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INTERREGNUM: Manila se acerca a Washington. Fernando Delage

Una nueva pieza se ha vuelto contra China en el tablero estratégico asiático. Después de contar Pekín durante seis años con la simpatía del gobierno de Rodrigo Duterte, su sucesor como presidente de Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., ha reforzado la relación con Estados Unidos. Como Duterte, Marcos defiende una política exterior independiente, pero, frente al complejo equilibrio que debe mantener el archipiélago entre su principal aliado de seguridad y su principal socio comercial, la balanza se ha inclinado esta vez hacia Washington, proporcionando a Manila un papel no menor en la estrategia de la administración Biden hacia el Indo-Pacífico. Es, con todo, un giro causado por las propias acciones chinas, más que por las diferentes perspectivas de ambos líderes filipinos.

Tras llegar a la presidencia, Duterte prefirió hacer caso omiso a la sentencia del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya que, en julio de 2016, falló a favor de Filipinas en la demanda presentada ante el Tribunal por su antecesor, Benigno Aquino III, contra las reclamaciones de soberanía de Pekín sobre las islas del mar de China Meridional. Duterte pensaba que una relación más estrecha con China reduciría las tensiones por los conflictos marítimos, supondría un apoyo externo a su guerra contra las drogas y, sobre todo, se traduciría en inversiones para el desarrollo de su ambicioso plan nacional de infraestructuras. El fracaso de dicha política se haría pronto evidente, sin embargo. Los compromisos de inversiones chinas nunca fueron los previstos, y los incidentes entre buques de pesca filipinos y unidades paramilitares chinas tampoco cesaron.

El propio Duterte terminaría dando marcha atrás, al ser consciente del carácter indispensable de la alianza con Washington para la seguridad de Filipinas. La normalización de las relaciones con Estados Unidos no es por tanto una sorpresa ni una decisión abrupta.  Pero conforme la presión china ha ido a más—las patrullas de sus buques guardacostas se han incrementado notablemente en los últimos meses—, también Marcos ha ido más lejos en su acercamiento a la administración Biden. Además de la integridad territorial filipina, otro factor explica ese resultado:

Taiwán. Marcos ha manifestado públicamente su preocupación por el aumento de la tensión en el estrecho, pues, dada su cercanía, todo escenario de conflicto implicaría de una manera u otra a Filipinas.

Su respuesta a la asertividad china se concretó el mes pasado. Por una parte, durante la visita a Manila del secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, ambas naciones anunciaron la ampliación del acuerdo de cooperación en defensa de 2014 de las cinco instalaciones militares contempladas originalmente a un total de nueve (incluyendo al menoscuna situada enfrente de Taiwán). Las fuerzas norteamericanas, que además podrán establecerse de manera permanente y no rotatoria, contarán de este modo con una capacidad adicional de proyección desde el archipiélago en el caso de futuras contingencias.

Sólo unos días después Marcos viajó a Tokio, donde firmó con el primer ministro, Fumio Kishida, un acuerdo que permitirá a las fuerzas de autodefensa japonesas operar en Filipinas en caso de desastres naturales y urgencias humanitarias. Para los dos gobiernos se trata tan sólo del primer paso hacia una mayor cooperación militar entre ambas naciones. La relación Manila-Tokio—aliado clave de Estados Unidos—complementa así la estrategia norteamericana con respecto al mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán. De hecho, el propio Marcos reveló que los tres países mantienen conversaciones acerca de un posible pacto de defensa trilateral.

La nueva diplomacia de la Administración Biden en Vietnam. Nieves C. Pérez Rodríguez

La Administración Biden sigue dando señales claras sobre sus prioridades en política exterior y su determinación de mantener una línea consistente en cuanto a Asia. A finales de marzo la Casa Blanca comunicaba el nombramiento de Daniel Kritenbrink, funcionario del servicio exterior, como subsecretario de Estado para Asia Oriental y el Pacifico.

Kritenbrink cuenta con una larga experiencia de 27 años en el servicio, además de ser el actual embajador de los Estados Unidos en Vietnam desde 2017, pero antes fue el director de asuntos asiáticos en el consejo de Seguridad Nacional y jefe adjunto de misión en la embajada en Beijing. También estuvo a cargo de la oficina de China y Mongolia en el Departamento de Estado y habla fluidamente mandarín y japonés.

Kritenbrink publicó un vídeo de sí mismo en el que aparecía cantando rap y enviando felicitaciones por el año nuevo lunar, que es la celebración más importante en Vietnam. El video se filmó en las calles de la capital vietnamita y de la ciudad de Ho Chi Minh y comenzó con estas líneas:

…”Hola mi nombre es Dan.

Soy de Nebraska.

No soy un chino de una gran ciudad.

Hace tres años me mudé a Hanoi”…

Con esa desenvoltura el embajador, que tiene una carrera prominente y muy seria sobre sus hombros, vio una oportunidad en este vídeo que se ha convertido en un gran hit mediático visto por millones de personas. El embajador aprovechó para enviar un mensaje diplomático con astucia. Ataviado de traje y corbata, siguiendo el protocolo correspondiente de su cargo, pero con auriculares en el cuello y en compañía de estrellas conocidas de la música vietnamita rapeó su mensaje en inglés, aunque se atrevió también a meter frases en vietnamita.

El mensaje, que se centraba en felicitar por la celebración, fue cuidadoso en apuntar también que los “Estados Unidos y Vietnam son aliados confiables para siempre”.

El Departamento de Estado decía al respecto que el video muestra el uso de “soft power” para conectar al nivel humano. Dejando ver cómo, a pesar de lo poco común que son este tipo de acciones en diplomacia internacional, están dispuestos a adaptarse a las tendencias siempre que se logre el objetivo final.

Vietnam cuenta con una ubicación estratégica, lo que a su vez lo hace muy vulnerable. Por el norte linda con el sur de China, y toda su costa este y sur hace frontera con el Mar meridional de China. Para Estados Unidos Vietnam sirve de catalizador a las pretensiones chinas, e incluso le ayuda a posicionar su liderazgo en la región. La administración Obama afianzó los lazos entre ambas naciones con la firma de más convenios, el incremento de la cooperación y la visita hecha por el presidente Obama en primavera del año pasado. La Administración Trump mantuvo los lazos cercanos y reconoció lo estratégico de mantener dichas relaciones. Ahora la Administración Biden parece estar resaltando desde el principio esa importancia al permitir este tipo de incursión mediática de bajo coste, pero largo alcance.

Para la nueva Administración Vietnam es un aliado clave en la región en medio de las tremendas tensiones entre Washington y Beijing, que ya no son solo de tipo comercial, sino político, diplomático y además de todo geopolítico y hasta en derechos humanos. Y si Kritenbrink fuera aprobado por el Senado, que no parece tener ninguna dificultad en conseguirlo, podría desde la su posición en el Departamento de Estado seguir trabajando por profundizar esas relaciones bilaterales mientras fortalece la cercanía con los otros aliados en la región tan necesaria en el frente que está articulando Washington en contra de Beijing.

INTERREGNUM: Eurasia marítima. Fernando Delage

En la era de la geoeconomía, el poder marítimo ha adquirido una nueva relevancia, como demuestran los movimientos de las grandes potencias asiáticas. Poco más de un siglo después de que el almirante Alfred Mahan, uno de los padres fundadores de la geopolítica, escribiera El problema de Asia (1900), tanto China como India siguen sus lecciones y dedican una especial atención a la dimensión naval de su ascenso. No se trata tan sólo de contar con la armada que requieren sus ambiciones de proyección de poder: su comercio e inversiones, la logística y cadenas de distribución de sus empresas, el imperativo del acceso a recursos naturales y la protección de las líneas de comunicación, son elementos indispensables de su seguridad marítima.

Ese esfuerzo de ambas, como de Rusia, es el objeto de un libro de reciente publicación del profesor de la Universidad Nacional de Defensa de Estados Unidos, Geoffrey F. Gresh (To Rule Eurasia’s Waves: The New Great Power Competition at Sea, Yale University Press, 2020). Cada una de estas potencias, escribe Gresh, aspira a lograr un mayor estatus internacional y a expandir su influencia más allá de su periferia marítima. Es una competición que desafía el orden liderado por Estados Unidos desde la segunda postguerra mundial, y que marca el comienzo de la era de las potencias marítimas euroasiáticas.

De manera detallada, el libro examina el aumento de capacidades navales de cada una de estas potencias, así como sus movimientos en sus respectivos mares locales (del Báltico al mar de China Meridional, del Mediterráneo al Índico). Gresh identifica por otra parte las características esenciales de las aguas que rodean Eurasia, incluidos los cuellos de botella estratégicos y las líneas de navegación. Sus fuentes confirman la determinación de estos gobiernos de adquirir un mayor protagonismo global mediante el juego económico que despliegan en el terreno marítimo. El autor identifica el particular el océano Ártico como la próxima frontera de esa competición global. Como consecuencia del deshielo del Ártico, Eurasia ha dejado de ser rehén de la geografía y, aquí, es Rusia quien tiene ventaja.

No obstante, desde una perspectiva más amplia, es China quien parece haber desarrollado la estrategia mejor adaptada a la nueva rivalidad. Mediante la iniciativa de la Ruta de la Seda, Pekín ha utilizado su poder económico y financiero para invertir en puertos e infraestructuras marítimas, desde el Mediterráneo hasta Asia oriental. Rusia—además del Ártico, concentrada en el mar Negro y en el Báltico—es para la República Popular un socio más que un competidor, lo que representa un nuevo bloque que debe afrontar Estados Unidos como ya hizo en la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. En cuanto a India, su tardío reconocimiento de la presencia china en el océano Índico le ha obligado a reforzar su estrategia naval y a acercarse tanto a Estados Unidos como a Japón.

La preocupación del autor es que esta competición marítima en torno a Eurasia conduzca a posibles choques accidentales. Frente a la “retirada” relativa de Estados Unidos, Rusia y China se encuentran cada vez mejor situadas para unificar y controlar las líneas marítimas estratégicas que rodean Eurasia. Para evitarlo, recomienda a la administración norteamericana competir con las inversiones chinas en el exterior, desplegar mayores recursos navales en el Indo-Pacífico, prestar mayor atención a la apertura del Ártico y, sobre todo, no desatender a sus aliados, especialmente a Japón, India y Australia. Buena parte de sus sugerencias han sido seguidas tanto por la administración Obama como por la de Trump. Pero en el enfoque de este último se han echado en falta tanto las prioridades económicas como el acercamiento a socios y aliados. Si algo ha enseñado la historia de Eurasia ha sido la imposibilidad de su control por una única potencia. Puede que Rusia y China no mantengan eternamente su actual proximidad, ni resulta plausible que Estados Unidos ceda a medio plazo su estatus de principal actor naval. Pero, por primera vez en la historia del continente, las fuerzas continentales y marítimas coinciden en una misma dinámica de transformación, como resultado de que una misma nación—China—intenta centralizar ese doble orden, continental y marítimo. Washington ya está respondiendo a esta nueva realidad; la Unión Europea aún debe incorporar a sus planes estratégicos la dimensión marítima. (Foto: Flickr, Rojs Rozentâls)

THE ASIAN DOOR: ¿Viajar? En breve un placer de unos pocos. Águeda Parra

Establecer un nuevo récord en el número de ciudadanos chinos que viajan al extranjero no va a ser posible durante 2020. Las restricciones impuestas a la movilidad internacional causadas por la pandemia del COVID-19 van a impedir que se supere la cifra de 145 millones de turistas chinos que se contabilizaron en 2019. La movilidad internacional está reducida a niveles nunca antes vistos, pero el placer de viajar se recuperará a medida que se vayan relajando las medidas de confinamiento promovidas por la crisis sanitaria.

China es una de esas regiones que comienza a experimentar cierto movimiento de turistas, aunque los signos de recuperación solamente se aprecian a nivel doméstico. Establecida la libertad de movilidad en todo el territorio nacional, China es uno de los primeros países que recupera la actividad del turismo, aunque exclusivamente nacional. No obstante, el turismo doméstico experimentará un descenso del 15,5%, según la China Tourist Academy, lo que supone 932 millones de viajes menos y una disminución anual de ingresos del 20,6% respecto a los datos registrados en 2019.

El primer signo de vuelta a la normalidad en China se ha producido durante las vacaciones del Primero de Mayo, un período de cinco días que la población ha aprovechado para recuperar la actividad del turismo. En este tiempo, China ha registrado 115 millones de desplazamientos, lejos de los 195 millones registrados hace un año. Sin embargo, es un dato que imprime cierto optimismo en la recuperación de la economía, después de que ésta sufriera durante el primer trimestre de 2020 la mayor contracción interanual en cuatro décadas. No obstante, supone un descenso en los ingresos de casi el 60% en comparación con los datos del mismo período del año anterior, según datos del Ministerio de Cultura y Turismo.

La navegación aérea en China también se ha beneficiado de esta vuelta a la normalidad. La primera semana de mayo apenas registró un descenso del 10% de la capacidad respecto a la misma fecha hace un año, aunque es posible que muchos vuelos fueran bastante vacíos. En cambio, en otras latitudes donde los efectos del COVID-19 son todavía muy fuertes, como en el caso de Estados Unidos, el descenso es mucho mayor y alcanza el 73%. Unos datos que muestran cómo avanza la desescalada en aquellas regiones donde el nivel de contagio ha descendido significativamente viendo ya un poco de luz al final del túnel.

A nivel mundial, los países asiáticos y aquéllos de la región de Asia-Pacífico pueden ver su regreso a la normalidad acelerado de cumplirse las previsiones de crear una “burbuja para viajar” entre los países de la zona. Coincide que estos países fueron los primeros en verse afectados por la pandemia, debido a sus múltiples conexiones con China, pero también los primeros que han reportado un menor nivel de contagio. La propuesta de crear un corredor de viajes ha surgido por parte de Australia y Nueva Zelanda, que volverían a reabrir sus fronteras para permitir el tránsito entre los dos países. Sin embargo, no se descarta abrir este corredor a otros países de la región como China, Japón, Corea del Sur y posiblemente Indonesia, de evolucionar positivamente la recuperación de la pandemia en estas zonas.

Aunque todavía no ha pasado de ser un planteamiento a futuro, la fecha de apertura podría darse en agosto, aprovechando la temporada de esquí en Nueva Zelanda y la apertura de los colegios en septiembre. El mensaje es positivo, y podría marcar el camino de cómo establecer la recuperación del turismo en función de cómo prosperen las medidas impuestas en la creación de una burbuja que haga seguros los desplazamientos. Una manera además de dar impulso a unas economías lastradas por la pandemia, y que permitiría que la región pudiera recuperarse antes que el resto de países afectados por el COVID-19. ¿Estaríamos ante un posible mecanismo para la recuperación del turismo?

INTERREGNUM: Multilateralismo en el sureste asiático. Fernando Delage

Acaba un año en el que las tensiones económicas y geopolíticas entre Estados Unidos y China parecen haber determinado la evolución del continente asiático. En realidad, este contexto de rivalidad entre los dos gigantes no ha paralizado ni dividido la región. Por el contrario, sin ocultar su preocupación por esta nueva “guerra fría”, el pragmatismo característico de las naciones asiáticas ha permitido avanzar en su integración económica y en la defensa de un espacio político común.

Un primer ejemplo de la voluntad asiática de no dejarse doblegar por el unilateralismo de la actual administración norteamericana fue la decisión de Japón de rehacer el TPP después de haberlo abandonado Washington. Con la participación de otros 10 Estados, el gobierno japonés dio forma a un acuerdo—rebautizado como CPTPP (Comprehensive and Progressive Agreement for Trans Pacific Partnership)—que mantiene abierto el comercio intrarregional pese a la oposición de la Casa Blanca. Un segundo salto adelante se dio en noviembre cuando, con ocasión de la Cumbre de Asia Oriental celebrada en Bangkok, la ASEAN y cinco de los seis socios con los que ya mantenía acuerdos bilaterales de libre comercio (China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda) lograron cerrar la constitución del RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), pendiente ya sólo de su firma en 2020.

La conclusión de este acuerdo comercial entre 15 países que suman un tercio de la población y del PIB global (fue India quien decidió no sumarse en el último momento, aunque podrá incorporarse en el futuro), es uno de los hechos más relevantes del año en Asia. Más allá de integrar a algunas de las mayores economías del planeta, los países de la ASEAN y sus socios del noreste asiático han lanzado un poderoso mensaje contra esa combinación de populismo, proteccionismo y nacionalismo que está haciendo mella en Occidente. Mientras este último se divide, Asia refuerza su interdependencia.

En esa dirección apunta igualmente otra contribución hecha por la ASEAN en el año que termina. Mientras Japón y Australia buscan la manera de redefinir la región mediante un concepto del “Indo-Pacífico” que permita mantener comprometido a Estados Unidos con la seguridad regional, y amplíe el espacio de actuación de India, los Estados del sureste asiático han articulado su propia respuesta, de una manera que protege al mismo tiempo el papel central de la ASEAN en los asuntos regionales.

Su perspectiva sobre el “Indo-Pacífico”, hecha pública en junio, quiere evitar, en efecto, toda posible división de Asia en bloques, haciendo hincapié en su carácter inclusivo y añadiendo una dimensión económica y de desarrollo. La ASEAN intenta corregir así la estrategia formulada con el mismo nombre por Washington con el fin de contener el ascenso de la República Popular China. El RCEP es por tanto mucho más que un mero acuerdo económico: es un instrumento que permite institucionalizar un concepto de Asia que, sin ocultar los diferentes valores políticos de sus miembros, contribuye a la prosperidad económica de todos ellos, y—en momentos de especial incertidumbre geopolítica—facilita la estabilidad estratégica de la región. (Foto: Flickr, foundin-a-attic)

THE ASIAN DOOR: El dominio de Alibaba en Asia-Pacífico. Águeda Parra

Si las grandes oportunidades económicas se producen en tiempos de crisis, Alibaba ha hecho, y está haciendo, muy bien su trabajo. La tregua sin fin en torno a la guerra comercial entre Estados Unidos y China mantiene las perspectivas de crecimiento de la economía del gigante asiático por debajo de los niveles de años anteriores, lastrando a todo el tejido empresarial chino. Una situación de inestabilidad internacional que, sin embargo, no ha afectado a que Alibaba reporte un crecimiento de ingresos del 40% hasta los 16.651 millones de euros en el tercer trimestre de 2019, y 693 millones de usuarios activos en su marketplace. El debut en la bolsa de Hong Kong ha completado uno de los acontecimientos más relevantes en el universo Alibaba, con el que ha conseguido recaudar 11.700 millones de euros, 40 veces más acciones de lo inicialmente esperado.

Unas cifras que consolidan una trayectoria de éxito para Alibaba Group Holding Limited (阿里巴巴集团) (BABA), el consorcio que agrupa a un nutrido número de empresas que operan en Internet y que han situado a la compañía como el referente global del comercio electrónico y, por extensión, a China como el mayor mercado mundial del e-commerce y de los medios de pago. De hecho, si comparáramos el volumen total de ventas de Alibaba, que alcanzó los 768.000 millones de dólares en 2018, con el PIB de una economía, la compañía se situaría en el Top 20 de las grandes potencias mundiales con un valor muy similar al de Turquía en puesto 17, según datos del Banco Mundial de 2018, y con la previsión de su fundador de convertir a Alibaba en la quinta mayor economía mundial en 2036.

Jack Ma, fundador de Alibaba en 1999, es uno de esos líderes visionarios que ha situado la innovación en comercio electrónico como seña de identidad de las capacidades de China en el ámbito de la tecnología global. La diversificación de los negocios de Alibaba, que abarcan desde los pagos electrónicos, la logística hasta las finanzas, ha aupado a la compañía al primer puesto como tecnológica más disruptiva, desplazando del liderazgo a los titanes tecnológicos americanos denominados FANG (Facebook, Amazon, Netflix y Google), siendo la primera vez que una empresa china tiene este reconocimiento, según el informe de innovación tecnológica 2018 de KPMG. Esta innovación tecnológica disruptiva le ha reportado a Alibaba ser reconocida por primera vez como la marca más valorada en China en la clasificación 2019 BrandZ™ Top 100 Most Valuable Chinese Brands.

Los medios de pago se han convertido en la mejor estrategia para que Alibaba conquiste los mercados de Asia-Pacífico, aquellos que reciben un mayor número de turistas extranjeros, principalmente por cercanía. En estos destinos es donde Alipay, la plataforma de servicios de pagos online de Alibaba, busca que los turistas chinos disfruten de la misma experiencia de compra que cuando están en su país, exportando a través de la aplicación del móvil el mismo ecosistema de pagos que tienen mientras residen en China. El número de establecimientos que aceptan pagos a través de Alipay está creciendo exponencialmente por todo Asia-Pacífico. En el caso de Japón, unos de los destinos más atractivos para los turistas chinos, los establecimientos conectados con la plataforma propiedad de Ant Financial han pasado de 50.000 en 2018 a 300.000 en 2019, lo que supone multiplicar por seis la presencia de la plataforma en el mercado nipón.

Una tendencia similar se produce en otros puntos de la región donde Alibaba ha sido muy activa en la creación de acuerdos comerciales con otros socios de pagos electrónicos. Como una segunda fase del despliegue de la nueva Ruta de la Seda, Alibaba está ampliando su conexión digital realizando acuerdos de pagos electrónicos con los países de la ruta, como TrueMoney en Tailandia, GCash en Filipinas, Kakaopay en Corea del Sur, Paytm en India, Dana en Indonesia y Touch ‘n Go (TnG) en Malasia. Se trata de expandir nuevos negocios como parte de la Ruta de la Seda Digital y, a su vez, estos países consiguen incrementar su atractivo para el turista chino, un mercado que alcanzó casi los 150 millones de turistas en 2018. En esta línea se encuadra la nueva iniciativa de Alipay denominada “Taxi en el extranjero” (境外打车), un mini programa que a través del móvil permite realizar la búsqueda, reserva y pago en varias plataformas locales de taxi en 33 ciudades de 10 países, principalmente en los destinos más visitados por el turista chino como es Reino Unido, Estados Unidos, Tailandia y Filipinas. El objetivo es alcanzar más de 100 ciudades en 20 países, lo que supondría para el universo Alibaba extender su influencia a nivel mundial y, con ello, la geopolítica de la tecnología. (Foto: Alibaba Group, Flickr)

INTERREGNUM: ¡Cuidado, Europa! Fernando Delage

En su discurso de hace una semana en el Diálogo de Shangri-La, en Singapur, el secretario de Defensa en funciones de Estados Unidos, Patrick Shanahan, describió el mantenimiento de la estabilidad en el Indo-Pacífico como un desafío que Washington no puede afrontar por sí solo. Insistió por ello—en términos no muy distintos de los empleados en su día por la administración Obama—, en el papel central de socios y aliados en la estrategia norteamericana hacia la región. Las limitaciones presupuestarias y la atención que también debe prestar a Oriente Próximo y a Rusia, obligan a Estados Unidos a demandar un mayor activismo de los países amigos en la zona. El problema es que esos socios y aliados no quieren verse atrapados en las tensiones entre Washington y Pekín, ni forzados a elegir entre uno u otro. Especialmente cuando, aun compartiendo la preocupación por el desafío chino, mantienen profundas reservas sobre las intenciones y sobre la manera de actuar de la Casa Blanca.

Al inaugurar la reunión de Shangri-La, el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, puso de relieve la inquietud de las naciones de la región frente a la dinámica de confrontación de los dos gigantes. Los europeos, aunque no sean actores estratégicos en Asia, tampoco escapan a este dilema. A lo largo del último año, la Unión Europea ha reforzado los mecanismos de vigilancia de las inversiones chinas, ha exigido una mayor reciprocidad en el acceso al mercado de la República Popular, y ha llegado incluso a calificar a China como un “rival sistémico”. No obstante, ni va a incrementar como Washington los aranceles a las importaciones chinas—la UE es el mayor socio comercial de Pekín—ni va a dar la batalla contra Huawei en los mismos términos.

La administración Trump se encuentra así frustrada. Pese a la declarada hostilidad del presidente contra Bruselas, Washington se ha esforzado por sumar a los europeos en su campaña contra China. En abril, en vísperas de la cumbre sobre la Ruta de la Seda en Pekín, el Departamento de Estado propuso la firma de un comunicado conjunto contra la iniciativa que reveló las diferencias de fondo. Al rechazar la idea, los europeos dejaron claro que no iban a seguir el dictado de la Casa Blanca, cuya beligerancia hacia la República Popular no pueden compartir. Estados Unidos, que percibe a China como una amenaza cuasi-existencial—en ello coinciden demócratas y republicanos, empresarios y militares, periodistas y expertos académicos—, ha concluido por su parte que los europeos “son de otro planeta”.

En un contexto de incertidumbre generalizada sobre el futuro de la relación transatlántica, China puede contribuir a agravar de manera significativa las diferencias entre Europa y Estados Unidos. Occidente quedaría así dividido ante el mayor desafío geopolítico del siglo XXI. Lo que es más grave, puede que los países europeos tengan que prepararse para un mundo en el que serán vistos por Washington a través de un prisma chino, de modo similar a como la Unión Soviética determinó la política norteamericana hacia el Viejo Continente durante la Guerra Fría.

Paulina Nazal: “La Región Asia Pacífico, fundamental para Chile”

Entrevista a Paulina Nazal, directora general de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- A principios de enero de este año fueron consultados Morgan Stanley, JP Morgan Chase y BTG Pactual acerca de cuáles serían las naciones donde la inversión y el clima político sería favorable para la economía, y su respuesta fue que Chile se posicionaría entre los mejores países emergentes para invertir en el 2017, y que los activos chilenos serían menos vulnerables a las políticas de Donald Trump.

Cerrando el año, coincidimos con esta opinión e incluso nos atrevemos a ir más allá y afirmar que desde Santiago se están desarrollando políticas económicas inspiradas en aprovechar la interesante posición geográfica que tienen, lo que sabiamente les ha llevado a mirar hacia Asia Pacífico sin olvidarse de sus vecinos. Fue precisamente esto lo que nos llevó a entrevistar a Paulina Nazal, directora general de Relaciones Económicas Internacionales (DIRECON) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

La zona Asia-Pacífico está adquiriendo un protagonismo y un dinamismo económico que está cambiando las relaciones internacionales y los equilibrios económicos. ¿Qué papel puede jugar Chile en este fenómeno? ¿Y cuál debería idealmente para ustedes jugar?

La política de apertura comercial, impulsada por Chile desde la vuelta a la democracia en 1990, ha favorecido el crecimiento económico, dinamizado el comercio y aumentado los flujos de inversión directa hacia y desde nuestro país. En este proceso, la mayor ganancia ha sido mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que se han visto beneficiados tanto a nivel general, como individualmente, pues esta apertura ha influido tanto en la generación de empleos como en la modernización de la sociedad. A nivel individual, no sólo ha permitido acceder a gran cantidad y variedad de bienes y a precios convenientes, sino también ha abierto las puertas del mundo para el emprendimiento y desarrollo económico. Hoy nuestros empresarios recorren el planeta ofreciendo sus productos y servicios.

En ese contexto, la región Asia Pacífico ha sido fundamental para Chile. Además de contar con acuerdos comerciales con 12 economías de esa región, hemos desarrollado estrechos lazos con dichas economías, en foros como APEC, en la negociación del TPP y del ahora TPP11, y a través de la Alianza del Pacífico, tanto en la negociación con los Candidatos a Estado Asociado (Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Singapur), como mediante el plan de trabajo 2017 –2018 con los países que conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).

Otro ejemplo que evidencia el alto interés de Asia para Chile, es la reciente firma del acuerdo comercial con Indonesia, la mayor economía de ASEAN, que se materializó el 14 de diciembre pasado en Santiago, y que nos permitirá un acceso preferencial a ese gran e importante mercado.

Quisiera destacar también el trabajo de Chile en la planificación temática y logística de APEC 2019. La realización de un año APEC implicará una oportunidad única para mostrar la riqueza cultural, social y geográfica de nuestra economía a todos los miembros del Foro, así como la posibilidad de definir las grandes prioridades y entregables del año APEC Chile 2019.

En los últimos 25 años Chile se ha abierto significativamente al mercado global y en estos años han entrado a formar parte de distintos tratados económicos. El arancel que usan para tasar es objetivamente beneficioso para atraer inversión extranjera e importar productos. ¿Cómo les afectaría la ruptura del TPP?

Tras la salida de Estados Unidos, los once países restantes iniciamos un proceso de diálogo para buscar alternativas respecto al Tratado. Así, luego de varias rondas de negociación, decidimos preservar el contenido del TPP, introduciendo algunos ajustes que nos permitieron alcanzar un nuevo tratado conocido como TPP11. Este acuerdo mantendrá en su integridad el contenido del original, incluidos todos los elementos de acceso a mercados y sus disciplinas relacionadas. No obstante, se acordó una lista de disposiciones suspendidas o de no aplicación entre los 11 países, lista que se entregó en Vietnam (Cumbre de APEC) junto a la Declaración de Ministros. El propósito de los 11 países sería firmar el acuerdo durante el primer trimestre de 2018. Lo anterior será un hito muy relevante en nuestra relación con la región Asia Pacífico.

¿Visualiza Chile la Alianza del Pacifico como uno de sus mayores y más productivos mercados a día de hoy? ¿Conquistar el Mercado de Asia Pacífico es el fin último de esta alianza?

La Alianza del Pacífico es un mecanismo de integración regional conformado por Chile, Colombia, México y Perú.

Entre julio de 2016 y junio de 2017, Chile tuvo la presidencia pro témpore del bloque, período en el cual avanzamos de forma sustantiva, tanto en el trabajo intra Alianza, como en una hoja de ruta concreta con Mercosur para trabajar temas conjuntos (facilitación del comercio, cooperación aduanera, promoción comercial, apoyo a las PYMES, barreras no arancelarias y acumulación de origen, e identificación de posibles cadenas regionales de valor), así como en el acercamiento con Asia Pacífico a través del inicio de negociaciones con los Candidatos a Estado Asociado, que ya comentamos, y el plan de trabajo con ASEAN.

A lo anterior podemos sumar la implementación del Fondo de Capital Emprendedor; una hoja de ruta para la agenda digital; varios avances en materia de integración financiera; el acuerdo para empezar a trabajar un mercado de carbono regional; finalizar los acuerdos para facilitar el comercio de los suplementos alimenticios; así como la implementación de emisión y recepción de certificados de origen digital y certificados fitosanitarios electrónicos. En total nos propusimos 73 objetivos en diferentes áreas como Educación, Innovación, Pymes, Facilitación de Comercio y Género, entre otros.

El acercamiento a la región Asia Pacífico es un objetivo estratégico para el bloque y estamos avanzando de forma concreta en esa dirección.

¿Podría ser México un socio comercial y político en la zona del Pacífico para ustedes?

Con México tenemos relaciones comerciales reguladas desde 1991 cuando se firmó un Acuerdo de Complementación Económica (ACE17), que en 1999 fue reemplazado por un Tratado de Libre Comercio. Durante estos más de 25 años, hemos consolidado tanto nuestras relaciones comerciales como políticas, siendo México un socio estratégico de nuestro país. Junto a México participamos y colaboramos hoy estrechamente en el marco de la Alianza del Pacífico, del Foro APEC, OMC, de OCDE, de las negociaciones del TPP11 y de muchas otras instancias internacionales.

Con la tendencia proteccionista de la Administración Trump y la posible salida de Estados Unidos de NAFTA, o la renegociación pero a nivel bilateral, tal y como parece que sucederá, ¿Qué papel puede jugar en ese escenario el Nafta y las relaciones Chile-USA? ¿Podría Chile beneficiarse de este escenario?

Dado que se trata de un proceso en revisión de parte de sus países integrantes y del cual Chile no participa, prefiero no referirme a este proceso que está en pleno desarrollo. Lo que sí puedo asegurar es que las relaciones bilaterales con EE.UU. han sido siempre muy positivas, con un Acuerdo de Libre Comercio vigente desde hace 14 años, un intercambio comercial creciente, y un positivo desarrollo de la cooperación en un sin número de áreas, que en agosto pasado nos permitieron realizar una evaluación junto a las autoridades del gobierno estadounidense en el marco de la visita del vicepresidente de EE.UU. a Chile, Mike Pence, las cuales confirman este punto.

¿Podría Asia ser la clave del Presidente Trump?

Washington.- “…No hay región en el mundo que pueda cambiar la prosperidad económica y la seguridad de los Estados Unidos como Asia-Pacífico… “. Con esa afirmación comienza el trabajo del Think Tank CSIS, en el que se proponen recomendaciones a la nueva administración Trump. Este espacio de reflexión está considerado el centro de pensamiento más influyente del momento, situado en Washington y con cincuenta años de trayectoria analizando los retos políticos del mundo.
Está encabezado por figuras de primera línea, como la embajadora Charlene Barshefsky, título que recibe por haberse desempeñado como la representante de intercambio comercial de los Estados Unidos entre 1997 y 2001; conocida en el plano internacional como la arquitecta y jefe de las negociaciones con China para entrar en la Organización Mundial de Comercio. Y es actor importante John Hustman Jr., republicano, con una larga trayectoria laboral en cinco administraciones diferentes y ex embajador de Estados Unidos en Singapur y en China.
Este exclusivo grupo de intelectuales ha preparado una lista de recomendaciones de las estrategias económicas que el gobierno de los Estados Unidos debería seguir en la región de Asia-Pacífico, basadas en que Asia será hacia el 2030 el hogar de la mitad de la clase media consumidora del mundo. La demanda de productos, señalan, será mayor que la actual en todo Estados Unidos. El estudio está basado también en la fuerte alianza comercial que América a día de hoy tiene con la región y plantea que el nuevo gobierno estadounidense debería aprovechar esa influencia y perpetuarla pues, de lo contrario, se dejaría abierta la opción a otra potencia que lideraría ese mercado que apunta a convertirse en una de los más apetecibles del mundo. O incluso, dejarle el camino abierto a China para cambiar el liderazgo regional y convertirlo en propio.
El aumento del nacionalismo en algunos países asiáticos, como Japón, es otro reto que de no ser frenado, podría acabar en radicalismos nada deseados. El crecimiento acelerado de la economía china, presenta muchas oportunidades para inversionistas y exportadores, si se aprovecharan las circunstancias, y si el nuevo gobierno de Trump utiliza su influencia, sostienen.
Las recomendaciones que le proponen a la Administración que recién se estrena en el poder, se concretan en ocho. Comenzando por lo que debió ser uno de los planteamientos en el discurso inaugural del Presidente Trump, remarcar la influencia de América en el Pacífico, y la necesidad de robustecer esa presencia y los intercambios con esa región. Así como ratificar el Tratado de libre comercio (TPP), haciendo los ajustes que sean necesarios para su éxito. Explican que la relación entre China y Estados Unidos está desequilibrada, por lo que habría que trabajar en esta debilidad, que daría como resultado una relación de beneficio mutuo. A su vez, responder con fuerza a las prácticas chinas perjudiciales para los intereses estadounidenses.
Para garantizar la prosperidad y la seguridad de Estados Unidos, defienden, hay que seguir siendo el líder tecnológico, por lo que la nueva administración debe trabajar para la internacionalización tecnológica y proteger la propiedad intelectual americana. Por otra parte reconocen que Washington necesita más coherencia en las estrategias y políticas de expansión de la economía, lo que implica mayor transparencia en los acuerdos y las regulaciones.
Hacen énfasis en la necesidad de fortalecer, actualizar y mantener los lazos con los países aliados en Asia y las instituciones que regulan esas relaciones como el Banco de Desarrollo de Asia (ADB) o el Foro de Cooperación Económica del Pacífico (APEC). Paralelamente, el equipo de Trump, subrayan, debería trabajar con el Congreso para reconstruir el apalancamiento y reorganizar las prioridades económicas que serán destinadas a la región de Asia Pacífico, lo que implica revisar las políticas públicas injustas y ajustarlas. Y por último proponen la creación de un equipo efectivo que supervise las agencias involucradas en Asia Pacífico. Para garantizar una cooperación a lo largo del complejo sistema del gobierno americano.
Washington debe trabajar con Beijing en una relación transparente, señalan, donde ambos países vean los frutos de su cooperación. Pero a la vez, señalar dónde Washington pueda exigir y responsabilizar a Beijing, en dónde China socava las normas como la violación de los derechos humanos de los empleados que forman parte activa de esta relación, o la violación de los tratados ambientales. Míster Trump debería entender que una estrategia que demande escoger entre una región u otra fracasaría, dicen. El éxito estaría en revitalizar una estrategia económica y no en eliminarla.
La influencia que Estados Unidos tiene en Asia es crucial para el liderazgo americano en el mundo. El hacer una política exterior de “Primero América” no haría más que cerrar las puertas a la presencia que ha gozado este país, y que le permite influir en otros foros internacionales, a lo largo y ancho del planeta.
Priorizar los intereses de América no tendría por qué implicar sacrificar su presencia internacional. Por el contrario, si el fin último de este nuevo gobierno, que a pocas  horas de tomar posesión parece poner los ideales americanos como su brújula, el timón del barco deberá navegar aguas profundas de muchos mares, pero sin dudas, las aguas de Asia por muy movidas que estén, son económicamente muy atractivas.
Solo en el 2015 las exportaciones de bienes y servicios estadounidenses a Asia fueron de más de 750 billones de dólares, lo que ayudó a mantener unos 3 millones de empleos locales según el estudio.
EEUU podría convertirse en el mayor proveedor de Asia, generando empleos que ayuden a la bonanza económica de esta tierra. América primero debería mantener su posición estratégica de líder en el mundo, para ser verdaderamente Primero América, tal y como el presidente Trump enfatizó en su primer discurso.