Europa, aparentemente, no sabe dónde colocar a China en el mapa del futuro inmediato de la política exterior europea, si es que esto existe. La decisión del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, de viajar próximamente a China, manteniendo así las actuales relaciones Madrid-Pekín, en pleno debate sobre la reevaluación de los riesgos y amenazas […]
Los efectos de la revolución diplomática trumpiana no sólo se están dejando sentir en Europa. El sureste asiático es otra región en la que se está produciendo un significativo reajuste, con China como aparente ganador. Así lo reflejan los sondeos de opinión, las acciones de algunos gobiernos locales, y la reciente ampliación de los BRICS.
La figura de Donald Trump, su irrupción brusca y bronca en la escena política internacional y el anuncio de algunas iniciativas que parecen romper con la política exterior de EEUU de los últimos cincuenta años han puesto sobre la mesa incertidumbres, dudas y viejas afirmaciones ideológicas, y hasta teológicas, que merecería ser analizadas con mayor
Cuando se cumplen dos meses del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, su afán disruptivo aún no se ha extendido a Asia. Se desconocen en particular las intenciones últimas del presidente norteamericano con respecto a China, país que hasta la fecha ha sido sólo objeto de la imposición de aranceles en dos ocasiones
Las maniobras militares que llevan a cabo las fuerzas navales de China, Rusia e Irán en aguas del Índico nororiental son algo más que un símbolo y un intento de mostrar fuerza, por más que dos de estos países, Rusia e Irán, este en retroceso estratégico relativo, el primero en el Mediterráneo tras la crisis
En las últimas semanas se ha visto cómo un presidente norteamericano ha dado la vuelta a 80 años de política exterior de su país, abandonando las reglas e instituciones que cimentaron el orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial, incluyendo la relación transatlántica. Con independencia del terremoto geopolítico que ha provocado (de manera especial para
China ha puesto cara de póker ante las iniciativas del presidente Trump sobre Ucrania y se limita a subrayar oficialmente que el país no está ni implicado ni concernido en el conflicto ruso ucraniano y que, como en cada crisis, Pekín busca soluciones diplomáticas negociadas entre los países implicados. Sin embargo, todo parece indicar que
El mensaje lanzado por la administración Trump al votar en la ONU el 24 de febrero junto a Rusia, China y Corea del Norte en contra de la resolución que condenaba la invasión de Ucrania, un hecho inédito que fue seguido cuatro días más tarde por la humillación infligida al presidente Zelenski en el Despacho
Conforme van calando las previsiblemente peligrosas consecuencias del acercamiento de Trump a la Rusia de Putin, se van dibujando inquietantes y posibles escenarios en todo el planeta. Pero hay uno que podría suponer, como en el caso ucraniano, un terremoto geoestratégico de incalculables efectos secundarios en el que no necesariamente obtendría ventajas ni Estados Unidos
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