La alianza Washington –Seúl. Nieves C. Pérez Rodríguez

La marca de los setenta años de la guerra de Corea y la separación de la península en dos estados también incluye la conmemoración de la alianza de Seúl y Washington que, así como nació con un propósito en su momento, ha conseguido mantenerse viva y muy activa a pesar del tiempo que ha pasado.  

Para analizar la situación actual de esta alianza se celebró el “Fórum estratégico de la República de Corea y Estados Unidos” que anualmente organiza la Fundación de Corea en Seúl y el think thank CSIS en Washington. En esta ocasión, debido al COVID-19, se hizo en dos días de manera digital, en la que participaron panelistas y autoridades de ambos lados del Pacífico.

La ex embajadora estadounidense Kathleen Stephens remarcó que en la primera etapa de la alianza no había muchos puntos comunes entre ambos países, pero que según esa alianza fue creciendo, también fueron creciendo las semejanzas, y, por ejemplo, los valores democráticos fueron adquiriendo cada vez más importancia en Corea del Sur, por lo que la alianza pudo cómodamente seguir fortaleciéndose.

El Dr. Intaek Han, del Instituto Jeju para la paz, acotó que la alianza proporciona más que seguridad y la garantía de esa seguridad. Desde el momento que los estadounidenses llegaron para rescatar a los surcoreanos durante la guerra, Corea del sur sufrió una gran transformación y pasó de ser uno de los países más pobres en el mundo a uno de los más prósperos económicamente con una democracia vibrante. Por lo que es claro que la alianza ha sido muy beneficiosa, pero también lo ha sido para Estados Unidos “porque ahora compartimos los mismos valores y visiones”. Pero es el momento en los que hay que comenzar a hacer cambios del futuro de alianza, frente a un riesgo nuclear en Corea del Norte.

La Dr. Sue Mi Terry, ex miembro CIA y ex consejera de seguridad nacional, explicaba la complejidad del caso de Corea para las administraciones estadounidenses. “Han pasado 4 presidentes por la Casa Blanca, y transcurrido 3 décadas en las que la Corea del Norte ha ido desarrollando su carrera nuclear a pesar de la gran presión, lo que prueba lo difícil de la situación”. La última provocación, hacer estallar la oficina de asuntos coreanos es la muestra de la insatisfacción de Pyongyang con el presidente Moon. Esto es parte de una gran estrategia; Corea del Norte está presionando a Seúl para que rompa su acuerdo con Washington, por lo que el gobierno de Moon podría hacer concesiones o mediar para el levantamiento de algunas sanciones.

Kim Jong-un lo dijo en Hanoi claro, su objetivo es el levantamiento de sanciones, lo necesitan. Pero ahora más que antes debido a la pandemia, ya que su situación económica tiene que ser mucho peor que antes.

Oportunamente, el régimen norcoreano anunciaba la semana pasada que suspendían las acciones militares, lo que es un movimiento táctico fríamente estudiado. Ahora Kim Jong-un es el moderado y más diplomático, mientras su hermana Kim Yo-jong es quien hace los anuncios como los de la explosión de la oficina, o usa los adjetivos ofensivos típicos de la propaganda norcoreana.

Una vez más, el régimen está jugando su juego, presionando pero sin señalar a ningún líder directamente, porque en el fondo seguro que Pyongyang guarda la esperanza de que Trump tenga alguna concesión en los últimos meses antes de las elecciones. Pero en medio de su necesidad interna muestra su rabia a Corea del Sur, que son lo que más han apostado por esa relación.

David Helvey, asistente del Secretario de Defensa estadounidense para los asuntos de seguridad nacional del indo-pacífico, acotó que si algo han enseñado estos 70 años de relación es que Corea del Norte es un adversario adaptable a las circunstancias y que debido a esa adaptabilidad es clave que la alianza entre Seúl y Washington sea también adaptable no sólo para que pueda continuar, sino que pueda adelantarse a predecir los riesgos que presenta Corea del Norte. Aprovechó el momento para reafirmar el compromiso de Washington con Seúl más allá de lo militar mientras remarcó la necesidad de que Seúl y Tokio se acerquen, pues es clave para la estabilidad de la región.

Mar de la China, vuelta a la “normalidad”

Conforme avanza la llamada desescalada en la región de Asia Pacífico, las potencias y los aspirantes a serlo vuelven poco a poco a exhibir músculo militar, a enseñar los dientes a sus vecinos en peligrosas reafirmaciones de supuestos derechos.

Tras unas semanas de cierto parón, China ha vuelto a sus patrullajes por los mares en los que reclama soberanía, no admitida por los tribunales internacionales ni por sus vecinos, y en cuyo despliegue han ocasionados incidentes serios con barcos japoneses, estadounidense y vietnamitas.

Hay que recordar que en los pasados meses, China ha declarado el establecimiento de dos nuevos distritos administrativos, uno en las islas Spratly, que se disputa con Filipinas, Malasia, Taiwán, Vietnam y Brunéi; y otro en las Paracel, que también reclaman Vietnam y Taiwán. Manila presentó en abril un par de protestas diplomáticas ante China por dichas iniciativas y también a raíz de un incidente entre un navío chino y un buque de la Armada filipina en aguas de este país.

Entretanto, y por razones obvias, Japón ha anunciado la reanudación de sus planes de fortalecimiento de sus fuerzas de defensa, entre los que está la transformación de algunos de su decena de portahelicópteros en portaviones más multifuncionales y con capacidad ofensiva y la adquisición de cazas más modernos para su fuerza aérea. Además de la reconsideración del despliegue de sistema antimisiles estadounidense Aegis Ashore para potenciar tecnologías propias menos costosas.

Estas decisiones reflejan la tensión contenida en la zona, que no es de ahora sino que lleva muchos meses en un lento pero continuado ascenso y en la que las provocaciones y presiones de Corea del Norte contribuyen no poco a agitar las ya revueltas aguas.

Pero es Estados Unidos la potencia con presencia en la zona a la que todos miran, unos con hostilidad y otros con esperanza de que sus fuerzas armadas sean la garantía de mantenimiento del status quo. Algunas actitudes ambiguas de la Administración Trump han provocado incertidumbre en algunos aliados y están induciendo al rearme nacional de la mayoría de los países presentes en la zona de riesgo.

THE ASIAN DOOR: Medios de pago, un titán llamado China. Águeda Parra

La industria del turismo internacional ha encontrado en los pagos móviles el gran aliado para promocionar los destinos turísticos, especialmente entre los visitantes chinos que pueden seguir utilizando su mismo ecosistema digital cuando visitan otros países. En origen, el uso del smartphone se ha impuesto como el medio de pago más atractivo e idóneo para más de la mitad de los consumidores. El uso de tarjetas de crédito es bastante menor en el gigante asiático que en otros países, solamente una de cada cuatro personas la utiliza, mientras que el uso del efectivo acentúa su tendencia decreciente siendo el medio de pago utilizado entre uno de cada cinco consumidores, según datos de la consultora Ipsos.

Los usuarios que utilizan el pago con móvil en China representan más del 80%, más del doble del uso que se realiza en cualquier otro país. En Europa, son los países nórdicos los que más hábito tienen en este tipo de pagos, mientras que en España, aunque nos situamos por delante de Francia o Alemania, mostramos una baja adopción de esta modalidad y solamente 1 de cada 6 pagos se realiza con el smartphone. Sin embargo, aunque España no cuenta con el nivel de penetración que tienen los pagos móviles en China, se sitúa en el Top 5 entre los países europeos que más utilizan un mobile wallet, según eMarketer. Aunque principalmente su uso está asociado a una aplicación de banco, otras opciones como Apple Pay y Google Pay comienzan a despuntar y ya se utilizan en más del 20% de los casos.

A las buenas perspectivas mundiales de crecimiento del mercado de las FinTech se suma el factor turismo chino y el uso de aplicaciones como AliPay, la plataforma de medios de pago propiedad de Alibaba, y WeChat Pay, la solución desarrollada por el titán tecnológico Tencent, la competencia más directa. De hecho, un estudio de Nielsen muestra que el 93% de los turistas chinos gastaría más dinero en sus visitas en el extranjero si se aceptaran los medios de pago utilizados en China.

Actualmente, los turistas chinos utilizan el teléfono móvil en el 69% de los pagos en el extranjero, un uso que alcanzaría el 93% si se dieran las condiciones tecnológicas para hacerlo. Un mayor uso del teléfono móvil para realizar los pagos supone una estimación de gasto superior, de modo que teniendo en cuenta que a España llegaron durante el 2019 casi 900.000 turistas chinos, su nivel de gasto se incrementaría significativamente si estuvieran desplegadas en más puntos de venta las aplicaciones digitales de pagos móviles que se utilizan en China.

Como parte de la Ruta de la Seda Digital, Alipay está comenzando a expandirse por España y en poco más de un año ha conseguido incorporar más de 1.000 puntos de venta, lo que ha hecho que España sea el país europeo que ha experimentado un mayor volumen de transacciones a través de su plataforma. De hecho, la post-pandemia va a elevar el uso que hacemos de los pagos por móvil, generando una ventana de oportunidad para que se consolide esta práctica, dando mayor cobertura a las FinTech en general, y a las chinas en particular.

En China, las aplicaciones de los grandes titanes tecnológicos chinos como Alipay y WeChat Pay son el referente de cómo se están implementando las FinTech en el gigante. De modo que si lo unimos a la inversión que están realizando gigantes como Alibaba en desarrollar el e-commerce en España, aplicaciones como AliPay no van a estar disponibles para uso exclusivo de los turistas chinos, sino que poco a poco irán formando parte del ecosistema digital que vamos a generar y donde va a estar muy presente esta nueva generación de servicios Designed in China.

INTERREGNUM: Corea, 70 años después. Fernando Delage

El 16 de junio, cumpliendo órdenes directas de la hermana del líder norcoreano, Kim Yo-jong, en su capacidad como alto cargo del Comité Central del Partido de los Trabajadores, se demolió la oficina de asuntos intercoreanos en la zona especial de Kaesong. Pyongyang respondió así al lanzamiento de globos con propaganda contra Corea del Norte en localidades cercanas a la Zona Desmilitarizada (ZD). Es el tipo de provocación que suele acompañar a los procesos de sucesión en el régimen, por lo que no pocos observadores creen que puede tratarse de una maniobra para reforzar la credibilidad como líder de Kim Yo-jong en el caso de incapacidad o muerte de Kim Jong-un.

Pero las implicaciones, naturalmente, no son solo internas. Es un gesto con el que Pyongyang parece querer poner fin al acuerdo que firmó con Seúl en 2018, y restaurar una presencia militar en el complejo industrial de Kaesong y en la zona turística del monte Geumgang, donde se permitió el reencuentro de familias separadas por la frontera.  Corea del Norte no sólo privaría así al gobierno de Moon Jae-in de uno de sus principales logros para reducir la tensión entre ambos Estados, sino que está transmitiendo a su opinión pública el mensaje de que Corea del Sur sigue siendo un enemigo.

Casualidad o no, la acción de Pyongyang coincide con el 20 aniversario de la primera cumbre intercoreana (13-15 junio 2000), y se ha producido un año después de la visita del presidente norteamericano, Donald Trump, a la ZD (20 junio 2019). Lo que es más importante, se solapa con el 70 aniversario de la guerra de Corea, iniciada el 25 de junio de 1950 cuando tropas del Norte traspasaron el paralelo 38 y, en tres días, se hicieron con Seúl.

La apertura de los archivos ha conducido, durante los últimos años, a un aluvión de nuevos estudios académicos que han ofrecido un mejor conocimiento de los orígenes, desarrollo y consecuencias de este conflicto, olvidado por la inmensa mayoría de los norteamericanos—que ni siquiera recordarán MASH, la serie de televisión—pero siempre presente entre los coreanos, en particular los del Norte. Al contrario de lo que el abuelo del actual líder, Kim Il-sung, dijo en su día a su población—que Pyongyang se veía obligada a responder a una invasión del Sur—se trató de una ofensiva cuidadosamente planificada para coger por sorpresa a Seúl y reunificar la península por la fuerza. Fue también una mentira que sirvió de base al relato conforme al cual el Norte describió el conflicto durante las siete décadas siguientes. La “Guerra de Liberación de la Madre Patria” ha servido a sucesivos miembros de la dinastía dirigente para legitimarse en el poder como defensores de la nación frente a los enemigos externos. También Kim Jong-un, en efecto, ha mantenido esta versión revisionista de la historia para recordar a su pueblo el imperativo de la lealtad hacia su líder y la necesidad de un arsenal nuclear.

El conocimiento de la verdad por los norcoreanos supondría una amenaza existencial para el régimen. Pero que esta versión del pasado siga marcando el futuro no hace sino consolidar la división de la península, como confirman distintos estudios de opinión en el Sur. Según un sondeo de la Universidad Nacional de Seúl del pasado año, sólo el 53% de la población considera necesaria la unificación, por debajo del 64% de 2007. Los surcoreanos que mantienen la opinión contraria y los que apoyan el mantenimiento del statu quo suman el 40%, frente al 27% que representaban en 2007. Entre los motivos de quienes apoyan la reunificación, es revelador, por otra parte, que el argumento de que “somos una misma nación” ha caído del 58% de 2008 al 35%. Y, en un dato no menos significativo, otra consulta de 2018 reveló que el 77% de los surcoreanos elegirían la economía antes que la reunificación si tuvieron que optar entre una u otra. En Corea del Sur, décimo-segunda economía del mundo y una de las más sólidas democracias asiáticas, se abre camino por tanto una nueva percepción del Norte, lo que también afectará a su juego diplomático y, en consecuencia, a la estructura geopolítica del noreste asiático.

Compás de espera

Poco a poco. La Unión Europea va endureciendo sus posiciones frente a China pero procurando marcar distancias, al menos formales, con Estados Unidos, como parece exigir la tradición de unas élites políticas siempre tan necesitadas de los apoyos norteamericanos como de disimular esa dependencia con resentimiento ideológico.

Pero Bruselas no puede desconocer la realidad del gran proyecto chino, autoritario y liberticida, de exportar su modelo, instalarse como potencia mundial y despreciar casi cualquier norma internacional que choque son los intereses de su gobierno.

Pero, de momento se vive un compás de espera en el que se dan pequeños pasos y con mucha cautela. Las elecciones de otoño en Estados Unidos que determinarán si se mantiene el errático factor Trump durante cuatro años más aconsejan esperar y, a la vez, dar tiempo a comprobar qué mundo económico y geopolítico va dibujándose en la post pandemia, cuando esta llegue.

Mientras tanto, la situación política en Estados Unidos se degrada a caballo de los problemas raciales y del clima preelectoral, el coronavirus sigue incorporando factores de incertidumbre que dificultan los planes chinos a pesar de su propaganda y en Rusia, con grandes dificultades, Putin aprovecha cada hueco para tratar de consolidar su poder personal, recordar que Rusia sigue siendo una potencia imprescindible, sobre todo en Europa y Oriente Medio, y exigir sentarse en todas las mesas posibles. En fin, lo mismo de antes con factores nuevos y nuevos riesgos.

Globos versus explosivos. Nieves C. Pérez Rodríguez

El COVID-19 sigue generando estragos en el mundo y el número de infecciones sigue subiendo, incluso en medio de los tremendos esfuerzos que muchas naciones hacen para reabrir sus economías. Entretanto, todas las actividades escolares y académicas se reactivaron en Corea del Sur y desde guarderías hasta las universidades reabrían sus puertas la semana pasada, en medio de unas medidas extremas. Mientras, China admitía que tenía un nuevo brote del virus en Beijing y declaraba la ciudad en cuarentena.

Mientras tanto, la pandemia ha dejado a Corea del Norte más aislada que nunca debido a las propias medidas que Kim Jon-un impuso en los primeros días de haberse declarado el estado de alarma en la provincia de Wuhan.  El régimen cerró sus fronteras herméticamente, por lo que la carencia de productos no ha hecho más que incrementarse al extremo, junto con la larga lista de sanciones que pesan sobre el régimen, lo que en conjunto está estrangulando la ya precaria economía norcoreana.

La acción del régimen norcoreano el 16 de junio de destruir la oficina de enlace conjunto de las Coreas, es una respuesta a la desesperación en la que se encuentran. En otras palabras, volar por los aires el edificio de 4 pisos de hormigón y acero, construido íntegramente por Corea del Sur para Corea del Norte, es una muestra de la frustración de Kim con el presidente Moon, por no haber conseguido ningún avance en los últimos años.

El edificio, -ubicado muy cerca del paralelo 58, en la ciudad de Kaesong- representaba un gran símbolo para la paz en la península, así como lo era para el presidente Moon, quien ha hecho esfuerzos tremendos por acercarse al régimen norcoreano, y quien cree en una integración eventual de ambos países.

Construido en el 2018, el inmueble fue levantado como resultado de las históricas conversaciones intercoreanas. La fecha escogida para la extinción del mismo también tiene simbolismo, pues la semana pasada se celebró el vigésimo aniversario de las primeras conversaciones en las que se asumió el compromiso de cooperación y diálogo entre ambas coreas.

La acción fue anunciada por Kim Yo-jong, la hermana del líder, quién ha ido asumiendo un rol cada día más visible e importante en Pyongyang. Y en el comunicado -publicado por la agencia oficial norcoreana- exigía que el gobierno de Seúl castigara los desertores, a quien además llamó traidores, escoria humana e indeseables por atreverse a dañar el prestigio de su líder. Refiriéndose a los líderes de las ONGs que enviaron alimentos, panfletos, biblias, etc., por globos y unas botellas.

Esta acción, que es la primera de un grupo de acciones que sólo buscan el comienzo de una escalada de tensiones, es una excusa para provocar y comenzar una pelea y con ello ganar la atención de nuevo.

Muy oportunamente, el controvertido libro de John Bolton, el ex asesor de seguridad nacional de Trump, cuenta detalles sobre cómo desde Washington se manejó todo lo que tiene que ver con las relaciones coreanas. Y en sus propias palabras “todo el fandango diplomático fue creado por Corea del Sur, y su propio presidente y su idea de reunificación”. Moon según Bolton, generó expectativas tanto en Trump, lo que lo llevaba a organizar las cumbres para encontrarse con Kim Jong-un, como en Kim, quien accedía a los encuentros. Mientras, afirma también la necesidad de Trump de aprovechar el encuentro para hacer un show, y la prueba son las infinitas preguntas que hacía el presidente estadounidense sobre el número de asistentes y medios a las cumbres.

Este momento es realmente complicado para Pyongyang, pues Trump está a tan sólo 3 meses de elecciones presidenciales, con una situación doméstica muy enardecida entre el covid-19 y las protestas en contra del racismo. Sabe que podría sacar poco, y de perder Trump las elecciones, cualquier avance podría ser retroceso en unos meses.

Y a nivel doméstico, el escenario también es complicado para Kim, pues se sospecha que la situación norcoreana debe haberse agravado mucho desde el principio de año. Y, como si fuera poco, sus escasas apariciones, tan solo tres veces desde el 11 de abril, dejan muchas interrogantes en el aire.

THE ASIAN DOOR: La nube con características chinas. Águeda Parra

Con independencia del puesto que cada país ocupe en las múltiples clasificaciones internacionales que sitúan a las economías en la categoría de más o menos avanzadas, la pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto que la realidad digital que cada uno de ellos disfruta está directamente relacionada con el nivel tecnológico que hayan desplegado. Disponer de una adecuada cobertura de conexión a Internet, y que la sociedad disponga de dispositivos electrónicos habilitados para trasladar la actividad laboral al trabajo en remoto, y la educación presencial a una virtual, ha pasado a convertirse en necesidad básica de bienestar a nivel mundial.

A pesar de estar todavía considerada como una economía en transición, la respuesta tecnológica de China para contener la crisis sanitaria apoyándose en un ecosistema digital, transversal a varios sectores, ha estado al mismo nivel que el de otros países considerados como desarrollados. Asimismo, la madurez de su entorno tecnológico se ha situado muy por delante a la de otros países occidentales, como producto de la ambición de China por incorporar las nuevas tecnologías a los procesos productivos, el amplio despliegue que dispone de la red 5G a nivel nacional, y la adopción tecnológica de la sociedad china en su conjunto.

El 5G es una generación de telefonía móvil angular al desarrollo de las nuevas tecnologías que van a marcar la construcción de la siguiente revolución industrial. Sobre esta red se basarán los avances en el desarrollo de las nuevas tecnologías, experimentando alguno de ellos un importante impulso como tendencia post-pandemia, como es el caso del negocio de la nube, principalmente como estrategia para dar respuesta a la necesidad de fomentar una transformación digital empresarial más acelerada. De ahí que el impulso en el despliegue del negocio cloud fomentará un mayor desarrollo de infraestructuras de la próxima generación de red móvil que, a su vez, favorecerá la implementación de otros servicios 5G dirigidos a cubrir las nuevas necesidades digitales de empresas y consumidores.

Al igual que en otros ámbitos tecnológicos, la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China también se intensifica en el negocio de la nube, donde entre ambos acaparan el 75% del mercado cloud mundial. Aunque las tecnológicas norteamericanas mantienen un liderazgo muy holgado, representando Amazon el 49,2% y Microsoft el 15,5% de la cuota de mercado de la nube, el titan del e-commerce chino Alibaba forma parte del Top 3 entre los grandes proveedores de servicios cloud, alcanzando un 7%, por delante de Google, que se sitúa en cuarta posición, con un 4%, según la consultora Gartner. De modo que la cada vez mayor presencia de Alibaba en nuestro mercado, supondrá un mayor despliegue de sus líneas de negocios, no solamente del e-commerce y los medios de pago, sino también de los servicios cloud.

Una nube con características chinas que aportará los progresos y experiencias que ya se están ofreciendo en el gigante asiático en varios sectores, entre ellos el de los coches conectados, la antesala de los coches autónomos. De hecho, la colaboración privada para desarrollar el negocio de la nube cuenta en China con la colaboración de los BAT (Baidu, Alibaba y Tencent), los tres grandes titanes tecnológicos que han desarrollado sus propias filiales cloud para comenzar a monetizar un negocio que está comenzando a despuntar a nivel global.

Al margen del sector de la automoción, los negocios en la nube comienzan a proliferar en el gigante asiático en otros ámbitos de actividad productiva, aunque la transformación digital en el entramado empresarial chino todavía tiene un amplio recorrido. De hecho, las empresas chinas con presencia en la nube representaban el 30,8% en 2018, algo menos que el 50% que registraba Estados Unidos, según una encuesta china. De ahí que, para seguir incrementando el desarrollo de plataformas de Internet industrial, China aspire a incorporar en las plataformas cloud a un millón de empresas, haciendo que la nube con características chinas sea además promotora de un millón de aplicaciones de vanguardia en 2025, según MERICS.

Toda esta innovación impulsada por los titanes tecnológicos chinos seguirá su despliegue por la Ruta de la Seda Digital, medio por el que la innovación china va alcanzando nuevos mercados y con el que comienza a definirse la nueva era del Designed in China.

INTERREGNUM: Bruselas mueve nueva ficha. Fernando Delage

Tal como se propusieron sus nuevos dirigentes, la Unión Europea busca su espacio en el terreno geopolítico, lo que en la práctica supone ante todo situarse frente a la competición estratégica entre Estados Unidos y China. Con solo unos días de diferencia han tenido una doble ocasión para hacerlo, al celebrarse el Diálogo Estratégico anual UE-China (el 10 de junio), y el encuentro del Alto Representante y los ministros de Asuntos Exteriores de los 27con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo (el pasado lunes). Aunque Alemania ha decidido posponer la esperada reunión extraordinaria de los jefes de Estado y Gobierno de la Unión con el presidente chino, prevista para septiembre en Leipzig, en una semana se celebrará también la cumbre regular UE-China, la primera de la Comisión von der Leyen, con el primer ministro Li Keqiang.

Con antelación a estos encuentros, el Alto Representante, Josep Borrell, ha señalado de manera rotunda que Bruselas no se sumará a Washington en una política de confrontación con China, minimizando asimismo la retórica de rivalidad con Pekín que parecía desprenderse de las líneas estratégicas de la Comisión del pasado año. “Como europeos, indicó, tenemos que seguir nuestro propio camino, con todos los desafíos que ello supone”.

Con frecuencia importan más los hechos que las palabras, mientras que los movimientos hacia los países intermedios también pueden dar más resultados que los avances con las grandes potencias. Así ocurre por ejemplo con la estrategia de acuerdos de libre comercio que Bruselas lleva desplegando desde hace unos años. Primero fueron las democracias del noreste asiático, Corea del Sur y Japón, con los que se acordó simultáneamente una asociación de carácter estratégico. Posteriormente se ha ido abriendo brecha en el sureste asiático: tras el acuerdo con Singapur (en vigor desde noviembre del año pasado), Vietnam ha sido objeto del segundo. El 8 de junio, la Asamblea Nacional de Vietnam aprobó, en efecto, el Acuerdo de Libre Comercio Vietnam-Unión Europea. Con el visto bueno del Parlamento Europeo, obtenido el pasado mes de febrero, y del Consejo de Ministros, un mes más tarde, por parte de la UE, tras superarse las últimas formalidades el pacto entrará en vigor en dos o tres meses.

Según el Banco Mundial, Vietnam será la economía asiática que registrará un mayor crecimiento este año. El acuerdo podrá traducirse en un aumento del 2,4% de su PIB, y de un 12% de sus exportaciones en la próxima década. La ratificación del pacto por parte de Hanoi es un claro reflejo de su opción por la liberalización comercial, y coherente con su participación en el CPTTP (el antiguo TPP sin Estados Unidos). Para la UE, supone un nuevo salto adelante en su vinculación con esta subregión asiática y con la ASEAN, y facilita el acceso de las empresas europeas a uno de los grandes bloques económicos del planeta, del que Bruselas es el tercer mayor socio.

El entendimiento entre Bruselas y Vietnam es, desde esta perspectiva, otro ejemplo de la transformación de la dinámica regional. Mientras la administración Trump ha amenazado a Hanoi con la imposición de tarifas (el presidente norteamericano dijo el año pasado que Vietnam era aún peor que China por su política comercial), el gobierno vietnamita ha querido impulsar el pacto con la UE. Por su parte, esta última avanza en la construcción de una presencia que, aunque aparentemente económica y comercial, se traducirá en una creciente influencia política. De manera indirecta implica también el apoyo de Bruselas al CPTPP, una circunstancia que podría facilitar que, de producirse un cambio de presidente en la Casa Blanca, Washington reconsidere su abandono de este instrumento decisivo frente a una China en ascenso.

INTERREGNUM: Doble juego. Fernando Delage

Una doble dinámica—la pérdida de credibilidad de Estados Unidos bajo la administración Trump y la presión de China sobre sus Estados vecinos—está produciendo como efecto un acercamiento entre las democracias asiáticas con el fin de asegurar la sostenibilidad de una estructura regional basada en reglas. Los aliados y socios de Washington no renuncian a su protección—que, de hecho, quieren reforzar—, pero tampoco a las oportunidades económicas que representa la República Popular, a cuyo poder en ascenso no tiene sentido enfrentarse.

En los últimos días ha podido observarse de nuevo ese doble juego dirigido a mantener, a un mismo tiempo, la estabilidad política de la región y la prosperidad económica nacional. Pese al desafío que representa China para sus intereses a largo plazo, Japón no ha querido sumarse al comunicado de Washington y Londres contra la ley de seguridad nacional aprobada por Pekín para su aplicación en Hong Kong. Y, de manera aún más simbólica, los primeros ministros de India y Australia, Narendra Modi y Scott Morrison, han acordado elevar el nivel de su asociación estratégica, concluida en 2009.

El acuerdo entre Sidney y Delhi, que permite a ambas naciones el acceso a sus respectivos puertos y bases navales, refuerza sus vínculos en el terreno de la defensa, con un pacto similar al que ya firmó India con Estados Unidos en 2016. Los dos gobiernos consolidan de este modo el esfuerzo compartido de las grandes democracias marítimas de la región por evitar la modificación unilateral del statu quo por parte de China. Modi y Morrison coinciden en sus fines, en efecto, con su homólogo japonés, Shinzo Abe, “padre” del concepto del Indo-Pacífico. Aunque desde una perspectiva ligeramente distinta, la estrategia regional anunciada por la ASEAN el año pasado también persigue unos objetivos similares.

Pero también la propia China juega en un doble escenario. Junto a puntuales acciones coercitivas, Pekín mantiene vivo su apoyo a los procesos multilaterales. Así quedó de manifiesto la semana pasada cuando el primer ministro, Li Keqiang, indicó el interés de la República Popular por incorporarse al CPTTP, es decir, el antiguo Acuerdo Trans-Pacífico (TPP) reactivado por Japón para su firma después de que Estados Unidos lo abandonara. Recuérdese que el TPP fue una de las grandes iniciativas del presidente Obama para evitar que las naciones asiáticas pasaran a depender en exceso de la economía china. La ironía de que China quiera incorporarse a un acuerdo que se construyó contra ella es una poderosa ilustración del juego regional en curso.  Se trata en realidad de una mera declaración retórica, pues los requisitos para su adhesión—en materia de derechos laborales o de libertad de circulación de la información, por ejemplo—hacen inviable la participación de la República Popular. No obstante, es una muestra del reconocimiento por parte de los dirigentes chinos de los intereses que comparten con la mayoría de los Estados asiáticos, con independencia de sus diferentes valores políticos y de preocupaciones estratégicas contrapuestas. La intención norteamericana de romper su relación de interdependencia económica con China no hace sino reforzar el interés de Pekín por los acuerdos regionales.

De este modo, para sorpresa de sus propios aliados y socios en la región, mientras China y sus vecinos maximizan sus opciones, Estados Unidos limita las suyas al enrocarse en la denuncia de Pekín sin un concepto de orden regional futuro, y dando argumentos en consecuencia a quienes hablan de una nueva guerra fría. El lamento de sus amigos queda bien expresado por el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, en el próximo número de Foreign Affairs. En una excelente reflexión sobre el estado de cosas en la región, Lee renuncia a las sutilezas diplomáticas para describir de manera rotunda la situación: “Si Washington trata de contener el ascenso de China o Pekín busca construir una esfera de influencia exclusiva en Asia, comenzarán una escalada de confrontación que durará décadas y pondrá en peligro el largamente esperado siglo de Asia”. Las naciones asiáticas no quieren tener que elegir entre una u otra potencia, pero tampoco van a esperar a la resolución de este lance. Como han vuelto a revelar India y Australia hace unos días, intentan dar forma a un orden regional incompatible con la primacía de un solo actor; a un equilibrio multipolar en el que puedan primar las reglas y los valores democráticos.

Qué significa el cambio de estatus para Hong Kong (II). Nieves C. Pérez Rodríguez

Hong Kong atraviesa uno de los momentos más duros de su historia. Hace justamente un año que el pueblo salía a las calles a protestar en contra de la ley de extradición. Protestas que han permanecido activas durante doce meses sin parar a pesar del alto costo para la economía y sus propios ciudadanos. Los hongkoneses intuían que tenían que seguir en las calles para demostrarle al mundo su rechazo a la injerencia china en su sistema jurídico y por tanto en su territorio, a pesar de estar bajo la fórmula “un país, dos sistemas”.

Ahora la situación es bastante más compleja que hace un año debido a la aprobación de la ley de seguridad nacional china, que según los analistas amenaza las libertades civiles y políticas fundamentales en Hong Kong. Y que pone en las manos del Partido Comunista chino el futuro de este territorio que conoció democracia en su mayor florecimiento.

Para entender lo que significa para Hong Kong el nuevo estatus, incluido el posible revocamiento del estatus económico especial que le concedió Washington en los años 90, 4Asia conversó con Greg Knowler, editor en Europa de “Journal of Commerce”, revista especializada en comercio e intercambios internacionales.

Knowler tiene una larga trayectoria cubriendo transporte y logística en Europa y Asia Pacífico. Trabajó durante diecisiete años en Hong Kong y conoce profundamente la actividad económica de la isla. A continuación, lo que nos dijo:

“La razón por la cual Hong Kong evolucionó y se convirtió en un centro financiero y comercial es precisamente por su estatus de libre mercado, con un poder judicial independiente, un estado de derecho, supervisión regulatoria y bajos impuestos y libertad de expresión.

En cuanto al trasporte y la logística, debido a que Hong Kong no es parte de la China continental -por su ubicación geográfica- depende totalmente del movimiento transfronterizo de carga tanto del puerto como del aeropuerto, desde donde sale la carga que se transborda a los mercados extranjeros.

Si se perdiese la autonomía, el estado especial de la zona se vería amenazado, pero mis contactos en Hong Kong insisten en que la economía hongkonesa y la china están intrínsecamente unidas y mutuamente dependientes. Por lo que no creen que Beijing tenga interés alguno en cambiar esa realidad.

En cuanto a la amenaza de Washington de acabar con el estatus económico preferencial, sospecho que es sólo una amenaza, sólo una retórica mal dirigida que terminará perjudicando negocios estadounidenses en Hong Kong. Dicho esto, no se debe subestimar la intolerancia del Partido Comunista chino a la disidencia, y la frustración de no haber podido acabar con las protestas en Hong Kong.

La fuerza policial de Hong Kong pasó de ser un cuerpo de seguridad querido y respetado por la sociedad civil, a ser visto como la extensión del poder de Beijing en territorio hongkonés. Y la imposición de la ley de seguridad nacional les dará aún más autoridad.

Pero al final, lo que debería mantener aislado y a salvo a Hong Kong de los elementos destructivos del gobierno del Partido Comunista Chino es, precisamente, su papel como centro financiero y de intercambios comerciales. China no puede permitirse acabar con eso”.