ventaja decisiva en todos los escenarios que se puedan plantear en un conflicto con Taiwán donde también intervenga Estados Unidos. Asimismo, el objetivo es poder “luchar y ganar” guerras modernas e “informatizadas”, según figura en las fuentes oficiales, es decir, aquéllas que hagan un amplio uso de las nuevas tecnologías.

El plan de modernización planteado hace más de un lustro estaba previsto que culminara para 2035, pero China recientemente ha adelantado esa fecha a 2027. Con este adelanto del proceso de modernización militar, el gigante asiático acelera su agenda asertiva respecto a sus objetivos de reunificación de la isla en un entorno de creciente tensión por la coyuntura internacional que ha planteado la guerra de Ucrania.

Al permanente estado de alerta en el que se mantiene el estrecho por las continuas incursiones en la zona de defensa área de Taiwán por parte de aviones chinos, se ha sumado recientemente la tensión generada por la visita de un senador estadounidense a la isla, provocando el malestar propio que este tipo de visitas suele producir en China. No obstante, el anuncio de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, de su intención de visitar la isla, intensificaría más de lo esperado la tensión, ya de por sí muy elevada. De hecho, sería la primera vez en 25 años que un presidente de la Cámara visita la isla.

EEUU – Arabia Saudí: denuncia y continuidad. Nieves C. Pérez Rodríguez

La semana pasada concluía en Washington la desclasificación del informe de la CIA sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, ocurrido en 2018. La Inteligencia estadounidense señala al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, como la persona que ordenó el asesinato que se llevó a cabo en Estambul, dentro de la propia sede diplomática saudí. Y, aunque esa información se supo después del suceso, el informe de cuatro páginas viene a reconfirmar con más datos y contundencia la necesidad de una respuesta fuerte por parte del gobierno estadounidense.

La monarquía saudí es uno de los regímenes más cerrados y absolutista del mundo, pero que gracias a su riqueza y sus extraordinarias reservas petroleras ha gozado de cercanas y cordiales relaciones con Occidente. A pesar de tener un sistema político sustentado en la aplicación extrema de los principios del Islam. 

El asesinato, además de haber sido un gran escándalo internacional, provocó una de las peores crisis entre Occidente y Riad, y la monarquía no esperó para recordar su influencia en la economía mundial, cuando la presión internacional empezó a hacerse sentir. Arabia Saudí posee alrededor del 18% de las reservas de petróleo del mundo y es el mayor exportador global de esta fuente de energía, según la OPEP. Si decidieran reducir su producción, se generaría una escasez de oferta que acabaría elevando considerablemente los precios del crudo en el mercado internacional.

Riad tiene la capacidad de estabilizar el mercado mundial mediante el equilibrio del suministro de petróleo, por lo que tiene en sus manos mantener los precios en línea con las condiciones económicas. Y Washington lo sabe bien, por lo que, en vez de responder sancionando al mismo príncipe, ha sancionado a 76 personas cercanas a la monarquía queriendo enviar un mensaje sin dañar las relaciones bilaterales.

La Administración Biden también ha priorizado mantenerse aliada de Arabia Saudí, con quien Washington ha tenido una larga relación que estableció el presidente Franklin Roosevelt con el rey saudí Adull Aziz en 1945. Esta relación ha estado basada en intereses mutuos desde el principio, como el petróleo, pero más recientemente en la lucha contra el terrorismo de ISIS y al-Qaeda, pues Riad también juega un papel clave en la estabilidad de Oriente Medio.

A raíz del asesinato de Khashoggi, Trump fue duramente criticado por no haber tomado una postura más dura. Y en su propia defensa Trump dijo en una entrevista a la cadena CBS “nosotros no podemos autocastigarnos al anular la venta de armamento a Arabia Saudí”.  Desde 1950, los saudeís han comprado armas y sistemas de defensa a empresas estadunidenses por unos 90 mil millones de dólares y, en los últimos años, han sido los mayores compradores que han tenido los estadounidenses en este sector. De acuerdo con el diario Washington Post, casi cada 1 de las 5 armas producidas en Estados Unidos se envían a Arabia Saudí, por lo que para Washington los saudíes son un cliente y aliado estratégico.

Biden criticó la posición de Trump en ese momento y durante su campaña dijo que la monarquía debía pagar el precio por lo que habían hecho e incluso lo califició como un “estado paria”, término usado por los estadounidenses para definir a los Estados que están al margen de la legalidad internacional. Sin embargo, ahora que ocupa la Casa Blanca, prioriza la necesidad de mantener relaciones cordiales.

El secretario de Estado fue interpelado por la prensa a este respecto y dijo que efectivamente el informe de la CIA habla por sí mismo, razón por la que están imponiendo sanciones a altos funcionarios saudíes, que han estado intimidando a disidentes en el exterior. Además, agregó, “estamos introduciendo una nueva legislación que le dará facultad al Departamento de Estado para restringir y revocar visas a cualquier persona que se crea que esté involucrada en actividades extraterritoriales dirigidas a presuntos disidentes o periodistas, al acoso o vigilancia de ellos o de sus familiares”, afirmando que, ya sean a ciudadanos saudíes o de otras nacionalidades, es una conducta inaceptable que piensan castigar. 

La Administración Biden no ha hecho más que continuar con la misma política de la administración anterior y con ello preservar sus relaciones con Arabia Saudí. Por un lado se asegura la continuidad de la colaboración en tema de terrorismo y estabilidad en Oriente Medio, por otro, no dañar sus intereses comerciales y la posibilidad de poder seguir abasteciendo a los saudíes del armamento que requieren, en vez de que miren a Rusia para comprarlo. Y por último evitan que la corona juegue con el suministro petrolero y con ello se acabe impactando las economías individuales del mundo en un momento tan frágil como es este de pandemia, en donde los mismos Estados Unidos han tenido que inyectar ayudas para mantener a flote su propia economía.

El pragmatismo ha sido el que ha guiado las decisiones de la nueva Administración estadounidense, que se ha decantado por sancionar a funcionarios que obedecieron órdenes, en vez de sancionar a quien les dio la orden. Este brutal asesinato es, en sí mismo, la transgresión de todos los derechos fundamentales juntos, incluido el lugar en el que fue perpetrado, la embajada del propio Estado ejecutor, y el silenciar a un periodista que usaba la libertad de expresión de un país democrático para denunciar hechos de su lugar de origen. Washington ha enviado un mensaje muy confuso a los líderes del mundo sobre la doble moral. Es sin duda una situación muy compleja que viene a probar que, tal y como hemos venido anunciando, la política exterior continuará el mismo camino de la Administración Trump. Aunque cambie el tono, el fondo es el mismo. (Foto: Flickr, Richard Mortel)

Granadas lacrimógenas chinas contra manifestantes venezolanos. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- La mal llamada revolución de Chávez comenzó con un golpe de Estado de un grupo pequeño de rebeldes militares, quienes más adelante constituyeron las piezas claves de la también erróneamente llamada revolución bolivariana. Claramente, el componente militar estuvo siempre muy presente e incluso en la Constitución chavista -redactada durante el primer año presidencial de Chávez- en la que se concedió a los militares, desde soldados hasta generales, participar en los sufragios a través del voto. Un cambio radical respecto a lo anterior que despertó serias dudas en los juristas, por el cambio que podría encarnar en la institución castrense y su carácter no proselitista.

La Venezuela de Chávez no se parece nada a la anterior. Todo fue politizado y puesto al servicio de los intereses de la “revolución chavista”. Al más puro estilo cubano, no en vano fueron los Castro los que adoctrinaron a los personajes que protagonizan esta película de terror, que supera a Hollywood y sus efectos especiales. Pero como era de esperar, la seguridad y defensa de la revolución -que no de la nación- fue lo que más preocupó y, para ello, dotar bien a las fuerzas armadas era prioritario.

Chávez, en sus incontables alocuciones, insistió en la necesidad de fortalecer los cuatro componentes de la Fuerza Armada (FAN) y equiparla. Mientras, formaban ideológicamente la milicia en los sectores populares más oprimidos. Todo para poder defender el momento de un posible quiebre de la revolución, usando siempre a los Estados Unidos -el Imperio- como el principal enemigo contrario al socialismo del siglo XXI.

De acuerdo con Javier Mayorca -periodista venezolano especializado en actividades criminales- las fuerzas armadas fueron puestas al servicio de un proyecto político, de varias formas. Por una parte, al incorporar a sus oficiales a actividades del partido de gobierno. Luego, mediante la glorificación de Chávez, se intenta que los militares se constituyan en garantes del proyecto político. De allí que el lema oficial “Chávez vive, la patria sigue”.

Mayorca nos explica que Venezuela fue una gran fuente de recursos para las industrias de armas rusas y luego chinas desde 2005 hasta 2015. El gasto fue variando en lo referido al tipo de sistemas que se adquiría. De allí la noción de que Venezuela fue preparándose para un conflicto irregular, con alta participación de factores internos, desde finales del mandato de Chávez en el 2012. La cifra consolidada de gasto militar tanto con Rusia como con China es una incógnita, pero supera los seis mil millones de dólares, asevera.

Durante la entrevista que 4Asia le hizo a Mayorca nos explicó que Caracas ha comprado a Beijing una larga lista de equipos: vehículos tácticos VN4, vehículos para mantenimiento de orden público tipo “ballena”, vehículos para comando y control de operaciones de orden público, transporte de tropas (JAC), y vehículos para la contención de multitudes, tipo “murciélago”. Además, adquirió una flota de 24 jets para entrenamiento primario de la Aviación K8. Y uniformes especiales para mantenimiento del orden público y visores nocturnos. Afirma que inicialmente Chávez tuvo la intención de renovar la flota para entrenamiento con Super Tucanos (aviones ligeros de ataque) de Brasil, pero que Washington le recordó a Lula que estaría violentando cláusulas que impiden la transferencia de tecnologías a países potencialmente conflictivos. Fue entonces cuando decidieron girar hacia China.

Le preguntamos a nuestro experto sobre la procedencia de las granadas lacrimógenas, así como otro material anti motín usado por el Régimen de Maduro. Mayorca explicó que antes eran suministradas por varios países pero que, debido a los embargos de EEUU y la UE, así como las medidas aplicadas recientemente por el Departamento del Tesoro estadounidense, se han restringido el número de proveedores. Y afirma que es la primera vez que él ha visto llegar granadas, chalecos antibalas y otro material de este tipo de China.

Desde 2010 y de manera especial bajo el mandato de Nicolás Maduro, los manifestantes venezolanos en contra del chavismo se han enfrentado a las Fuerzas Armadas cada vez más preparadas para responder a grupos. Por lo que se puede afirmar que se ha ido intensificando la represión cuyo costo se traduce en más vidas humanas. En el 2017, se hizo una restructuración interna de la FAN donde se incorporó a la policía nacional y se transformaron las unidades tácticas de las FAES (Fuerza de Acción especial o popularmente llamado en Venezuela como el grupo de exterminio de la policía nacional).

La comunidad internacional tendrá que evaluar quienes son las empresas chinas que están abasteciendo al régimen de Maduro con material y equipos militares de guerra, que está siendo usado en contra de la propia población. Y le tocará valorar si más sanciones deberían ser impuestas para intentar frenar la gran represión que está sufriendo el pueblo venezolano.

El sistema antimisiles funciona. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- La seguridad es una de los elementos que más obsesiona a Estados Unidos. No es casual que los ciudadanos elijan a sus líderes políticos considerando cuál será su política de seguridad defensiva frente a un ataque o como mantendrán protegido el territorio y a sus habitantes. Fue Ronald Reagan quien concibió la idea de crear un sistema defensivo antimisiles, que en su momento respondía al riesgo proveniente de la Unión Soviética y que continuaron desarrollando sus sucesores desde entonces. El pasado martes esta idea se materializó en un hecho histórico que marca una nueva era en el desarrollo armamentístico, pues ya no es solo quién posee los misiles sino quién es capaz de neutralizar a sus enemigos.

Son tres las agencias estadounidenses que se encargan del seguimiento de potenciales riesgos: la NASA, la Agencia de Defensa de Misiles, y el Comando aeroespacial estadounidense. Los ataques terroristas del 2001 obligaron a estos organismos a intensificar su trabajo y a aumentar sus presupuestos y desarrollar tecnología más avanzada con el propósito de prepararse frente a un potencial ataque. Disponen de un extenso número de bases militares a lo largo del planeta que cuentan con radares que tienen capacidad de neutralizar, derribar y destruir misiles que amenacen el territorio estadounidense o el de algunos de sus aliados.

Los radares de advertencia temprana están operando permanente y transmitiendo información en tiempo real. La amenaza de Corea del Norte, por ejemplo, se vive con mucha preocupación en Washington. Es, en efecto, uno de los pocos temas en los que están de acuerdo republicanos y demócratas. Se percibe a Kim Jong-un como un auténtico desalmado capaz de perpetrar un ataque catastrófico, razón por la que en el 2016 se instalaron 36 interceptores en las bases de Alaska y California, tratando de prevenir misiles de largo alcance provenientes de Corea del Norte. Como si fuera poco, la Administración Trump ha aumentado el presupuesto de defensa en 58 billones de dólares, lo que representa un aumento del 10%, dejando por sentado una vez más la prioridad que tiene la seguridad y la defensa en esta nación.

El simulacro de la semana pasada consistió en lanzar un proyectil intercontinental desde la Base de pruebas Ronald Reagan, ubicada en las Islas Marshall hacia la costa oeste de los Estados Unidos. Y, de acuerdo con lo afirmado por el Departamento de Defensa, múltiples sensores y radares captaron el misil y enviaron información de su trayectoria al sistema de misiles en tierra. Y desde la base aérea Vandenberg situada en el sur de California se respondió con un misil que destruyó el proyectil en el Pacifico, en pleno vuelo.

La base militar estadounidense en Kwajalein Atoll en las Islas Marshall cuenta con una ubicación estratégica en el Pacífico, pues está a tan solo 3900 km de distancia del suroeste de Honolulu (Hawái), el territorio más vulnerable a un posible ataque de Corea del Norte seguido de la costa oeste de los Estados Unidos. Sin embargo, el Departamento de Defensa americano no cree que Pyongyang cuente aún con un misil capaz de llegar a tierra estadounidense, aunque no dudan que estén trabajando en desarrollarlo. Por lo que se han dado prisa en preparase para poder responderles en condiciones.

El director del programa GMD (Ground-base Midcourse Defense), o programa de defensa de misiles en tierra, Jim Syring, sostiene que “la capacidad de poder derribar proyectiles en vuelo es vital para la seguridad de los Estados Unidos y esta prueba demuestra nuestra capacidad creíble y disuasoria frente a una amenaza”. No es casual que se llevara a cabo esta prueba justo en el momento en que Corea del Norte se ha dado a la tarea de lanzar misiles casi cada semana a pesar de las sanciones de Naciones Unidas y los múltiples llamamientos por parte de las grandes potencias. La Administración Trump está enviando un mensaje muy claro a Kim Jong-un: Estados Unidos sigue siendo el pionero en carrera armamentística y ahora, además, cuenta con capacidad de destruir en vuelo proyectiles que vayan dirigidos a objetivos estadounidenses y/o de sus aliados.

Misiles norcoreanos de menor alcance podrían perpetrar un ataque a un aliado como Corea del Sur o Japón, lo que podría detonar la furia y el orgullo yanqui, en el que Míster Trump tendría el escenario perfecto para exacerbar el nacionalismo estadounidense que tanto lo ayudó a llegar a la Oficina Oval, y justificar cualquier acción bélica en pro de preservar la seguridad nacional. ¡Que Dios nos libre de esto!