Taiwán progresa en democracia y Beijing avanza en autocracia. Nieves C. Pérez Rodríguez

Taiwán comenzaba 2020 reeligiendo a su presidenta Tsai Ing-wen con más de 8.1 millones de votos, lo que representan el 57% del electorado, contra 38,6% de su oponente. La dirigente ha consolidado los valores identitarios de los ciudadanos como “taiwaneses, ha enfatizado el carácter y los valores democráticos de Taiwán y ha despertado un sentir en los jóvenes, quienes no están dispuestos a sacrificar su modo de vida y su libertad por las pretensiones del Partido Comunista Chino.

A mediados de la semana pasada, Tsai tomaba posesión por segunda vez de la oficina presidencial de Taiwán en un ceremonial acto que contó con pocos asistentes debido a la pandemia, pero en cuya sustitución fueron enviados cartas oficiales, mensajes digitales y  videos publicados en las redes sociales. Un total de 47 dignatarios entre los cuales resaltan los aliados de la isla (Alemania, Italia, Francia, República Checa, Filipinas, Reino Unido, Corea del Sur, Singapur, Estados Unidos, entre otros).

En un discurso lleno de optimismo y en el que Tsai reconoció el avance conseguido, “en los últimos 70 años Taiwán se ha vuelto más resistente y unificado debido al gran número de desafíos que hemos afrontado. Hemos resistido la presión de la agresión y la anexión. Hemos pasado del autoritarismo a la democracia. Aunque alguna vez estuvimos aislados en el mundo, siempre hemos estado al lado de los valores de democracia y libertad, a pesar de las dificultades…”, mientras enfatizaba en la necesidad de poseer una capacidad asimétrica defensiva, “una fuerza de reserva y un sistema de movilización más fuerte, así como un sistema militar más avanzado y apropiado para la isla…” -estos últimos aspectos remarcados como claves por Washington en numerosas ocasiones-.

Tsai se define a sí misma como la defensora de los valores liberales de Taiwán. Y lo cierto es que no lo ha tenido fácil, pues China los ha ido cercando por todos los costados, sobre todo el diplomático, terreno en el que Beijing aprovecha de sus favores económicos a otras naciones para pedir el desconocimiento de Taipéi como ente internacional. Así como en el geopolítico con violaciones de su espacio marítimo o aéreo. 

En medio de la pandemia, Beijing no ha parado sus planes de controlar el Pacífico. Por el contrario, han continuado conduciendo ejercicios militares cerca de Taiwán. De acuerdo con Bonnie Glaser y Matthew Funaiole en un artículo publicado el 15 de mayo en  Foreing Policy, en lo que va de año, afirman, las Fuerzas Armadas y Navales del Ejército Popular de Liberación -chino- han ejecutado al menos diez ejercicios incluido incursiones en el espacio aéreo taiwanés.

Aunque estas provocaciones no son nuevas, pues desde finales del 2016 se tienen informes de buques chinos navegando alrededor de la isla, o en marzo del 2019 atravesaron deliberadamente el espacio aéreo con aviones de combate J-11, por primera vez en veinte años. Y en marzo pasado volvieron a observarse unos raros ejercicios nocturnos conducidos por aviones sobre aguas del suroeste de Taiwán.  

Todas estas acciones son congruentes con las líneas políticas de Xi Jinping. Quien desde que tomó posesión en 2012 ha insistido abiertamente en la reunificación de Taiwán con China continental. En efecto, en el primer discurso que dio a principios de enero, insistió en “nuestro país será reunificado. Ese es un paso crítico para la nueva era China”. Alineado íntegramente con la línea de Mao Zedong.

Mientras el mundo sigue consumido en intentar contener la pandemia a puertas adentro, haciendo un esfuerzo simultaneo por prevenir el mayor colapso económico de la historia, China aprovecha las circunstancias para hacerse un actor más dinámico. Con una agresiva diplomacia, como la de la ruta sanitaria de la seda, o una defensiva actitud de sus diplomáticos, o con amenazas a los países que les culpen del COVID-19. En esa misma tónica, en el informe anual publicado el viernes pasado por el primer ministro chino Li Keqiang, se endurecía la retórica hacia la isla, y se eliminaba el término reunificación pacífica, lo que ha despertado preocupación en los analistas, quienes aseguran que muestra un cambio de postura mucho más fuerte hacia la reunificación de Taiwán, tópico considerado de alta prioridad en la política doméstica en Beijing. 

THE ASIAN DOOR: Nuevas tecnologías en acción ante la pandemia: ¿horizonte 2030? Águeda Parra

En una sociedad con conectividad omnipresente, la predisposición de consumidores y empresas a usar las nuevas tecnologías será el motor que impulse la capacidad transformadora de la Cuarta Revolución Industrial (4IR). En este punto, China ha conseguido en dos décadas una disrupción tecnológica que no se ha producido en otros países avanzados y, es justo este ritmo de transformación, lo que marca que la adopción de las nuevas tecnologías sea una prioridad para la sociedad china.

La respuesta tecnológica de China a la crisis sanitaria evidencia que las tecnologías más vanguardistas están ampliamente integradas en la sociedad, así como en los procesos productivos y gubernamentales. De forma general, la fusión de tecnologías utilizadas ante el COVID-19 en los países asiáticos en general, y en China en particular, adelanta en una década el escenario previsto que se plantea en Europa, donde se maneja el horizonte temporal de 2030 para disponer de un entorno digital consolidado.

Los distintos niveles de adopción de la tecnología entre las sociedades de los países asiáticos y de las potencias económicas occidentales provoca situaciones de desequilibrio que se están acentuando con el despliegue de las redes 5G. Los consumidores chinos destacan por ser early adopters con todo lo relacionado con la quinta generación de redes móviles, siendo su competidor más directo Corea del Sur, mientras Estados Unidos es el único país occidental con mayor predisposición a modernizar sus redes a la nueva tecnología 5G, según el informe The Mobile Economy: China 2020 publicado por la Asociación GSM. El caso de los países europeos dista mucho de esta situación, con una Europa dividida entre los que no tienen la migración de sus redes en el radar y los que todavía no están convencidos de cómo hacerlas evolucionar.

De esta forma, en el caso de China, la disrupción tecnológica que vive el país le ha permitido disponer de smart hospitals basados en un uso masivo de la IA con el que el gigante asiático puede mitigar los efectos de tener un ratio de médicos por cada 1.000 habitantes inferior al que disponen los países avanzados. Las soluciones de telemedicina implementadas en las áreas más remotas al epicentro de la pandemia han permitido dar soporte a las áreas del interior donde existe una mayor escasez de médicos, pero donde, sin embargo, comparten el mismo ecosistema digital. Asimismo, el uso de robots ha hecho posible realizar servicios esenciales en hospitales como el reparto de comida, la desinfección de habitaciones y la eliminación de desechos médicos, evitando el riesgo de contagio.

En un escenario de crisis sanitaria, el maduro sector del e-commerce de China ha tenido un desempeño diferencial en la distribución de alimentos, pero también en la provisión de suministros médicos, haciendo confluir el inventario online y offline para abastecer la demanda. El uso de la tecnología blockchain también ha destacado en tiempos de pandemia, permitiendo gestionar la recepción de mascarillas, el material médico, e incluso la donación de dinero. Entre la suite de tecnologías que se han visto en funcionamiento para contener la expansión de la pandemia también figuran los códigos QR que, junto al sistema de vigilancia por geolocalización, han permitido disponer de un diagnóstico preliminar de contagio con asignación de códigos de tres colores, rojo, naranja y verde, en función del riesgo de poder estar contagiado.

En definitiva, se trata de una suite de tecnologías que muestran el camino de cómo podría evolucionar un escenario post-pandemia en otros países donde todavía no disponen de un ecosistema digital evolucionado.

INTERREGNUM: Del “Sueño Chino” a la “Nueva Era”. Fernando Delage

El pasado jueves se inauguró la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional china. Pese a su breve duración—el encuentro se ha reducido a siete días, frente a las habituales dos semanas—, puede marcar el comienzo de una nueva etapa. Si hace tres meses se especulaba sobre cómo el retraso y opacidad en la respuesta al coronavirus podía perjudicar políticamente a los dirigentes chinos, la Asamblea ha sido la ocasión, por el contrario, para declarar la victoria del Partido Comunista sobre la pandemia, como también sobre las voces críticas, tanto internas como externas.

Abandonando la práctica habitual en la Asamblea, el primer ministro Li Keqiang renunció en su discurso de apertura a ofrecer un objetivo de crecimiento económico para 2020, citando la incertidumbre del actual escenario global. Tras caer el PIB por primera vez desde 1976 el primer trimestre del año, los más recientes datos estadísticos revelan asimismo unas cifras de desempleo mayores de las esperadas. No sólo la ambición del gobierno de duplicar este año el PIB de 2010 resulta ya inalcanzable: China afronta los más graves desafíos económicos y financieros desde la puesta en marcha de la política de reformas a finales de la década de los setenta. Las dificultades del entorno económico propician por tanto que se recurra al nacionalismo como instrumento para fortalecer la legitimidad del régimen; un recurso al que también conduce la comparación en la gestión de la crisis: frente a la caótica respuesta de Estados Unidos y de distintos países europeos, el Partido Comunista Chino se presenta como ejemplo. Los líderes chinos intentan convencer a su opinión pública de la eficiencia de su sistema, al tiempo que evitan la responsabilidad política por lo ocurrido culpando a fuerzas externas.

Este triunfalismo está detrás de la legislación de seguridad que se aplicará a Hong Kong—y que acaba de facto con el estatus autónomo del enclave—, y también explica la posición de firmeza frente a la retórica antichina de Estados Unidos. Aunque el futuro de Hong Kong como centro financiero pueda estar en riesgo y Pekín haya creado otro elemento de confrontación con Washington, la polémica distraerá la atención sobre los orígenes y la falta de reacción en las primeras semanas de la pandemia, al movilizar a una opinión pública china con escasa simpatía por los manifestantes a favor de la democracia en el territorio, y aún menos por un presidente norteamericano que—según perciben—quiere negarle a la República Popular el lugar que le corresponde en el sistema internacional.

El coronavirus, por tanto, ha terminado beneficiando a Xi, si bien creando nuevos problemas al maximizar el control político de la sociedad, y evitar el debate interno para señalar a terceros como culpables. Xi necesita a Trump, como Trump necesita a Xi en su estrategia de evasión de responsabilidades. La diferencia estriba en que, mientras continúa esta guerra de propaganda, la República Popular ha adaptado con rapidez sus objetivos al “nuevo escenario” que afronta el país, según el documento preparado por el Consejo de Estado para la reunión de la Asamblea. Entre las 33 prioridades recogidas por el texto, la Nueva Ruta de la Seda ya no aparece entre las primeras, mientras que se hace hincapié en redoblar los esfuerzos en innovación y alta tecnología, y en el desarrollo de las provincias occidentales, para adquirir un estatus de país avanzado hacia 2035. Pekín sustituye el “Sueño China” por el lema de la “Nueva Era”, un periodo con mayor carga ideológica y nacionalista, mientras el resto del mundo se ajusta a la “nueva normalidad”.

China, como si nada hubiera pasado

Que, contradictoriamente, China está saliendo fortalecida en esta incipiente postpandemia, parece evidente. Este es el resultado de la propaganda apoyada en un Estado totalitario y arrogante que no está sometido a ningún control interno y que intenta, con frecuencia con éxito, disuadir las críticas externas con una liquidez obtenida de los escasos derechos laborales, los impuestos y la competitividad internacional tramposa y con ventajas.

El último  golpe de Pekín, una asignatura pendiente desde que la sociedad de Hong Kong logró frenar los intentos chinos de liquidar las limitadas libertades heredadas de la época colonial inglesa, es el proyecto de aprobar una Ley de Seguridad Nacional para Hong Kong que prohibirá  cualquier actividad “separatista”, “terrorista” o de “subversión de los poderes del Estado”, unos conceptos que, dada la vaguedad con la que están redactadas las leyes chinas, se puede atribuir a buena parte de las manifestaciones o actividades, en palabras del consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Robert O’Brien O’Brien. O’Brien advirtió de que Estados Unidos podría imponer sanciones a China si el régimen de Xi Jinping fuerza la implantación en Hong Kong de esa polémica ley.

China tiene dos piedras en sus zapatos. Una grande, emocional, territorial y políticamente hablando, que es Taiwán, símbolo de la China que Mao y el Partido Comunista Chino no pudo derrotar nunca; y otra más pequeña, Hong Kong, cuya sociedad ha demostrado a Pekín una fortaleza que no se esperaba. De hecho, las primeras reacciones al nuevo proyecto autoritario chino presagian nuevas turbulencias y un nuevo reto para el régimen chino. Pero, de momento, y su mira desde cierta distancia, puede dar la sensación de que  China actúa como si la crisis sanitaria haya sido una leve incidencia quede aprovechar en su favor. Casi como si no hubiera pasado nada.  

Cómo Kim Jong-un llegó a ser el líder que es hoy. Nieves C. Pérez Rodríguez

Jung H. Pak, ex asesora de la CIA en asuntos coreanos, acaba de publicar a finales de abril su último libro sobre Kim Jong-un y cómo fue que se llegó a convertir en el líder que conocemos hoy. Su título en inglés “Becoming Kim Jong-un” publicado por Ballantine Books, hace un recorrido por la historia de la península coreana desde el momento de la ascensión al poder de Kim Il-sung, primer líder de la dinastía hasta hoy, mientras mantiene el foco central en el dictador actual. 

Pak analiza las circunstancias que hicieron posible la transferencia de poder de Kim Il-sung en el momento de su muerte en 1994 a su hijo Kim Jong-il y como éste mantuvo control y poder de Corea del Norte, gracias en parte a la consolidación del poder autocrático, y la impresionante veneración que su padre creó en sí mismo.  

La muerte de Kim Jong-il se produjo antes de lo esperado. Sin embargo, ya éste había señalado a Kim Jong-un como su sucesor en un par de ocasiones públicas, aunque era posible que para muchos altos rangos militares y políticos eso podía no estar tan claro, basado en la juventud de Kim y su corta experiencias.

El funeral de Kim Jong-il, describe la autora, fue el comienzo de su reinado. Ese día helado de invierno, en el que la nieve cubría de blanco las calles y contrastaba con el negro que vestían los participantes en señal de luto. A la cabeza de la procesión se encontraba Kim Jong-un, su corpulenta figura, curioso corte de pelo y su cara de niño, revelaba su juventud, en una sociedad donde la sabiduría está atada a la experiencia y a los años. 

Mientras las participantes dejaban ver su tristeza y melancolía, el nuevo Kim se presentaba como la reencarnación de su abuelo, el que ha sido mitificado por la propaganda del régimen norcoreano. Mientras, los análisis auguraban un reinado corto si las élites norcoreanas no aprobaban al líder y el régimen caería en las siguientes semanas o meses.

A pesar de que todo apuntaba a un colapso del régimen, Kim Jong-un ha hecho uso de mecanismos autoritarios de control, represión y miedo, cohibición y vigilancia de la elite, y el control de las fuerzas militares y de seguridad para consolidarse en el poder. Pero lo ha hecho más allá que su abuelo o su padre, ha centralizado el poder en sus manos mientras ha reducido el poder del gabinete y las fuerzas militares.

En los primeros dos años en el poder, el joven líder marginó y/o ejecutó a cinco de los siete altos miembros del Partido del Trabajo norcoreano, concentrando en su persona más poder. Mientras, continuaba su desarrollo nuclear y misilístico que es la razón de supervivencia del régimen, de acuerdo a las creencias del propio Kim Jong-un.

La educación internacional que recibió Kim le ha servido para comprender mejor las formas de pensar de las sociedades occidentales, así como el acceso a todo tipo de tecnología -video juegos, ordenadores, juguetes tecnológicos, etc- que modelaron una forma de pensamiento estratégico más sofisticado que el de sus predecesores. Al final, Kim nació siendo el nieto de una especie de Dios, y el hijo de una especie de rey. Con todo a su alcance en un país en el que el hambre mataba a la población mientras el crecía en medio de los privilegios que sólo gozan los hijos de altas élites en las sociedades más avanzadas.

El aislamiento al que fue sometido -descrito por el chef japonés que sirvió a los Kim durante años y citado por Pak- describe un niño solitario carente de amigos para jugar. Y al que hasta los generales que frecuentaban a su padre para darle informes del país rendían pleitesía por ser el hijo de su líder.  Acciones como esa alimentaron su ego y su convicción de superioridad que bien le han servido para dirigir el país más cerrado del planeta y contra todo pronóstico continuar la monarquía política e incluso asesinar a su medio hermano -Kim Jong-nam- ante los ojos del mundo, en el aeropuerto de Kuala Lumpur en Malasia, para eliminar cualquier posible competencia al cargo. Mientras, su hermana Kim Yo-jong sube su rango político y se mantiene estratégicamente al lado de su hermano en la mayoría de las apariciones del líder.

En cuanto al rol de Kim Jong-un en la escena internacional, también se ha destacado por continuar lo que comenzaron sus predecesores, un desarrollo nuclear que el mundo desconoce hasta donde puede haber avanzado, y el lanzamiento de misiles que a su vez demuestran una gran evolución y que provocan a su gran enemigo, Estados Unidos.

Kim también ha comprendido que para jugar en las grandes ligas hay que participar en los ciber ataques. Así se lo hicieron saber a Sony Pictures entertainment cuando estaban a punto de lanzar una película en la que Kim Jong-un era asesinado por los Estados Unidos y mostraba la auténtica personalidad de Kim como un aficionado a la buena vida, el alcohol y la fiesta.

En noviembre de 2014 Sony sufrió un ataque en el que robaron información confidencial de la empresa y fue publicada online. Los hackers amenazaron con mensajes digitales a empleados de Sony, junto a otros mensajes que aseguraban que no tendrían piedad si la película que dañaba la imagen de su líder era lanzada, y que ese lanzamiento era un acto de terrorismo y que no sería tolerado. Aseguraban también que Washington estaba usando una empresa de entretenimiento para dañar el liderazgo del líder norcoreano.

El dictador ha comprendido la necesidad de desarrollar su capacidad más allá de lo nuclear y misiles balísticos, desarrollar la capacidad cibernética de Corea del Norte en el escenario internacional. Establecerse como un luchador moderno cuyas herramientas cibernéticas pueden manipular el sistema a pesar del orden geográfico y la geopolítica, deja ver su pensamiento estratégico y desacredita  a los que lo subestimaron al principio de su reinado. 

A pesar de todas esas acciones, Kim ha conseguido reunirse con el presidente de los Estados Unidos en tres ocasiones sin haber dado nada a cambio, más que haber fortalecido su liderazgo e imagen de líder tanto en Corea como en el exterior.

Todas las acciones tomadas por Kim Jong-un muestran a un líder racional cuyo objetivo principal es continuar con su carrera nuclear que le ayuda a mantener un status quo internacional y asegurarse la supervivencia del régimen mientras ha burla sanciones de una u otra manera, lo que le ha permitido mantener oxigenado la economía doméstica.

Si algo ha comprendido Kim es que una guerra es lo opuesto a lo que quieren Japón, Corea del Sur, ó Estados Unidos. Es más, Kim ha entendido que el precio político por una guerra es tan alto para Washington que evitarán a toda costa llegar a ello, por lo que Kim seguirán lanzando provocaciones, continuará su desarrollo nuclear y cibernético, porque entiende que esa es la supervivencia de su régimen y su persona.

INTERREGNUM: Los dilemas chinos de Bruselas. Fernando Delage

Es probable que la cumbre bilateral Unión Europa – China, retrasada por la crisis del coronavirus, se celebre mediante videoconferencia la primera semana de junio.  Será el primer encuentro diplomático de alto nivel para Pekín desde el estallido de la pandemia, y se producirá justo después de la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional china, pospuesta dos meses por las circunstancias sanitarias. En un contexto marcado por las tensiones en la relación con Estados Unidos, China tiene especial interés en reforzar los vínculos con Bruselas. Una razón añadida es la pronunciada caída de las inversiones de la República Popular en el Viejo Continente desde 2016 (en 2019 la disminución fue del 33%: 12.000 millones de euros), como consecuencia de los criterios más restrictivos impuestos por las autoridades comunitarias.

Las circunstancias no son las más propicias, sin embargo, para atender los deseos chinos. La UE se ha sumado a la petición de una investigación por parte de la OMS sobre el origen del virus, mientras que la censura por parte de un medio oficial chino a un artículo firmado por el embajador de la Unión y sus colegas europeos en Pekín, y su aceptación por el primero de ellos (se solicitó eliminar la referencia a China como lugar donde arrancó el contagio), ha provocado nuevas diferencias internas en Bruselas.  El Alto Representante, Josep Borrell, ha declarado que la Unión nunca volverá a ceder a los intentos de censura por parte de Pekín.

Estas turbulencias podrían provocar la suspensión de la primera cumbre entre China y la UE con todos los jefes de Estado y de gobierno presentes—además de los presidentes de la Comisión y del Consejo—, prevista en Leipzig en septiembre como uno de los hitos de la presidencia semestral alemana. De momento no aparece en la agenda de prioridades anunciada por Berlín. Y, de celebrarse finalmente, es probable que sea también a través de videoconferencia.

Pese a las circunstancias, ambas partes insisten en que se ha avanzado de manera notable en las negociaciones sobre un acuerdo bilateral de inversiones, sujeto a discusión desde 2013. Si el pacto se concluye antes de finales de año, como cree probable la Comisión, implicará que Pekín acepta las exigencias de reciprocidad de la Unión, lo que facilitará el acceso de las empresas europeas al mercado chino, una de las claves para salir de la depresión provocada por la pandemia. 

Durante los próximos meses, Angela Merkel continuará esforzándose por articular una posición común europea que trate a China como socio y competidor al mismo tiempo, y permita afrontar las divergencias bilaterales con Pekín desde una perspectiva de cooperación. La canciller alemana quiere distanciarse de la estrategia de confrontación norteamericana con China, en su opinión contraria a los intereses europeos. Evita asimismo declaraciones como las del presidente francés, Emmanuel Macron, sobre las “intenciones hegemónicas” chinas. Alemania supone por sí sola la mitad de los intercambios entre la República Popular y la UE, y es reacia a todo enfrentamiento geopolítico. Al final de su carrera política, el desafío que representa China para el futuro de Europa se ha convertido en uno de sus mayores quebraderos de cabeza.

Irak: el chiismo se divide y el caos aumenta

La ruptura en Irak del frente chiita, mayoritario en el islam iraquí, está planteando un nuevo reto para la estabilización del país y para neutralizar, o al menos aliviar, la influencia de Irán sobre el terreno, que ya es mucha, y que se extiende a Siria.

La máxima autoridad religiosa en Irak, el ayatolá Al Sistani, que siempre intentó mantener distancias respecto al poder político de Teherán, ha roto pública y resueltamente con el representante más proiraní del escenario iraquí, Abdul Aziz al-Mohammedawi, que, además, es el líder de una red de milicias al servicio de Teherán.

No hay en esta ruptura distinciones teológicas significativas pero sí un choque de personalidades y una discusión sobre cómo organizar el nuevo orden regional reduciendo el espacio de influencia de Arabia Saudí y los suníes.

Esta división debilita la influencia iraní y abre espacios a la posibilidad de nuevas iniciativas occidentales (si Estados Unidos quisiera y la UE lo entendiera); pero al mismo tiempo introduce nuevos factores que pueden pivotar en toda la región. Y en la medida en que se debilita la influencia iraní se reduce el riesgo de una gran confrontación regional pero también crece la expectativa del terrorismo del Estado Islámico y Al Qaeda de recuperar terreno. Estos grupos y otros minoritarios y tribales pero no menos violentos, juegan la baza internacional, entre potencias regionales de ser, al fin y al cabo, una barrera contra la extensión de la influencia iraní que desde Yemen a Siria ha multiplicado su presencia.

Hay que recordar que estas milicias (de ambos bandos) han estado en primera línea en el combate contra el Daesh nutren la columna vertebral del ejército de Irak en el que se apoya el gobierno y que recibe asistencia y formación occidental.

Bruselas frente la diplomacia de “el bot y la mascarilla”. Isabel Gacho Carmona

Los japoneses llevan tiempo avisando de que ellos ven la cabeza del dragón mientras que en occidente solo vemos la cabeza del oso. Es cierto que ya hace tiempo que hemos puesto el ojo en China, pero quizá no habíamos prestado atención suficiente a sus tácticas de propaganda y desinformación. Mientras las injerencias rusas, sobre todo en procesos electorales, han copado portadas occidentales los últimos años, los esfuerzos de proyección de imagen china han llamado menos la atención. La crisis del covid-19, aceleradora por antonomasia de los procesos que estaban en la mesa internacional, ha hecho lo propio con éste: la propaganda china es más fuerte y nosotros nos hemos fijado. 

Al ser el origen de la pandemia tiene sentido que quieran influir en la narrativa. Y, según la diputada italiana Lia Quartapelle, sencillamente les dejamos hacerlo. “Cuando llegaron aviones chinos con material sanitario, hicimos las ruedas de prensa que solicitaron. Algo que no hicimos cuando llegó el cargamento con 1.000 mascaras alemanas”. Se han hecho muchas cosas desde las instituciones en Europa a todos los niveles, pero no habríamos prestado suficiente atención a los símbolos “no tenemos, por ejemplo, mascarillas con la bandera de la UE”.

En la campaña de propaganda, el apoyo sanitario ha jugado un papel clave, pero los frentes han sido muchos y van desde bots en Twitter a los clásicos medios de comunicación, en este caso los chinos. Más preocupante, sin embargo, es la reciente compra de una parte mayoritaria de Médea, una de las principales agencias de noticias checa, por parte de CITIC. Según Antoine Bondaz “cada vez va a ser más fácil para los medios europeos ser financiados por China, y esto es algo en lo que poner atención”. Esta proyección China podría suponer un riesgo para la UE en cuanto a que favorece el discurso euroescéptico y la división. No hay que olvidar que China es partidaria de la UE, pero se beneficia de su debilidad. Tiene mucho más poder recurriendo a relaciones bilaterales y evitando los grandes consensos en puntos críticos.

Desde luego, la imagen que quiere proyectar China es de actor responsable, de buen gestor, de apoyo. Y podría estar funcionando. La firma SWG, en una encuesta realizada en Italia en marzo, mostraba que un 52% consideraba a China un “país amigable” frente al 10% de enero. Por otro lado, la confianza en las instituciones europeas bajaba a un 27% frente al 42% de marzo. Una tendencia que se ha reflejado en otras encuestas europeas. En España, según el Barómetro del Real Instituto Elcano, aumenta ligeramente el prestigio de China y se convierte en el segundo aliado internacional preferente tras EEUU -la UE no cuenta en la encuesta-. Ahora bien, también crece la percepción de que China es una amenaza.

Mientras tanto, en la UE vimos hace unas semanas como Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) publicó una actualización de un informe sobre desinformación relativa al covid-19 que ha estado envuelta en polémica. Varios diplomáticos denunciaron presiones por parte de Pekín para evitar que se advirtiera de las tácticas propagandísticas de China. La versión final, descafeinada,sí que acabó diciendo que “fuentes oficiales o respaldadas por estados, incluidos Rusia y, en menor medida, China, han distribuido narrativas de conspiración y desinformación” o mencionando tímidamente a bots que han amplificado teewts propagandísticos. Sin embargo, no incluía ni rastro del primer boceto, que comenzaba así: “China ha llevado a cabo una campaña de desinformación global para desviar la culpa del estallido de la pandemia y mejorar su imagen internacional (…) se han observado tácticas tanto abiertas como encubiertas”.

Se puede entender que la presión ejercida sobre el SEAE era de esperar y que no hace más que poner de manifiesto la debilidad china. Pero hay que tener en cuenta que detrás de la diplomacia de “el bot y la mascarilla” hay un actor que se ha mostrado incapaz de controlar su mercado, como han demostrado las compras de material sanitario defectuoso por parte de administraciones a lo largo y ancho del globo. Un actor con el que nos une una relación económica extremadamente asimétrica. Un actor opaco sin voluntad de justificar el autoritarismo e ineficacia que mostró su primera reacción al brote. Nos unen infinidad de lazos y hay que hilar muy fino, pero aunque haya métodos nuevos, la propaganda está inventada hace mucho tiempo, estaría bien democracias viejas como las nuestras hubieran aprendido como hacerle frente de manera eficaz.

THE ASIAN DOOR: Decoupling a la vista, pero no de quien crees. Águeda Parra

La situación de más de dos años de guerra comercial entre Estados Unidos y China ha desencadenado la posibilidad de promover el decloupling de la primera potencia del mundo del mayor exportador mundial. Una forma de reducir el déficit comercial que existe entre ambas economías pero que, asimismo, implica ciertas consideraciones geopolíticas de gran trascendencia. Hasta la llegada del COVID-19, la idea del decoupling estaba íntimamente ligada con las negociaciones de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Inmersos ahora en una importante crisis sanitaria, la narrativa sobre el decoupling comienza a popularizarse de forma generalizada.

La llegada de la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la dependencia de China que tienen las economías mundiales en muchos productos de primera necesidad. Antes de la pandemia, la producción y abastecimiento estaban garantizados, pero una demanda simultánea en un corto espacio de tiempo en todo el mundo ha hecho aflorar la posibilidad de contemplar una alternativa a China para evitar los casos de descontinuación de la producción que ha sufrido el gigante asiático por efecto de la crisis del COVID-19. Esta situación ha fomentado que se incremente la narrativa sobre el decoupling en Estados Unidos, mientras otros países, como Japón, también se suman a esta iniciativa considerando incentivar a sus empresas para que saquen la producción de China.

Todo lo contrario de lo que sucede con Asia en su conjunto y, especialmente, en el Sudeste Asiático, donde China avanza hacia una mayor integración comercial. En medio de la crisis del COVID-19, el gigante asiático incrementó las exportaciones hacia la región en un 8,5% interanual, desmarcándose de la previsión de los analistas que pronosticaban una reducción del 12%. Si algo ha demostrado la pandemia es la continua integración económica de las economías asiáticas que lejos de la estrategia promovida por Estados Unidos de fomentar el decoupling de China, Asia está consolidando una mayor integración con el gigante asiático, lo que, en definitiva, supondrá un decoupling de Estados Unidos.

El mes de abril ha registrado incrementos de compra de hasta el 50% de productos chinos por parte de Taiwán, Vietnam, Tailandia e Indonesia, justo en medio de la pandemia. A la inversa, la tendencia es la misma, y las importaciones de China desde Asia también se han incrementado. Una tendencia que puede estar provocada por la discontinuidad de la producción en los países occidentales, más afectados en ese momento por la crisis sanitaria. Sin embargo, en una situación post-pandemia, estos mayores flujos comerciales con Asia pueden hacerse permanentes y reforzar la creciente integración económica que ya se aprecia entre las principales economías asiáticas.

El comercio de semiconductores también se ha incrementado, recibiendo China un volumen mayor por parte de Japón del que éste envía a Estados Unidos. La guerra comercial continúa, y Estados Unidos ha extendido un año más la prohibición de que las compañías vendan componentes al proveedor chino de telecomunicaciones Huawei, de ahí que la necesidad de aprovisionamiento del gigante asiático de semiconductores procedentes de otros países haya crecido. En el largo plazo, esta estrategia de Estados Unidos no va a impactar en la capacidad de China para conseguir ser autosuficiente de la tecnología extranjera, pero estas restricciones sí van a perjudicar, sin embargo, la competitividad de las marcas americanas en el mercado chino.

La crisis sanitaria del COVID-19 ha reforzado la narrativa de Estados Unidos de fomentar el decoupling de China, pero las tensiones económicas provocadas por la situación post-pandemia no van a hacer sencillo que ese proceso se produzca, de producirse, en el corto plazo. Sin embargo, en este tiempo China continuará con su ambición de ser independiente de la tecnología extranjera a través del impulso que está aportando la iniciativa Made in China 2025 a su industria. De esta forma, el gigante asiático continuará con su estrategia de fomentar alianzas con otras empresas tecnológicas no estadounidenses. Lo que empezó siendo un decoupling de Estados Unidos de China puede terminar convirtiéndose en un efecto decoupling de Asia de Estados Unidos liderado por China.

Filipinas en medio de la pandemia. Nieves C. Pérez Rodríguez

Filipinas, un archipiélago que cuenta con más de 7000 islas, goza de una ubicación estratégica en el Pacífico y cuenta con una de las líneas costeras más extensas del mundo.  Es una nación de 110 millones de personas, que ha registrado cerca de 730 decesos, a pesar de la cercanía con China, a poco más de 3000 kilómetros de distancia.

Filipinas fue el tercer país en imponer cierre de las ciudades y ordenar cuarentena, justo después de España.  El 12 de Marzo se restringieron los viajes y la entrada de viajeros, se cancelaron reuniones de negocios, y se paralizaron cualquier forma de eventos, mientras se obligaba a los ciudadanos a confinarse en casa.  Todas estas medidas se tomaban sólo cinco días después de que se detectara  el primer caso de Covid-19.

El gobierno de Rodrigo Duterte no dudó en actuar en las primeras horas para evitar el colapso del sistema hospitalario, que a pesar de que en los últimos años ha mejorado, sigue siendo muy débil e insuficiente para atender la demanda doméstica.

Duterte, conocido por su retórica populista e impulsiva, cuya campaña más emblemática ha sido contra las drogas, ha elevado a miles el número de homicidios a manos de policías y otros grupos políticos. Dutarte también expresó en varias ocasiones que buscaría acercamientos con China.

El pasado fin de semana The Diplomat publicaba un artículo sobre un vídeo que la embajada china en Manila había subido en su página oficial y en sus redes, en el que Beijing deja ver su nueva ofensiva diplomática e intenso esfuerzo por ganar aliados, y asegurar su liderazgo.

Hay una canción escrita por el mismo embajador chino, y en cuyo vídeo participaron diplomáticos chinos y celebridades de ambos países y la letra reza …“como vecinos amistosos al otro lado de mar, China y Filipinas continuarán uniendo sus manos y harán todo lo posible para superar el Covid-19 lo antes posible”…

En la canción se hizo referencia al “mar del sur de China, cuyo nombre para los filipinos es “el mar occidental filipino”. Una alusión a una disputa que viene de lejos, que mantiene heridas abiertas aún en medio de una pandemia, y que lejos de agradar levanta estupor.

La opinión pública filipina ha criticado el vídeo y, en efecto, ha motivado incluso rechazo a las ayudas enviadas por Beijing (suministros y personal médico y sanitario), que ahora se perciben como politizadas y con dobles intenciones.

A pesar de que Filipinas es una de las naciones más occidentalizadas del Pacifico, en parte debido a las estrechas relaciones que han mantenido con los Estados Unidos en las últimas décadas, su sistema de gobierno no respeta las libertades. En efecto, desde que Rodrigo Duterte tomó posesión, las libertades se han visto más restringidas. Pero a pesar de que se pensó que su gobierno podría alinearse con el Partido Comunista Chino, las acciones chinas han encendido tal rechazo que hasta el mismo gobierno de Manila ha tenido que distanciarse.

Si algo no ha podido parar la pandemia es la geopolítica.  Beijing lo sabe bien.