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THE ASIAN DOOR: Europa frente a las estrategias divergentes de Estados Unidos y China en el Indo-Pacífico. Águeda Parra

El Indo-Pacífico no solamente está atrayendo el centro de gravedad económico hacia la región, sino que se está convirtiendo en un punto donde todas las potencias redefinen sus estrategias geopolíticas frente a los desafíos que plantean las próximas décadas. De ahí que la Unión Europea busque intensificar su integración económica y estratégica con la región que mayor relevancia económica, política, demográfica y geoestratégica está acaparando.

Distintas magnitudes ponen de relieve la importancia de la región y el creciente interés para la Unión Europea por convertirse en un socio relevante para los miembros que la integran. La concentración de grandes potencias económicas en la zona hace que el Indo-Pacífico agrupe el 60% del PIB mundial, conjugando la aportación de Australia, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Japón y Sudáfrica, lo que supone dos tercios del crecimiento global. Con un elevado valor estratégico en lo económico, la región significa para la Unión Europea el segundo destino de sus exportaciones, concentrándose cuatro de los diez principales socios comerciales en la región.

Consolidándose el cambio del centro de gravedad económico y geoestratégico hacia el Indo-Pacífico, el dinamismo de la región ha motivado la publicación de la estrategia de la Unión Europea para la región, abordando múltiples ámbitos de colaboración y de amplio espectro. Entre los objetivos planteados está ampliar las relaciones comerciales y de inversión con los países de la zona, a la vez que se busca la cooperación para afrontar retos globales como el desarrollo sostenible, el cambio climático y la protección de la biodiversidad desde la colaboración conjunta. Asimismo, el dinamismo de la región va a generar que, a nivel demográfico, el Indo-Pacífico sea el epicentro de la generación del 90% de la nueva clase media (unos 2.400 millones de personas) en 2030, lo que supone para la Unión Europea una oportunidad para colaborar en calidad de socio en garantizar un crecimiento sostenible.

A todos estos temas se suma también la cuestión de la investigación y la innovación que está tomando un mayor protagonismo ante la rivalidad tecnológica que mantienen Estados Unidos y China como principales polos tecnológicos mundiales. Los retos que plantea el 5G, la transición energética, y la suite de nuevas tecnologías aplicadas al ámbito industrial, como al consumidor final, con productos de alta tecnología, hace necesario que la Unión Europea no se quede atrás ante los desafíos que plantea la Cuarta Revolución Industrial, resultando esencial avanzar en la definición de una estrategia de autonomía tecnológica.

Como región eminentemente esencial en el futuro, el Indo-Pacífico también plantea desafíos en el ámbito de seguridad. El incremento en la intensidad defensiva se ve reflejado en la cuota que supone el Indo-Pacífico en gasto militar, que ha pasado del 20% en 2009 a aumentar hasta el 28% en 2019. De hecho, la región ha tomado un mayor protagonismo para Washington desde que la administración Trump cambiara el nombre de su política exterior en la zona conocida anteriormente como Asia-Pacífico por la nueva definición de estrategia del Indo-Pacífico. Aunque coincidan las denominaciones, la visión geográfica de la Unión Europa, para la que el espacio del Indo-Pacífico se extiende desde África Oriental hasta los Estados insulares del Pacífico, difiere de la que maneja Washington, donde quedan excluidas las regiones litorales de África, la península Arábica, Irán y Pakistán que se circunscriben dentro en la estrategia estadounidense para Oriente Medio.

La aproximación de Estados Unidos con la reciente coalición AUKUS, a la que se ha unido Reino Unido y Australia para vender a Canberra una flota de submarinos de propulsión nuclear, suponiendo la cancelación del contrato con Francia en el suministrado de submarinos diésel que asciende a más de 40.000 millones de dólares, muestra una aproximación de Washington mucho más defensiva y de acción militar hacia la región que la apuesta que plantea la Unión Europa. Asimismo, en esta alianza AUKUS de largo plazo entre los tres países también se plantea la transferencia a Australia de capacidades en ciberseguridad, inteligencia artificial y computación cuántica, lo que supone elevar el perfil de Canberra frente al resto de potencias de la región.

Los intereses históricos de París en la región del Indo-Pacífico, donde reúne importantes posesiones territoriales y presencia militar, ha promovido que Francia fuera uno de los primeros países en abordar una estrategia propia hacia la región, a la que han seguido las de Alemania y Países Bajos, y a la que ahora se suma la propuesta conjunta de la Unión Europea. Ante esta acción inesperada de los socios aliados con la creación del AUKUS, la reacción de Francia ha sido fortalecer sus relaciones con India para poner en contrapeso este acuerdo.

Todos estos movimientos en el tablero de la geopolítica mundial que vienen precipitándose desde que Estados Unidos retirara sus tropas de Afganistán vienen a reforzar la idea de que la Unión Europea debe avanzar en la definición de una autonomía estratégica en todos los ámbitos. Un cambio de paradigma necesario para abordar los desafíos globales que plantea una geopolítica intensa en los próximos años que le permita actuar como actor relevante en el Indo-Pacífico y contribuir como socio del resto de los países de la región en mantener el orden, la estabilidad y el equilibrio regional sin buscar crear bloques de poder geopolítico.

 

THE ASIAN DOOR: 7 claves sobre el Acuerdo Integral de Inversión UE-China. Águeda Parra

SIETE AÑOS DE NEGOCIACIONES. Ha sido un largo trayecto hasta completar el Acuerdo Integral de Inversión entre la Unión Europea y China. Las negociaciones han durado siete años hasta llegar a la firma el pasado 30 de diciembre de 2020, a pocos días de finalizar el año y antes de que se acabara la presidencia rotatoria semestral de Alemania en el Consejo de la Unión Europea. Entrará en vigor en 2022.

ACCESO AL MERCADO CHINO, DEMANDA REITERADA INCORPORADA. El acuerdo recoge varios aspectos que han sido una demanda constante entre las empresas europeas que operan en el país. Entre los más destacados, el acuerdo recoge un mayor acceso al mercado chino y la eliminación o reducción del requisito de tener que crear una empresa conjunta con un partner local para operar en el país. Asimismo, el acuerdo también contempla que las empresas europeas recibirán el mismo trato que las chinas, además de avanzar en una mayor transparencia regulatoria. A todo ello, hay que sumar un tema que ha sido central en las negociaciones: se elimina la transferencia de tecnología en determinados sectores.

RECIPROCIDAD: CABALLO DE BATALLA ENTER LA UE-CHINA. Uno de los principales reclamos de la UE a China ha sido el importante desequilibrio existente en el nivel de apertura entre el mercado chino y el europeo, sobre todo cuando Europa es uno de los mercados más abiertos a la inversión, de aquí que la desproporción fuera evidente.

La falta de reciprocidad siempre ha sido el caballo de batalla entre la UE y China ya que China ha mantenido viva una lista de sectores económicos restringidos a la inversión extranjera que se han ido reduciendo con el tiempo. Ahora, con este acuerdo, se avanza en mejorar la tantas veces reclamada reciprocidad.

MANUFACTURA Y SECTOR SERVICIOS, LAS GRANDES ESTRELLAS. El sector manufacturero es uno de los grandes baluartes de China, y de hecho más de la mitad de la inversión de la UE se realiza en este sector. El gran avance que se produce con este acuerdo es que, por primera vez, China dará acceso a este mercado a un socio. En este sector está incluida la industria automotriz, tanto de automóviles tradicionales como los de nuevas energías, además de la producción de equipos de transporte y sanitarios, entre los más destacados.

El sector servicios también forma parte del acuerdo. En este ámbito se incluye el floreciente ámbito de los servicios financieros, las renovables, una mayor apertura en los servicios en la nube, la sanidad privada y el transporte aéreo, entre otros.

ACUERDO DE LIBRE COMERCIO. De entre los acuerdos que China tiene con otros países, el Acuerdo Integral de Inversión con la UE, conocido en inglés como Comprehensive Agreement on Investment (CIA), es el más ambicioso que ha firmado el gigante asiático con otro socio y resulta de gran importancia económica para la UE. El objetivo principal es reequilibrar la relación comercial y de inversiones existente, pero también se podría considerar como la antesala de un futuro acuerdo de libre comercio entre ambos mercados.

INFLUENCIA Y ASERTIVIDAD EN ASIA. Uno de los aspectos más importantes del acuerdo es que se elimina el requisito de necesitar crear una joint-venture, un gran avance para la inversión europea que lleva años operando en China. Contar con un acuerdo como el recientemente firmado, supone para la Unión Europea dar un salto cuantitativo y cualitativo en las relaciones bilaterales con China, un paso más en consolidar su influencia en la región y su asertividad en Asia.

GOLPE DE EFECTO. A nivel geopolítico, el acuerdo de inversión entre la UE y China, así como el anteriormente firmado por China con otros 14 países de la región de Asia-Pacífico con el que se ha creado el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, conocido en inglés como RCEP, ofrecen a China un entorno de estabilidad y un escenario muy propicio para recuperase de la pandemia. El golpe de efecto se produce por el avance realizado por China sin necesidad de esperar a ver cuáles serán las medidas que tome la nueva administración Biden después del deterioro que han sufrido las relaciones con Estados Unidos tras más de 2 años de guerra comercial.

THE ASIAN DOOR: Asia se reivindica como polo estratégico. Águeda Parra


Unos años antes de que se acabara la última década comenzó a extenderse una nueva narrativa sobre Asia. La fortaleza de sus economías hacía vislumbrar un movimiento por el que se trasladaría cada vez con mayor inercia el epicentro del desarrollo económico de Occidente a Oriente, modelando el futuro de Asia como el impulsor del desarrollo global y haciendo del siglo XXI el siglo de Asia. Apenas acaba de empezar la nueva década y el escenario que se plantea deja todas las opciones abiertas.

La consolidación de las economías asiáticas como actores relevantes en las cadenas de valor globales y en los flujos de innovación ha generado un crecimiento de la región que excede su propio entorno hasta convertirlo en un polo estratégico en el desarrollo económico mundial. Los retos del futuro de Asia están estrechamente ligados con el hecho de convertirse en elementos dinamizadores del crecimiento mundial, con amplio protagonismo en la generación de equilibrios geopolíticos donde la geopolítica de la tecnología tendrá un valor diferencial.

Asia como polo estratégico supondría una vuelta a los orígenes, ya que no sería la primera vez que la región lleva las riendas de la economía mundial. El historiador Angus Maddison, especialista en historia macroeconómica cuantitativa, llegó a estimar que Asia representó durante 18 de los últimos 20 siglos más de la mitad de la producción económica mundial. Concentrando más del 60% de la población mundial, que ha generado rápidos ritmos de urbanización, la región ha consolidado una creciente clase media cualificada que demanda un entorno tecnológicamente avanzado. El resultado de este crecimiento ha generado que la región haya protagonizado el paso del estatus de ingresos bajos a medios en una misma generación, y más de 3.000 millones de personas en Asia podrían disfrutar de estándares de vida similares a los de Europa en 2050, según el Banco Asiático de Desarrollo. Aviso a navegantes.

Las diferentes particularidades de las economías asiáticas generan perspectivas de crecimiento desiguales, que se verán acrecentadas con la evolución de la crisis sanitaria. China, como motor de crecimiento económico y de desarrollo tecnológico de la región, lidera los crecimientos previstos para el presente año, al que se suman otras economías como Corea del Sur, Japón, Taiwán y Vietnam cuyas positivas estimaciones de crecimiento hacen pronosticar a los expertos el buen rendimiento de la región.

La reciente firma de la Asociación Económica Integral Regional (conocida en inglés como RCEP, Regional Comprehensive Economic Partnership) ha otorgado a la región la categoría de bloque comercial cohesionado en magnitud simular a los flujos que se generan en Europa y Norteamérica. Un escenario que resulta atractivo para atraer un volumen de inversión mayor que en otras regiones y que favorece las previsiones que ya existían antes de la aparición de la pandemia de que Asia generará más del 50% del PIB mundial y cerca del 40% del consumo global en 2040, según McKinsey.

La revolución tecnológica corre a favor de la región. Japón fue el primero en posicionarse como potencia industrial, a la que siguieron los cuatro dragones asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), protagonistas del crecimiento económico y la industrialización de la región a principios de siglo, sumándose China como máximo exponente del creciente protagonismo de la región en materia comercial y económica, pero también geopolítica y tecnológica.

La red 5G es ubicua en Corea del Sur desde hace más de un año y se acelera su despliegue en China, que lidera la revolución tecnológica con la apuesta de entornos blockchain aplicados a las FinTech, el livestreaming como dinamizador del e-commerce, la inteligencia artificial y el machine learning aplicado a la robótica, y la apuesta por la revolución verde en la creación de una nueva generación de coches eléctricos que pretenden situar al gigante asiático como hub de la producción y la distribución en Asia como uno de sus mercados preferentes. Transcurrida ya una quinta parte del siglo, el dinamismo de Asia marcará su propio futuro.

THE ASIAN DOOR: Baterías, el motor de la nueva economía. Águeda Parra.

La recuperación de los mercados tiene su impacto directo en el optimismo renovado que muestra el sector de los vehículos eléctricos en China. La vuelta a la normalidad de la actividad industrial en el gigante asiático tras la pandemia muestra un camino prometedor para fortalecer las capacidades de China en su camino hasta convertirse en hub para los vehículos eléctricos.

La consolidación de China entre las potencias exportadoras de la industria automotriz supondría sumar un nuevo jugador a la zona asiática, donde ya operan con una posición sólida Japón y Corea del Sur entre los principales fabricantes de automóviles del mundo. De hecho, el impulso del comercio intrarregional que va a promover la Asociación Económica Integral Regional, conocida en inglés como RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), el acuerdo de libre comercio más grande del mundo, se configura como el mejor escenario para que los coches eléctricos Designed in China alcancen rápidamente al conjunto de los otros 14 mercados que forman parte de la asociación junto con el gigante asiático.

Contar con un mercado comprometido con el cambio climático favorece el crecimiento de los coches eléctricos en China y Europa, donde el gasto en infraestructuras y los estímulos fiscales son parte de la ecuación. De hecho, el gigante asiático aglutina la mayor demanda prevista en el mercado, con un incremento estimado de las ventas para 2020 de hasta el 8,1%, seguido de Europa con un 5%, mientras las ventas se desploman en Estados Unidos en torno al 1,7% según las estimaciones de BloombergNEF.

El potencial de China para configurarse como el nuevo hub para los vehículos eléctricos no pasa desapercibido para las marcas europeas que buscan fortalecer su presencia en un mercado donde tener éxito favorece acceder a la creciente demanda del consumidor chino y a las capacidades de exportación que exhibe el gigante asiático tanto en un contexto regional, en Asia-Pacífico, como global. La reciente inversión de Volkswagen y sus socios chinos de más de 17.500 millones de dólares para incrementar la capacidad productiva de coches eléctricos en las fábricas chinas es una muestra representativa de los movimientos de la industria automotriz en el país.

En este sentido, los fabricantes de vehículos eléctricos buscan situarse en una posición de liderazgo en el mayor mercado del mundo para tener éxito a nivel global. China aglutina capacidad productiva y la mayor demanda de la industria automotriz mientras Europa se presenta como uno de los mercados más atractivos hacia el que se están orientando las fábricas de marcas europeas y americanas que operan en China. Las inversiones realizadas por Tesla en su sede de Shanghai han permitido al fabricante de automóviles estadounidense satisfacer la creciente demanda del mercado chino y comenzar la exportación apenas diez meses después hacia diez países europeos, entre los que se encuentran Alemania, Francia, Italia y Suiza utilizando la capacidad de China como hub de vehículos eléctricos.

El siguiente gran desafío será que los productores chinos sigan estos mismos pasos con marcas propias cosechando éxitos en los mercados internacionales. Hasta el momento el Sudeste Asiático ha sido el destino prioritario de las marcas chinas, y solamente BYD figura entre las marcas chinas que han traspasado fronteras. Después de aterrizar en los mercados de Europa y Estados Unidos con autobuses eléctricos, la siguiente apuesta es desembarcar en el competitivo mercado europeo con su novedoso sistema de baterías para coches eléctricos, comenzando por Noruega desde principios de 2021. Las marcas chinas comienzan a abrirse camino a nivel internacional y la conquista de otros mercados estará en línea con la consolidación del gigante asiático como próximo hub del sector.

THE ASIAN DOOR: RCEP, nuevo miembro de la Ruta de la Seda. Águeda Parra

La integración comercial en la zona del Asia-Pacífico siempre ha supuesto un fuerte impulso para el crecimiento económico de la región. El creciente protagonismo de China en las cadenas de suministro globales ha tenido como resultado que el gigante asiático se haya posicionado como epicentro de la aportación de valor en la zona de Asia-Pacífico. Una influencia que se prevé creciente con la firma de uno de los acuerdos regionales de libre comercio más grandes del mundo, la Asociación Económica Integral Regional, conocido en inglés como RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership).

En los ocho años que ha tardado en formalizarse el pacto entre China y otros 14 países de la región, que incorpora a los 10 países de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) junto a Corea del Sur, Japón, Australia y Nueva Zelanda, el gigante asiático ha puesto en marcha uno de los proyectos de geopolítica más importantes de las últimas décadas, la nueva Ruta de la Seda. La ambición de la iniciativa de mejorar las conexiones a través de promover el mayor desarrollo de infraestructuras de la región en mucho tiempo persigue, asimismo, otros objetivos. Entre ellos, encontrar nuevos mercados para los productos chinos a través de fomentar una mayor integración comercial en la región.

Con la incorporación de China en el RCEP, no sólo el gigante asiático no se desacopla del mundo, sino que supone su consolidación como potencia económica dominante en la región. Poniendo la magnitud del pacto en perspectiva, la RCEP da cabida a más de 2.200 millones de personas, un tercio de la población mundial, casi el 28% del comercio mundial e incluye el 30% del PIB mundial, lo que supone consolidarse como el mayor acuerdo de libre comercio regional firmado hasta el momento.

Dos grandes ausencias marcan el inicio de una nueva etapa comercial en Asia-Pacífico. Por una parte, la de Estados Unidos, cuya retirada del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (en inglés TTP, Trans-Pacific Partnership) marcaba una nueva dinámica en las relaciones de cooperación comercial con la región. Con este nuevo posicionamiento, la región avanza sin esperar a que Estados Unidos termine de resolver su transición presidencial, que podría llevar implícito un giro de 180º en ciertas decisiones de política exterior. China, como principal impulsor del acuerdo, maximiza su influencia en una región que avanza hacia el fortalecimiento de su integración económica y comercial, mientras las exportaciones estadounidenses pierden presencia en una de las regiones más dinámicas del mundo. Por otra parte, no menos importante es la ausencia de India en el acuerdo, cuya retirada en julio se propició al considerar que su adhesión podría conducir a un aluvión de importaciones de productos chinos, aunque la puerta queda abierta para que solicite su incorporación en cualquier momento.

Lo novedoso de este acuerdo es que el pacto avanza en la línea de relación comercial ya establecida entre los 10 países miembros de la ASEAN, tomando en cuenta la mayoría de los acuerdos vigentes para aunarlos en un único documento que se ha hecho extensivo de forma multilateral al resto de miembros. Alineando los acuerdos vigentes en un único pacto, Asia-Pacífico sigue la línea de integración de otras áreas comerciales unificadas, como la existente en la Unión Europea o entre Estados Unidos, Canadá y México a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Un acuerdo del que no sólo se beneficiará China, sino también el resto de países, al aumentar la capacidad productiva, especialmente la de los países ASEAN, además de que conjuntamente todos los miembros impulsen la consolidación de la cadena de valor con producción e inversiones que se originan y proceden de la región.

Con la previsión de que en el medio-largo plazo se vayan reduciendo, o incluso eliminando, hasta el 90% de los aranceles de los productos en el seno de la asociación económica, los objetivos de Pekín pasan por el fomento de elementos importantes de su cadena industrial. En el radar estaría la estrategia de impulsar la tecnología de los coches eléctricos de fabricación china, que le permita al gigante asiático avanzar en el objetivo de convertirse en hub de la industria automovilística, al menos para la región de Asia Pacífico.

INTERREGNUM: Multilateralismo en el sureste asiático. Fernando Delage

Acaba un año en el que las tensiones económicas y geopolíticas entre Estados Unidos y China parecen haber determinado la evolución del continente asiático. En realidad, este contexto de rivalidad entre los dos gigantes no ha paralizado ni dividido la región. Por el contrario, sin ocultar su preocupación por esta nueva “guerra fría”, el pragmatismo característico de las naciones asiáticas ha permitido avanzar en su integración económica y en la defensa de un espacio político común.

Un primer ejemplo de la voluntad asiática de no dejarse doblegar por el unilateralismo de la actual administración norteamericana fue la decisión de Japón de rehacer el TPP después de haberlo abandonado Washington. Con la participación de otros 10 Estados, el gobierno japonés dio forma a un acuerdo—rebautizado como CPTPP (Comprehensive and Progressive Agreement for Trans Pacific Partnership)—que mantiene abierto el comercio intrarregional pese a la oposición de la Casa Blanca. Un segundo salto adelante se dio en noviembre cuando, con ocasión de la Cumbre de Asia Oriental celebrada en Bangkok, la ASEAN y cinco de los seis socios con los que ya mantenía acuerdos bilaterales de libre comercio (China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda) lograron cerrar la constitución del RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), pendiente ya sólo de su firma en 2020.

La conclusión de este acuerdo comercial entre 15 países que suman un tercio de la población y del PIB global (fue India quien decidió no sumarse en el último momento, aunque podrá incorporarse en el futuro), es uno de los hechos más relevantes del año en Asia. Más allá de integrar a algunas de las mayores economías del planeta, los países de la ASEAN y sus socios del noreste asiático han lanzado un poderoso mensaje contra esa combinación de populismo, proteccionismo y nacionalismo que está haciendo mella en Occidente. Mientras este último se divide, Asia refuerza su interdependencia.

En esa dirección apunta igualmente otra contribución hecha por la ASEAN en el año que termina. Mientras Japón y Australia buscan la manera de redefinir la región mediante un concepto del “Indo-Pacífico” que permita mantener comprometido a Estados Unidos con la seguridad regional, y amplíe el espacio de actuación de India, los Estados del sureste asiático han articulado su propia respuesta, de una manera que protege al mismo tiempo el papel central de la ASEAN en los asuntos regionales.

Su perspectiva sobre el “Indo-Pacífico”, hecha pública en junio, quiere evitar, en efecto, toda posible división de Asia en bloques, haciendo hincapié en su carácter inclusivo y añadiendo una dimensión económica y de desarrollo. La ASEAN intenta corregir así la estrategia formulada con el mismo nombre por Washington con el fin de contener el ascenso de la República Popular China. El RCEP es por tanto mucho más que un mero acuerdo económico: es un instrumento que permite institucionalizar un concepto de Asia que, sin ocultar los diferentes valores políticos de sus miembros, contribuye a la prosperidad económica de todos ellos, y—en momentos de especial incertidumbre geopolítica—facilita la estabilidad estratégica de la región. (Foto: Flickr, foundin-a-attic)

INTERREGNUM: India da un paso atrás. Fernando Delage

La semana pasada, en Bangkok, saltó la noticia: al anunciarse—después de siete largos años de negociaciones—el acuerdo de conclusión de la Asociación Económica Regional Integral (RCEP en sus siglas en inglés), India hizo pública su retirada. El abandono de Delhi no resta importancia al que será mayor bloque económico del planeta: los 15 Estados que firmarán el pacto en Vietnam en 2020—los 10 miembros de la ASEAN y cinco de sus principales socios económicos (China, Japón y Corea entre ellos)—suman el 45 por cien de la población mundial y un tercio del PIB global. ¿Por qué ha querido India apartarse de este espacio que se convertirá en un igual de la Unión Europea y de NAFTA?

Aunque es conocida la inclinación india hacia el proteccionismo—una filosofía que sigue guiando a sus autoridades desde la independencia—, el temor a que su participación en RCEP condujera a un rápido incremento de su ya notable déficit bilateral con China ha sido el principal argumento esgrimido por Delhi. Sin embargo, era el mismo gobierno indio el que hace solo unas semanas advertía del riesgo de aislamiento que supondría quedar fuera del acuerdo. Recurrir ahora, como se ha hecho, a la defensa de los intereses nacionales como justificación en contra de la adhesión sólo sirve para hacer evidente el peso político de la agricultura y otros sectores protegidos. El primer ministro, Narendra Modi, ha preferido mantener la popularidad de su liderazgo—en mayo revalidó su mayoría absoluta—, en vez de sumarse a un marco institucional y normativo que hubiera facilitado la realización de las reformas estructurales que India necesita.

Pese al comprensible temor al aluvión de importaciones chinas, India ha demostrado que no está preparada para firmar un acuerdo multilateral con otras grandes economías. Más graves son, con todo, las implicaciones de la decisión para el desarrollo económico y la proyección diplomática del país. Modi ganó sus primeras elecciones nacionales en 2014 con el compromiso de reactivar el crecimiento mediante el impulso de la industria, un imperativo clave para la creación de empleo para cientos de millones de jóvenes indios. En una era en la que las manufacturas no pueden prosperar al margen de las redes transnacionales de producción y distribución, redes que a partir de ahora estarán dominadas en Asia por el RCEP, no resulta claro cómo podrá India transformar la estructura de su economía.

Con su decisión, India ha renunciado a una gran oportunidad para convertirse en un mercado competitivo. En vez de involucrarse con sus Estados vecinos, sus políticos se han dejado secuestrar por intereses sectoriales locales. El mensaje de que no hay voluntad política para avanzar en las reformas no ayudará a la atracción de inversión extranjera. Por otra parte, también cabe dudar de las ambiciones indias de aumentar su influencia política en la región: la “Act East policy” de Modi parece haber quedado sepultada por su rechazo del RCEP. Asia ha dado un nuevo salto adelante en su integración, del que India se ha autoexcluido.

La ironía es que China vuelve a ganar, al quedar en solitario como economía central del nuevo bloque. La no participación de Delhi en el RCEP se suma al anterior abandono del TPP por Estados Unidos tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, facilitando la ocupación por Pekín de un espacio geoeconómico cada vez mayor. ¿Recapacitará Modi para no perder este tren? Sus socios le han dejado la puerta abierta.

China podría conseguirlo con el beneplácito de Trump. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- El Pacífico es el océano más extenso del planeta, una región que incluye unas 25.000 islas y costas de unos 52 Estados cuyos usos, tradiciones y recursos naturales han moldeado el sistema económico regional. Y a pesar de las profundas diferencias y desigualdades entre países tan opuestos como Australia y Camboya, la necesidad de impulsar sus economías ha permitido el establecimiento de un variado grupo de asociaciones que promueven los intercambios comerciales y facilitan la inclusión de economías menos competitivas en el juego.

Fue esta idea la que impulsó la creación del hoy agónico TPP, al que China no pierde de vista mientras sugiere opciones alternativas como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) y la Asociación de Libre Comercio para el Asia- Pacífico (FTAAP).

La exclusión de China del TPP tuvo una razón lógica: dejar al gigante asiático fuera para evitar que se hicieran con el dominio regional. Y mientras se llevaban a cabo las conversaciones para materializar el TPP, Beijín creaba alternativas de las que ellos pudieran formar parte y sobre todo liderar. El TPP fue pensado para ayudar a las economías, razón por la cual facilitaba el crecimiento de sus miembros, a pesar de su tamaño; y se regían por los derechos de los trabajadores reconocidos por la Organización Internacional del Trabajador, lo que fundamentalmente se traduce en protección a los trabajadores y persecución a la corrupción. Este marco legal incomoda al gobierno chino, pues su modo de operar dista mucho de estas formalidades y funciona en un marco de amplios beneficios propios con limitadas restricciones.

Los acuerdos comerciales modernos en la región asiática comenzaron en la década de los 60. La Asociación de Naciones del Sudoeste Asiático (ASEAN por sus siglas en ingles), que cuenta con diez miembros, fue de las primeros en establecerse. El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) es actualmente la organización que cuenta con más de 20 países junto con la Asociación de Libre Comercio para el Asia- Pacífico (FTAAP), que fue concebida bajo la cumbre de la APEC en Lima el año pasado, y tiene una ambiciosa meta que consiste en conectar las economías del Pacífico desde China a Chile, incluyendo a los Estados Unidos.

De acuerdo con China Daily la razón por la que se consiguió firmar el FTAAP fue debido a las previsiones de crecimiento publicadas por la Organización Mundial del Comercio para el 2016, que no se cumplieron, pues fue un año difícil para la economía y sobre todo para los intercambios, lo que hizo que se redujeran las previsiones hechas para el 2017. De entrar en vigencia, aunque fuese solo con las 21 economías que firmaron, se convertiría en la zona de intercambios más grande del planeta, con el 57% de la economía mundial, lo que representaría casi la mitad de los intercambios internacionales.

La Asociación Económica Integral Regional (RCEP), por su parte, es un acuerdo de libre comercio que incluye a China, India, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda junto con los países de la ASEAN (Filipinas, Indonesia, Tailandia, Brunei, Malasia, Singapur, Vietnam, Laos, Myanmar y Camboya). De entrar en vigor este bloque económico representaría alrededor del 30% de la economía y un cuarto de las exportaciones del mundo. A pesar de que el origen de RCEP es del 2012, no se ha logrado concretar aún. China respalda esta iniciativa y ha abogado por su aprobación, sin embargo, Deborah Elms, Directora Ejecutiva del Centro de Intercambios de Asia sostiene que la razón por la que todos los países del ASEAN están dentro es porque fueron arrastrados a participar por el hecho de que se les abría un nuevo mercado de oportunidades con los 6 grandes (China, India, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda) con los que no tienen acuerdos comerciales.

En este momento todas las opciones están en la mesa. Sin TPP y con un Trump sin interés en asumir el rol de líder en Asia, mientras Xi Jinping sigue acumulando riqueza y mayor liderazgo internacional, da la impresión de que la desesperación del abandono puede cobrar su precio. Beijín apuesta por dos vías estratégicas: La Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y la Asociación de Libre Comercio para el Asia – Pacífico (FTAAP), la segunda más ambiciosa que liberaría más de la mitad de los intercambios comerciales llevados a cabo a día de hoy. En ambos casos, China estaría a la cabeza y contrariamente a lo que afirmó Obama siendo presidente, China escribirá las reglas del comercio mundial, lo que se traduce en mayor crecimiento de su economía y mayor influencia internacional.