China desafía a occidente: guerra de sanciones. Nieves C. Pérez Rodríguez

La Unión Europea anunciaba sanciones el lunes pasado a 4 funcionarios chinos encargados de las operaciones de los “centros de reeducación” en Xinjiang. Estas sanciones vienen a complementar las impuestas por Washington en julio de 2020 a otros 4 funcionarios chinos claves, como el jefe regional del PC Chen Quanguo, quien es visto como el artífice de las políticas de Beijing contra las minorías musulmanas y que anteriormente estuvo a cargo de las acciones impuestas en el Tibet; el director de la oficina de seguridad de Xinjiang, un ex funcionario de seguridad, y una destacada figura del partido en Xinjiang. Estratégicamente los europeos sancionaban otras personalidades y no las que ya habían sido sancionadas por los Estados Unidos con la intención de neutralizar más piezas claves del PC chino.

Reino Unido se sumaba a las sanciones de la UE, y Beijing respondía con sanciones a sanciones a 7 parlamentarios y 2 académicos. “Es nuestro deber denunciar el abuso de los derechos humanos por parte del gobierno chino en Hong Kong y el genocidio de los uigures”, dijo Ducan Smith, académico y sancionado, quien afirmaba que “aquellos de nosotros que vivimos días libres bajo el imperio de la ley debemos hablar por aquellos que no tiene voz”.

Canadá también se sumaba a la acción coordinada de sancionar miembros del PC chino. Por lo que la respuesta de Beijing no se hizo esperar sancionando a 2 miembros de la comisión internacional de libertad religiosa (USCIRF) estadounidenses y a 9 parlamentarios canadienses. A lo que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau aprovechó la oportunidad para manifestar: “Las sanciones chinas son un ataque a la transparencia y a la libertad de expresión y valores en el corazón de nuestra democracia. Apoyamos a los parlamentarios y nos manifestamos en contra de estas acciones inaceptables y continuaremos defendiendo los derechos humanos en todo el mundo con nuestros socios internacionales”.

China y Canadá llevan un par de años de fuerte tensiones desde que la policía canadiense prohibieran a la ejecutiva de Huawai, Meng Wanzhou, salir del país por solicitud de la Administración Trump, basándose en una orden de un tribunal de New York que emitió una mandato de arresto para Meng para que fuera juzgada en los Estados Unidos por violación a sanciones estadounidense en contra de irán y conspiración para robar secretos comerciales”.

Australia y Nueva Zelandia no han impuesto sanciones, pero sí han manifestado su apoya a las que otros países han puesto. Aunque Australia ha expuesto abiertamente que consideran que China debe responsabilizarse por el daño causado por la pandemia, lo que ha generado fricciones importantes entre ambos. En efecto, el Ministro de Comercio australiano amenazaba con llevar a China ante la OMC a finales de la semana por su decisión injustificable de aumentar los aranceles en las importaciones de vino australiana entre el 116.2% al 218.4% por cinco años, como otro de sus mecanismos de retaliación.

El secretario de Estado de EEUU publicaba una declaración el sábado por la noche sobre la respuesta de China: “Los intentos de Beijing de silenciar a quienes se pronuncian por los derechos humanos y las libertades fundamentales solo contribuyen al creciente escrutinio internacional del genocidio y los crímenes de lesa humanidad en curso en Xijiang. Nos solidarizamos con Canadá, el Reino Unido, La UE y otros socios y aliados del mundo para pedir a la República Popular China que ponga fin a las violaciones de derechos humanos y los abusos en contra de los uigures, así como hacia otras minorías étnicas y religiosas de Xinjiang y la liberación de los detenidos arbitrariamente…” 

La Administración Biden, con poco más de dos meses en el poder, no ha perdido tiempo en restablecer relaciones con los aliados tradicionales y consolidar acercamientos que en los últimos años habían sufrido un enfriamiento considerable. El tono de la Casa Blanca es mucho más reconciliador hacia sus aliados y las acciones del Departamento de Estado de Blinken parecen estar articulando un sólido frente internacional que, en primer lugar, alerte sobre el peligro de China y segundo lugar, parecen intentar poner fin a las prácticas e irregularidades chinas en el mundo.

Beijing por su parte se ha dedicado a responder como otra potencia fuerte que no está dispuesta a dejarse amedrentar,  por lo que se acerca a Rusia e Irán para levantar su propio frente de oposición mientras ha pasado la semana respondiendo con sanciones y tarifas para castigar a quienes los juzgan por lo que están haciéndole a los Uigures, que cada día el mundo ve más claro que es la erradicación de esa etnia a través de la eliminación de sus costumbres, religión, idioma, cultura y hasta nacimientos.

THE ASIAN DOOR: Suez y Malaca, enclaves estratégicos. Águeda Parra

La pandemia ha ejercido un importante efecto transformador en las dinámicas de generación de flujos de inversión extranjera a nivel mundial. En el caso de China, el impacto de la crisis sanitaria se ha visto ampliamente reflejado en los ritmos de desarrollo de los proyectos contemplados en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta que alcanzaron una inversión de 23.500 millones de dólares durante el primer semestre de 2020, según un informe de Moody’s. Las tensiones financieras se están produciendo a nivel mundial y estos volúmenes sugieren que la inversión a final de año estará bastante lejos de alcanzar los 104.700 millones de dólares que se registraron un año antes.

Los efectos de la pandemia en la economía internacional se prolongarán todavía durante varios años, y la construcción de infraestructuras que conecten China con Asia, Europa y África no volverán a tener los mismos ritmos de despliegue que se alcanzaron durante 2014-2019 hasta al menos dentro de un par de años. No obstante, las conexiones y las rutas abiertas hasta el momento por la nueva Ruta de la Seda siguen siendo un factor dinamizador en el desarrollo y crecimiento económico de los países que participan de la iniciativa, unos 139 según la agencia Moody’s. Y el Canal de Suez es un enclave estratégico en todo este esquema.

A diferencia del canal de Suez, la encrucijada del estrecho de Malaca en Malasia como vía de comunicación de China con el exterior podría suponer que su bloqueo por cuestiones geoestratégicas conllevara a que el gigante asiático quedara aislado del comercio internacional y, por ende, del suministro de los recursos energéticos necesarios para seguir manteniendo el desarrollo de su economía. Sin embargo, en el esquema de la Ruta de la Seda Marítima, el canal de Suez supone para China su conexión con los mercados europeos y, para el mundo en general, el bloqueo de este enclave estratégico representa la paralización del 12% del tráfico mundial de mercancías por vía marítima.

Por el canal de Suez pasa diariamente un volumen de tráfico que se estima en 9.600 millones de dólares entre los cerca de 50 barcos que cada día utilizan este canal, entre los que figuran buques portacontenedores, petroleros y otro tipo de cargueros en los que se transporta artículos de consumo como ropa y muebles, además de piezas para la fabricación de automóviles, entre otros componentes. Su uso como vía de comunicación entre Oriente y Occidente conlleva que la actividad de transporte de mercancías que se dirige hacia los puertos del oeste asciende diariamente a 5.100 millones de dólares, mientras que el tráfico que se dirige hacia el este está valorado en 4.500 millones de dólares, según la revista especializada Lloyd’s List.

La demora en la recuperación de este tránsito de mercancías está desviando el tráfico por la vía anterior a la construcción del canal de Suez, que supone bordear el extremo sur de África por el Cabo de Buena Esperanza. Desviar el tráfico por esta ruta suma más de 12 días al tiempo de transporte, algo más de 5.600 kilómetro, además del exceso en consumo de carburante que supone incrementar significativamente los costes de uno de los medios de transporte considerados más rentables.

La cadena de suministro se resiente por el bloqueo del canal de Suez, mientras China tiene ante sí la oportunidad de revitalizar el único corredor terrestre que contempla la iniciativa de la Franja y la Ruta para dinamizar el transporte de mercancías por vía férrea. El tren que conecta varias ciudades chinas con hubs de distribución de mercancías en varios enclaves estratégicos en Europa, y que tiene como trayecto más largo el que conecta la ciudad china de Yiwu con Madrid, pone de relieve la estrategia en la definición de las nuevas infraestructuras planteadas como parte de la Ruta de la Seda. Aunque la inversión en el desarrollo de los proyectos contemplados en esta iniciativa haya reducido su intensidad por motivos de la pandemia, las infraestructuras ya desplegadas comienzan a cobrar relevancia en el esquema de transporte del comercio internacional.

INTERREGNUM: Pekín, Moscú y Teherán mueven ficha. Fernando Delage

La intención de la administración Biden de restaurar la relación con los aliados, y el simultáneo interés europeo por restablecer los lazos transatlánticos, tienen como principal objetivo la gestión del desafío chino. Así se ha puesto de manifiesto en las sanciones impuestas conjuntamente por ambos actores—además de Reino Unido y Canadá—por los abusos cometidos en Xinjiang, y en el anuncio—realizado durante la visita del secretario de Estado, Antony Blinken, a Bruselas—de reactivación del foro de diálogo Estados Unidos-Unión Europea sobre la República Popular. La medida representa un nuevo paso adelante en la voluntad de la Casa Blanca de articular una respuesta unificada al ascenso de China, si bien la reacción de Pekín—que ha impuesto sanciones por su parte a parlamentarios y académico europeos—puede poner riesgo el acuerdo de inversiones firmado con la UE en diciembre.

China no se ha limitado sin embargo a elevar el tono y a responder con rapidez a las sanciones de que ha sido objeto. Sus movimientos diplomáticos tampoco se han hecho esperar. Apenas tres días después del encuentro de Alaska entre representantes chinos y norteamericanos, el 19 de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, llegó a Pekín, donde los dos gobiernos acordaron mantenerse unidos frente a Occidente. “Ambos, dijo Lavrov, creemos que Estados Unidos desempeña un papel de desestabilización. Se apoya en las alianzas militares de la guerra fría y trata de crear nuevas alianzas con el fin de erosionar el orden internacional”. Con una preocupación aparentemente menor por las sanciones, las dos potencias estrecharán su cooperación en áreas de interés compartido y desarrollarán alternativas comerciales y financieras que no les haga depender de las estructuras y prácticas dominadas por las democracias occidentales.

Tras este nuevo gesto de aproximación entre Pekín y Moscú, el ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, aterrizó en Teherán el 26 de marzo. Durante su breve estancia, ambas naciones firmaron un acuerdo de cooperación estratégica por un periodo de 25 años, haciendo así realidad la propuesta sugerida por el presidente Xi Jinping con ocasión de su visita a Irán en enero de 2016. Aunque los detalles del acuerdo no se han dado a conocer, abarca sectores diversos, el militar incluido, y se traducirá en una significativa inversión china en el sector energético y en infraestructuras. La República Popular es el primer socio comercial de Irán y uno de los principales destinos de sus exportaciones de crudo, sujetas como se sabe a sanciones norteamericanas.

Ninguno de estos movimientos es mera coincidencia. El deterioro de la relación de Washington con Moscú tras llamar Biden asesino a Putin, y con Pekín tras adoptarse medidas concretas contra la violación de derechos humanos en Xinjiang, han ofrecido una nueva oportunidad para el acercamiento chino-ruso. Desde el asedio del Capitolio el pasado mes de enero, los dos gobiernos se consideran más legitimados que nunca para denunciar la disfuncionalidad de las democracias liberales y la falsa universalidad de sus valores. Al incluir a Irán en la ecuación, Pekín no sólo refuerza su presencia en relación con la dinámica regional de Oriente Próximo—de la que también es prueba su declarada oferta de mediar entre israelíes y palestinos—sino que ha lanzado otro claro mensaje a la administración Biden: tanto para presionar económicamente a Teherán como para rehacer el pacto nuclear de 2015 necesitará contar con China. Las piezas se siguen moviendo en el tablero geopolítico.

Tensiones chino filipinas

En medio de la renegociación de los acuerdos de defensa ente Filipinas y Estados Unidos, ha aumentado la tensión militar entre Pekín y Manila cuando unos doscientos pesqueros chinos se han acercado a unos islotes de soberanía filipina a faenar, en unas aguas para las que China reclama autoridad exclusiva.

La Marina de Filipinas anunció el pasado el pasado 7 de marzo que había imágenes, publicadas más tarde, en las que se ven unas 220 embarcaciones chinas, que se sospecha que están tripuladas por las milicias marítimas chinas, ancladas en el Whitsum Reef, que se encuentra en la zona económica exclusiva de Filipinas.

El mar de la China Meridional  es desde hace décadas el escenario de un conflicto con la reivindicación de islotes y archipiélagos por parte de la República Popular de China (o China continental), la República de China (o  Taiwán), Vietnam, las FilipinasMalasia y Brunéi, de la zona.

Estos islotes y archipiélagos no están habitados, a pesar de la presencia de bases militares que, por otro lado, junto con el comercio, son el eje central del conflicto en cuestión.

Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwan y Brunéi reclaman partes de este estratégico mar -por el que circula el 30 % del comercio global y que alberga el 12 % de los caladeros mundiales, además de yacimientos de petróleo y gas- aunque China se atribuye la soberanía de esas aguas casi en su totalidad.

De momento, Filipinas es el único país que cuenta con una sentencia que avala sus reclamaciones, ya que la Corte Permanente de Arbitraje (CAP) de La Haya le atribuyó la titularidad de varios territorios del mar de China Meridional, el atolón Scarborough y parte del archipiélago Spratly, donde China ha construido bases militares en islas artificiales sobre atolones y arrecifes para apropiárselas de facto.

China, que apela a derechos históricos sobre la zona, nunca reconoció el fallo y continúa con sus actividades militares y pesqueras dentro de la zona exclusiva económica de Filipinas.

El conflicto marítimo con China es un asunto muy delicado en Filipinas, donde la mayoría de la población no ve con buenos ojos la postura pasiva de Duterte, quien ha reorientado su política exterior hacia China y Rusia.

INTERREGNUM: Europa se sube al Indo-Pacífico. Fernando Delage

Aunque ya no sea miembro de la Unión Europea, Reino Unido se ha sumado a Francia, Alemania y Países Bajos en el reconocimiento del Indo-Pacífico como nuevo eje central de la geopolítica y la economía global. La separación institucional del Viejo Continente, y la imposibilidad de mantener una “relación especial” con Washington como durante la guerra fría, obliga a diversificar sus opciones, y así aparece recogido en la revisión de su política exterior y de seguridad. En el documento que identifica las líneas generales de la diplomacia británica post-Brexit, hecho público la semana pasada, el término “Indo-Pacífico” es mencionado hasta 32 veces. Y algunas de sus conclusiones se asemejan al informe publicado el pasado mes de noviembre por Policy Exchange, un influyente think tank (“A Very British Tilt: Towards a new UK strategy in the Indo-Pacific Region”).

Downing Street pretende que, hacia 2030, Reino Unido sea “el socio europeo con la presencia más amplia e integrada en el Indo-Pacífico”. Con tal fin, Londres pretense adherirse al CPTTP, es decir, el antiguo Acuerdo Transpacífico que, bajo el liderazgo de Japón, se renegoció tras el abandono por parte de Estados Unidos al comienzo de la administración Trump; convertirse en socio estratégico de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN); y maximizar su relación con las naciones de la región que pertenecen a la Commonwealth. (Algunos analistas han sugerido, incluso, que Londres debería formar una confederación geopolítica informal con Canadá, Australia y Nueva Zelanda). No son objetivos que asuma sin más la opinión pública británica, ajena en su mayor parte a la relevancia de Asia para sus intereses, pero algunos elementos son ciertamente coincidentes con los mantenidos por los Estados miembros de la UE.

Londres y Bruselas comparten, en efecto, una misma inquietud por el desafío que representa China (el documento británico utiliza términos similares a los empleados por la última estrategia de la Unión: “competidor sistémico” vs. “rival sistémico”), al tiempo que desean, sin embargo, estrechar las relaciones económicas. Reino Unido ha quedado fuera, no obstante, del acuerdo de inversiones concluido por Pekín y la UE en diciembre, y carece del peso negociador que le permitiría recibir un trato similar. Por otra parte, ambas capitales consideran igualmente a Japón e India como socios prioritarios en distintas áreas de cooperación.

Sólo unos días antes de darse a conocer el plan británico, Josep Borrell anunció en su blog la próxima adopción de un concepto Indo-Pacífico de la Unión Europea, después de que París, Berlín y La Haya hayan elaborado sus propias estrategias. Según escribe el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, la política asiática de la Unión se apoya en dos pilares: el reajuste de la relación con China, y el reforzamiento de las relaciones con el resto de Asia. Sobre China, Borrell presentará un informe al próximo Consejo Europeo. Sobre la región en su conjunto, Bruselas trabaja en una triple dirección.

La primera de ellas consiste en dar forma a un enfoque europeo sobre el Indo-Pacífico que—en coherencia con la naturaleza de la UE como actor internacional—hará especial hincapié en un orden basado en reglas y en el multilateralismo. La segunda tiene como objetivo desarrollar el potencial de la relación con India, ahora que Delhi no puede considerar a Reino Unido como su principal vía de acceso al Viejo Continente. La primera cumbre UE-India con presencia de los jefes de Estado y de gobierno de los 27, en mayo, será la oportunidad para abrir esta nueva etapa entre ambos actores. Una tercera orientación busca maximizar la conectividad entre Europa y Asia, implicando también al sector privado. El lanzamiento de una iniciativa en este terreno con India en la cumbre de mayo se sumará a los planes de Japón en el marco de su visión de un “Indo-Pacífico Libre y Abierto”, de la ASEAN y su “Masterplan sobre conectividad”, y a la propia estrategia de interconectividad en Eurasia adoptada por Bruselas en 2018.

China no ha tardado en reaccionar. Una columna de opinión en el diario Global Times dudaba de la capacidad europea para desarrollar una presencia estratégica en el Indo-Pacífico. Además de subrayar la falta de cohesión entre los Estados miembros, el autor destacaba las diferentes perspectivas mantenidas por Alemania y Francia y el interés preferente por China como oportunidad económica. ¿Desmentirá Bruselas el escepticismo chino?

Los uigures y la Administración Biden. Nieves C. Pérez Rodríguez

La difícil situación de los uigures, la etnia turca que lleva asentada varios siglos en la región autónoma de Xinjiang, es cada día más precaria. El Partido Comunista Chino ha hecho todo lo que está en su poder para mantener absoluto control social, usando tecnología punta de vigilancia y registro diario de los ciudadanos de este grupo. Además de mantener un escrutinio cotidiano de las actividades rutinarias de los uigures, el envío de ésta minoría a los centros de reeducación chinos o los llamados por los expertos “campos de concentración”, en los que se llevan a cabo todo tipo de atrocidades como esterilizaciones masivas de mujeres para reducir el número de nacidos de este grupo, violaciones sexuales de las reclusas y lavado del cerebro buscando eliminar cualquier valor religioso o cultural musulmán distinto al comunista chino.

Las constantes denuncias de quienes han podido escapar de allí, junto con las imágenes satelitales, prueban la existencia de estos centros de reclusión masiva pero con características de cárceles de alta seguridad, con paredones altos, alambradas de espinas cercando los edificios y torres de vigilancia.  Una serie de documentos del PC chino que han sido filtrados y minuciosamente estudiado demuestran que estos centros son mucho más que instituciones de educación profesional para dar un oficio a adultos que no lo tengan como alegan las autoridades chinas.

Muchos de estos reportajes y testimonios fueron las razones esgrimidas por la Administración Trump como pruebas de que esta minoría padece todo tipo de violaciones de derechos humanos de manos del PC chino. En efecto, la primera ley en el mundo aprobada para los derechos humanos de los uigures fue introducida en el 2018 y aprobada en junio del 2020 en los Estados Unidos, y desde entonces no ha hecho sino crecer el interés por denunciar lo que el PC chino está haciendo a los uigures, que no es más que tratar de borrar su identidad y hasta reducir considerablemente el número de ellos en territorio chino.

En octubre del 2020 se introducía una resolución en Washington por ambos cámaras para definir las atrocidades a los uigures como genocidio y, en diciembre de ese mismo año, una comisión bipartidista celebraba que el entonces secretario de Estado en funciones solicitó una partida especial durante el año fiscal 2021 para investigar más sobre las persecuciones a uigures, kazakos, kirguíses y otros grupos musulmanes minoritarios. 

El secretario de Estado de Biden, Antony Blinken, antes de ser ratificado en su puesto, afirmó estar de acuerdo con que China estaba cometiendo genocidio contra los uigures. También tildó de campos de concentración a los centros a los que son enviados. Y además instó a hacer una revisión de los productos que se importan desde China para prevenir que estos sean producidos en dichos campos. En una entrevista concedida a principios de marzo dijo “No podemos consumir productos que se fabrican como resultado del trabajo forzoso, no deberíamos comprarlos, es más deberíamos conseguir que otros países hagan lo mismo”.

Biden recibe un congreso en el que hay consenso bipartidista sobre las crueldades que ha cometido el PC chino en contra de esta etnia. Desde el Senado se ha presionado y trabajado desde el 2018 con la introducción de diferentes leyes y proclamaciones que reflejan el sentimiento de rechazo a lo que está sucediendo a estas minorías. La comisión internacional del Senado ha sido firme en mantener su lucha por la preservación de los derechos humanos de estas minorías musulmanas chinas.

En febrero el comité de relaciones internacionales del Senado enviaba una carta a Jeffrey Bezos CEO de Amazon para alertarlos sobre Danua, el fabricante chino más grande del mundo de cámaras y software de reconcomiendo facial que ha sido utilizada en China para detectar la raza de las personas y que envía alertas a la policía cuando detectan miembros de la etnia uigur. La misiva fue enviada en el marco de una negociación de Amazon con Dahua por un valor de 10 millones de dólares y explica que, aunque no es ilegal que le compren productos, podría dañar su imagen por tener negocios con empresas que violan los derechos humanos. Dahua ha sido sanciona por el Departamento del Tesoro, pero de momento puede seguir operando y vendiendo en territorio estadounidense.

El 17 de marzo quince senadores de ambos partidos enviaban una carta al secretario de estado solicitando más apoyo a las minorías musulmanas en china. Pedían que el Departamento de Estado pueda concederles estatus especial de refugiado, que se coordinen acciones con socios y aliados como Australia, Canadá y países europeos para que estos consideren otorgarles estatus de refugiados también. Y solicitan que los países que albergan grupos de estas minorías como Turquía, Tailandia, Arabia Saudita y Kazajstán sean alentados a protegerles de ser extraditados por petición de Beijing.  

Se ha observado también cómo la Cámara de Representantes está apoyando la misma causa aprobando alguna de las leyes introducidas en el Senado. Y justamente el 8 de marzo 2 representantes republicanos y 1 demócrata introducían un nuevo proyecto de ley en el que solicitan “designar a los residentes de la región autónoma uigur de Xinjiang como refugiados prioritarios basado en la preocupación humanitaria de su situación”.

Este proyecto de ley se produce en un momento muy oportuno en el que los uigures corren un riesgo significativo de repatriación a China desde muchos países en los que se encuentran, debido a los tremendos esfuerzos del gobierno chino para forzar su regreso a través de canales diplomáticos.

De acuerdo con un asistente del Senado con el que pudimos conversar, se está presionando discretamente y a puertas cerradas para que se apruebe muy posiblemente esta semana la ley de “trabajo forzoso de los uigures” que es un proyecto de ley que se introdujo el pasado 12 de marzo del 2020 que, desde sus comienzos, ha contado con apoyo bipartidista. Y que busca prevenir la introducción al mercado estadounidenses de productos producidos en Xinjiang por esta etnia en condiciones forzosas. Aunque esta ley cuenta con rechazo de grandes firmas como Nike, Adidas, Marks & Spencer, Zara, puesto que China es el mayor productor de algodón del mundo.

A tan sólo dos meses de haberse instalado en el gobierno la Administración Biden no ha frenado el ritmo con el que venían gestionándose la política exterior hacia China, especialmente en cuanto a la denuncia de la violación de los derechos humanos de las minorías chinas. Todo indica que continuaran el mismo camino y la misma presión que ejerció la Administración Trump e incluso de aprobarse una ley para otorgarle estatus de refugiados especial a los uigures, se les estaría otorgando un privilegio no solo de protección domestica en Estados Unidos sino de una especie de custodios internacionales allí donde se encuentren.

Alaska: una cumbre para marcar el terreno de enfrentamiento entre EEUU y China

La reunión de alto nivel, la primera entre Estados Unidos y China en la etapa Biden, ha sido básicamente una puesta sobre la mesa de los problemas, los reproches y las exigencias de cada parte y la oficialización de que sigue el enfrentamiento sin que haya disminuido La tensión, al menos de momento.

Las delegaciones de cada país, en las que han tenido especial protagonismo los organismos de seguridad, no dejaron nada fuera de agenda. EEUU reprochó a China el no cumplimiento de normas de libertad de comercio, el intervencionismo estatal, la violación de los derechos humanos en general y respecto a uigures y tibetanos en concreto, sus amenazas a la situación en Hong Kong y Taiwán y la creciente amenaza militar en su zona marítima de influencia, además los peligros que  occidente ve para su seguridad en algunos desarrollos tecnológicos chinos. China, por su parte, reprochó a Estados Unidos sus problemas raciales tras negar las acusaciones estadounidenses. Pekín, que también tiene importantes problemas raciales, solo que menos publicitados en los medios de comunicación, se salta la realidad de que, mientras en Estados Unidos hay un sistema que permite debatir y encontrar soluciones a sus problemas internos, en China eso está fuera de toda posibilidad.

Así las cosas, las divergencias van a seguir en todo lo alto con el añadido de que Estados Unidos ha subido también el tono contra Rusia a la espera de que la Unión Europea presente una cara más decida frente a las ambiciones de Moscú de no perder pié en el escenario internacional mientras consolida un sistema cada vez más autoritario.

Y ahí, en definir su papel en los próximos años frente al nuevo escenario internacional marcado por la emergencia china y las ambiciones rusas, está el desafío de la una UE con problemas de vertebración interna y con dudas sobre cuál debe ser su política exterior.

INTERREGNUM: QUAD: dudas despejadas. Fernando Delage

Una de las dudas sobre la política asiática de Joe Biden era si mantendría el mismo compromiso que su antecesor con el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD), el foro informal que Estados Unidos comparte con Japón, India y Australia, o volvería, por el contrario, al desinterés que mostró por el grupo la administración Obama. A partir de 2019 la representación en el foro se elevó al nivel de ministros de Asuntos Exteriores y, en 2020, las maniobras navales organizadas por India bajo el nombre de Malabar con Washington y Tokio incluyeron por primera vez a Australia, sumando así a los cuatro socios.

La respuesta de la Casa Blanca no se ha hecho esperar. En su primera conversación telefónica con el primer ministro indio, Narendra Modi, el pasado 8 de febrero, el presidente norteamericano le propuso la promoción de “una arquitectura regional más sólida a través del QUAD”. Dos días más tarde, Biden transmitió a su homólogo chino, Xi Jinping, la intención de “preservar un Indo-Pacífico libre y abierto”, es decir, la definida como misión del QUAD. El 18 de febrero, los ministros de Asuntos Exteriores de los cuatro países miembros mantuvieron su primer encuentro. Y, en un nuevo e inesperado salto cualitativo, fueron los líderes de las cuatro democracias los que se reunieron (por videoconferencia) el 12 de marzo. Con la celebración de esta cumbre al máximo nivel, la administración norteamericana ha indicado con claridad su voluntad de reforzar el foro y hacer del mismo un instrumento central de su estrategia hacia el Indo-Pacífico.

Otros movimientos similares apuntan en la misma dirección. En un contexto en el que, según ha declarado el responsable del mando del Pentágono en la región, el almirante Philip Davidson, el equilibrio militar está dejando de estar a favor de Estados Unidos, dos portaaviones de este último país realizaron ejercicios conjuntos en el mar de China Meridional (lo que no había ocurrido desde 2012). Otros buques atravesaron asimismo el estrecho de Taiwán después de que unidades de la fuerza aérea china simularan un ataque a uno de los dos portaaviones. Por otra parte, los secretarios de Estado y de Defensa, Antony Blinken y Lloyd Austin, respectivamente, realizan su primer viaje oficial a Tokio y Seúl esta misma semana. Austin también visitará Delhi. Sólo después, Blinken y el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, se reunirán—el día 18 en Alaska—con los dos principales responsables de la diplomacia china, Yang Jiechi y Wang Yi.

Las piezas se están desplegando sobre el tablero con inusitada rapidez. No debe concluirse, sin embargo, que este proceso vaya a conducir necesariamente a la institucionalización del QUAD como alianza militar formal. Los intereses de los cuatro miembros no son siempre coincidentes: su disposición a trabajar juntos como contrapeso de China no equivale a la intención de formar un bloque abiertamente hostil a Pekín. Entre otras razones porque la dinámica regional no se reduce a las cuestiones de defensa.

Atender esas otras prioridades, como parece ser una de las motivaciones norteamericanas, permitirá superar esas reservas. En su reunión de febrero, los ministros de Asuntos Exteriores subrayaron la necesidad de actuar conjuntamente contra la pandemia y el cambio diplomático, además de luchar contra la desinformación o restaurar la democracia en Birmania. La reunión de jefes de gobierno prestó especial atención por su parte a un esfuerzo dirigido a aumentar la producción de vacunas contra el Covid. Este tipo de acciones permite fortalecer la utilidad del grupo, al ampliar sus objetivos al conjunto de problemas compartidos por la región más que en centrarse como única función en contrarrestar el ascenso chino.

Blinken viaja a Japón en su primer viaje. Nieves C. Pérez Rodríguez

La primera visita oficial del secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, será a Japón esta semana y lo hará en compañía del secretario de Defensa, Lloyd Austin, lo que es una muestra de la importancia estratégica de estas relaciones bilaterales y la necesidad de fortalecer la llamada “fuerte alianza basada en valores comunes”.

Estados Unidos y Japón intercambian más de 300.000 millones de dólares en bienes y servicios cada año, lo que los convierte en principales socios comerciales. De acuerdo con cifras oficiales del Departamento de Estado, Estados Unidos es la principal fuente de inversión directa de Japón, y Japón es el principal inversor en los Estados Unidos, con 644.700 millones de dólares invertidos en 2019 a lo largo de los 50 estados americanos.

Pero el viaje, además, tiene un importante componente geopolítico. No en vano asistirá también el secretario de defensa, lo que prueba la profundidad de dichas relaciones bilaterales mucho más allá de la parte económica.  Washington está comprometido a defender a Japón y su territorio. Estados Unidos sostiene que “las Islas Senkaku son parte del radio del artículo V del Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre ambas naciones, por lo que seguirán oponiéndose a cualquier intento unilateral chino de cambiar el statu quo del Mar de China Oriental o socavar la administración japonesa de estas islas”. Y Beijing por su parte ha venido consecutivamente navegando y sobrevolando de manera provocadora y con intenciones expansivas esta zona. 

Los Estados Unidos no han escatimado recursos ni capacidades militares para hacer frente a los riesgos de seguridad en el sureste asiático y con el ello el futuro mantenimiento de la alianza bilateral. Por su parte el gobierno japonés comparte los costes de mantener las fuerzas estadounidenses en Japón. En efecto, el pasado 24 de febrero, ambos gobiernos firmaron una enmienda al Acuerdo sobre Medidas Especiales, un componente clave del marco de apoyo y que además fue prorrogando hasta el 31 de marzo de 2022. Las negociaciones para un nuevo y más amplio acuerdo se encuentran en discusiones en este momento.

Japón acoge a aproximadamente 55.000 militares estadounidenses, el contingente más grande de las fuerzas americanas fuera de los Estados Unidos, junto con los miles de civiles del Departamento de Defensa y miembros de sus familias que viven y trabajan junto a ellos.

Este viaje tiene lugar justo una semana después de la celebración de la cumbre del Quad, en la que participaron: Estados Unidos, Japón Australia e India, y en el que las naciones se comprometieron a trabajar para garantizar un Indo Pacífico libre y abierto, lo que es una gran prioridad para Tokio, además de la necesaria cooperación en materia de seguridad marítima, cibernética y económica frente a los desafíos que plantea China en la región.

Un punto interesante que resaltaba el comunicado oficial del viaje fue que “Estados Unidos y Japón se han comprometido a construir redes 5G seguras” y para ello utilizarán proveedores de confianza, lo que se entiende es que no serán considerados los proveedores chinos por el potencial riesgo de seguridad. Explica el comunicado además que empresas estadounidenses y japonesas de primera línea están desarrollando enfoques abiertos e interoperables como las tecnologías Open RAN (radio access network) que prometen aumentar la diversidad de proveedores y la competencia del mercado, y tienen el potencial de reducir costos y mejorar la seguridad.

Por lo tanto, los principales puntos en la agenda serán la libertad de navegación de los mares del sur y del este de China y la seguridad de la cadena de suministro de semiconductores, la situación nuclear norcoreana y la estabilidad de la península coreana, el golpe militar en Myanmar y lo que eso significa para la inestabilidad de la región. Y el fortalecimiento de Japón como aliado estadounidense pero también como actor regional.

La alianza entre Estados Unidos y Japón ha servido para mantener la paz, seguridad y prosperidad en el Indo Pacifico y en el mundo por seis décadas.  Y en un momento como el actual en el que, tal y como dijo el propio Blinken en el Congreso en los primeros días de la Administración Biden, “la mayor amenaza que tiene Estados Unidos hoy es China”, por lo que los aliados en la región son claves para no perder cierto equilibrio allí y garantizar la libertad de navegación en Asia.

THE ASIAN DOOR: La doble crisis, la natalidad rivaliza con la economía. Águeda Parra

Las previsiones de recuperación internacional para 2021 parecen indicar que se recuperará la senda de crecimiento económico a nivel global, aunque a distintas velocidades. China se encuentra entre aquellos países que mejores perspectivas presenta, después de haber sido la gran excepción entre las grandes potencias mundiales, ya que consiguió terminar el año 2020 con un crecimiento positivo del 2,3%, después del impacto que ha supuesto la crisis sanitaria del COVID-19 a nivel mundial.

Aunque las perspectivas de recuperación económica sean positivas, la previsión de crecimiento superior al 6% del PIB anunciada por China es sensiblemente inferior a los pronósticos realizados por organismos internacionales y corporaciones financieras para la segunda potencia mundial que, en el caso del Fondo Monetario Internacional, situaban ese crecimiento en torno al 8,1%. A diferencia de otras ocasiones, donde se anuncian objetivos de crecimiento mucho más concretos, China establece por primera vez un margen en la senda de expansión de su producto interior bruto para un año 2021 en el que no son pocos los desafíos. A destacar a nivel interno, China todavía tiene que conseguir incentivar el consumo interior, recuperando la confianza del consumidor, elemento esencial de la nueva estrategia de “circulación dual” definida por el gobierno chino para que desde dentro se impulse el crecimiento económico.

La cita de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional de China, más conocida como las dos sesiones, es el escenario en el que el país asiático establece cuáles serán sus prioridades en materia económica y política. Esta sesión celebrada a principios de marzo ha dado visibilidad a los objetivos económicos establecidos para 2021, además de suponer la aprobación del 14º Plan Quinquenal (2021-2025), el cual aborda los objetivos que se plantea China para los próximos cinco años, aunque en esta ocasión se ha incorporado una visión amplia que abarca la perspectiva de 2035.

Sin embargo, no todo son objetivos económicos y políticos. Las prioridades sociales son también parte esencial de la estrategia de desarrollo de China, y la cuestión de la natalidad vuelve a ocupar un puesto destacado en la agenda de los dirigentes del país. Los datos estadísticos, que muestran un descenso paulatino de la natalidad, entran en conflicto con las perspectivas de China de alcanzar un importante nivel de modernidad y prosperidad, un verdadero talón de Aquiles que podría poner en riesgo las perspectivas de crecimiento del país.

Los datos más recientes muestran una población activa de entre 16 y 59 años que cae por octavo año consecutivo y una tasa de natalidad en 2019 que fue la más baja desde 1949, registrándose 10,48 nacimientos por cada 1.000 habitantes. A la espera de que se publiquen próximamente los datos relativos a 2020, las previsiones apuntan a que la pandemia habría tenido un efecto poco incentivador para aumentar el número de nuevos nacimientos por diferentes motivos. A la tendencia del descenso en el número de matrimonios, y el incremento de los divorcios, se suma el hecho de que las mujeres chinas encuentran su desarrollo profesional más prioritario que la necesidad de formar o ampliar la unidad familiar.

La eliminación de la política del hijo único en 2015 no ha supuesto un impulso en el número de nacimientos, lo que supondría que la población de China alcanzaría su punto máximo en 2029, pudiendo descender hasta algo más de 700 millones según el pronóstico de algunos demógrafos. Retrasar la edad de jubilación podría ser uno de los retos a abordar entre los desafíos que se plantean para el próximo lustro, actualmente fijada en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres, a lo que habría que sumar mayores costes de pensión y atención médica.

En definitiva, cuestiones sociales que rivalizan en importancia con las prioridades económicas, resultado de una sociedad cada vez más cosmopolita y moderna donde las mujeres chinas buscan ocupar un lugar relevante en la sociedad, también en la esfera profesional.