INTERREGNUM: El amigo Xi, el rival China. Fernando Delage

El 18 de diciembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó la esperada “Estrategia de Seguridad Nacional” de su administración. En sus 68 páginas, sus redactores—bajo la dirección del asesor de seguridad nacional, el general H. R. McMaster—han intentado una tarea imposible: combinar unas líneas de continuidad con la política exterior de administraciones anteriores, con los mensajes disruptivos del actual inquilino de la Casa Blanca. El resultado obliga a preguntarse por la utilidad del esfuerzo.

La estrategia describe de manera acertada el entorno exterior: “la competencia entre las grandes potencias ha regresado”. “China y Rusia, señala, han comenzado a reafirmar su influencia regional y global (…); están disputando nuestras ventajas geopolíticas y están tratando de cambiar a su favor el orden internacional”. El texto declara a China como un “desafío al poder, la influencia y los intereses de Estados Unidos”. Este hincapié en la naturaleza de su competencia con Pekín sí marca una significativa novedad con respecto a los documentos de otros presidentes. El escepticismo es inevitable, sin embargo, al contrastar lo que se dice con las palabras y las acciones de Trump.

El presidente ha declarado su admiración y amistad con su homólogo chino, Xi Jinping. A veces ha dado a entender que su relación personal con Xi convencerá a este último de la conveniencia de cooperar con Washington, especialmente en relación con Corea del Norte. Pero a los amigos no se les describe como hace la estrategia. Pekín no ha tardado de hecho en reaccionar negativamente a su anuncio. Más discutible es, con todo, que los medios propuestos vayan a facilitar la defensa de los intereses norteamericanos.

Uno de los pilares de la estrategia es el de perseguir la “paz a través de la fortaleza”. Pensar que mediante un aumento del presupuesto de defensa se va a frenar el ascenso de China representa un notable desconocimiento de cómo la República Popular está reforzando su influencia regional, y dotándose de unas capacidades asimétricas que minimizan el margen de maniobra norteamericano en Asia oriental. Igualmente incoherente resulta la política comercial sugerida. El documento no se equivoca al identificar algunos de los problemas que plantea la política económica de un sistema intervencionista como el chino; sin embargo, de poco van a servir las soluciones unilaterales propuestas. Washington podrá imponer sanciones a China, pero Pekín reaccionará con las suyas, perjudicando a los intereses de las grandes compañías norteamericanas. ¿Qué hará entonces Trump? Ya fue un grave error abandonar el TPP. El presidente se arriesga a ahondar aún más el aislamiento de Estados Unidos con su amenazas contra el acuerdo de libre comercio con Corea, contra NAFTA, o contra la OMC, sin que ello deriven en ningún caso ventajas para los exportadores de su país.

El problema de fondo es de credibilidad. El documento habla de una estrategia que se apoya en un “realismo basado en principios”. Pero “realista” no es un adjetivo que pueda atribuirse precisamente a Trump. El texto habla asimismo de “la indispensabilidad de la diplomacia para identificar y ejecutar soluciones”, y de la necesidad de “reforzar nuestra capacidad diplomática”. Y lo afirma el único Estado del planeta que no ha firmado el acuerdo de París sobre cambio climático (sus anteriores “compañeros” en esta categoría, Siria y Nicaragua, ya lo han hecho), y la administración que está desarbolando el departamento de Estado.

Ni hay una estrategia detrás de este documento, ni lo que declara refleja la realidad de este gobierno. La conclusión es que la política exterior de Estados Unidos está en crisis, y continuará estándolo mientras Trump permanezca en la Casa Blanca. Entretanto, lejos de favorecer su objetivo de restaurar una posición de dominio, el presidente está erosionando a gran velocidad la influencia norteamericana; una “oportunidad estratégica” para Pekín, que éste utiliza con notable habilidad.

Paulina Nazal: “La Región Asia Pacífico, fundamental para Chile”

Entrevista a Paulina Nazal, directora general de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- A principios de enero de este año fueron consultados Morgan Stanley, JP Morgan Chase y BTG Pactual acerca de cuáles serían las naciones donde la inversión y el clima político sería favorable para la economía, y su respuesta fue que Chile se posicionaría entre los mejores países emergentes para invertir en el 2017, y que los activos chilenos serían menos vulnerables a las políticas de Donald Trump.

Cerrando el año, coincidimos con esta opinión e incluso nos atrevemos a ir más allá y afirmar que desde Santiago se están desarrollando políticas económicas inspiradas en aprovechar la interesante posición geográfica que tienen, lo que sabiamente les ha llevado a mirar hacia Asia Pacífico sin olvidarse de sus vecinos. Fue precisamente esto lo que nos llevó a entrevistar a Paulina Nazal, directora general de Relaciones Económicas Internacionales (DIRECON) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

La zona Asia-Pacífico está adquiriendo un protagonismo y un dinamismo económico que está cambiando las relaciones internacionales y los equilibrios económicos. ¿Qué papel puede jugar Chile en este fenómeno? ¿Y cuál debería idealmente para ustedes jugar?

La política de apertura comercial, impulsada por Chile desde la vuelta a la democracia en 1990, ha favorecido el crecimiento económico, dinamizado el comercio y aumentado los flujos de inversión directa hacia y desde nuestro país. En este proceso, la mayor ganancia ha sido mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que se han visto beneficiados tanto a nivel general, como individualmente, pues esta apertura ha influido tanto en la generación de empleos como en la modernización de la sociedad. A nivel individual, no sólo ha permitido acceder a gran cantidad y variedad de bienes y a precios convenientes, sino también ha abierto las puertas del mundo para el emprendimiento y desarrollo económico. Hoy nuestros empresarios recorren el planeta ofreciendo sus productos y servicios.

En ese contexto, la región Asia Pacífico ha sido fundamental para Chile. Además de contar con acuerdos comerciales con 12 economías de esa región, hemos desarrollado estrechos lazos con dichas economías, en foros como APEC, en la negociación del TPP y del ahora TPP11, y a través de la Alianza del Pacífico, tanto en la negociación con los Candidatos a Estado Asociado (Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Singapur), como mediante el plan de trabajo 2017 –2018 con los países que conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).

Otro ejemplo que evidencia el alto interés de Asia para Chile, es la reciente firma del acuerdo comercial con Indonesia, la mayor economía de ASEAN, que se materializó el 14 de diciembre pasado en Santiago, y que nos permitirá un acceso preferencial a ese gran e importante mercado.

Quisiera destacar también el trabajo de Chile en la planificación temática y logística de APEC 2019. La realización de un año APEC implicará una oportunidad única para mostrar la riqueza cultural, social y geográfica de nuestra economía a todos los miembros del Foro, así como la posibilidad de definir las grandes prioridades y entregables del año APEC Chile 2019.

En los últimos 25 años Chile se ha abierto significativamente al mercado global y en estos años han entrado a formar parte de distintos tratados económicos. El arancel que usan para tasar es objetivamente beneficioso para atraer inversión extranjera e importar productos. ¿Cómo les afectaría la ruptura del TPP?

Tras la salida de Estados Unidos, los once países restantes iniciamos un proceso de diálogo para buscar alternativas respecto al Tratado. Así, luego de varias rondas de negociación, decidimos preservar el contenido del TPP, introduciendo algunos ajustes que nos permitieron alcanzar un nuevo tratado conocido como TPP11. Este acuerdo mantendrá en su integridad el contenido del original, incluidos todos los elementos de acceso a mercados y sus disciplinas relacionadas. No obstante, se acordó una lista de disposiciones suspendidas o de no aplicación entre los 11 países, lista que se entregó en Vietnam (Cumbre de APEC) junto a la Declaración de Ministros. El propósito de los 11 países sería firmar el acuerdo durante el primer trimestre de 2018. Lo anterior será un hito muy relevante en nuestra relación con la región Asia Pacífico.

¿Visualiza Chile la Alianza del Pacifico como uno de sus mayores y más productivos mercados a día de hoy? ¿Conquistar el Mercado de Asia Pacífico es el fin último de esta alianza?

La Alianza del Pacífico es un mecanismo de integración regional conformado por Chile, Colombia, México y Perú.

Entre julio de 2016 y junio de 2017, Chile tuvo la presidencia pro témpore del bloque, período en el cual avanzamos de forma sustantiva, tanto en el trabajo intra Alianza, como en una hoja de ruta concreta con Mercosur para trabajar temas conjuntos (facilitación del comercio, cooperación aduanera, promoción comercial, apoyo a las PYMES, barreras no arancelarias y acumulación de origen, e identificación de posibles cadenas regionales de valor), así como en el acercamiento con Asia Pacífico a través del inicio de negociaciones con los Candidatos a Estado Asociado, que ya comentamos, y el plan de trabajo con ASEAN.

A lo anterior podemos sumar la implementación del Fondo de Capital Emprendedor; una hoja de ruta para la agenda digital; varios avances en materia de integración financiera; el acuerdo para empezar a trabajar un mercado de carbono regional; finalizar los acuerdos para facilitar el comercio de los suplementos alimenticios; así como la implementación de emisión y recepción de certificados de origen digital y certificados fitosanitarios electrónicos. En total nos propusimos 73 objetivos en diferentes áreas como Educación, Innovación, Pymes, Facilitación de Comercio y Género, entre otros.

El acercamiento a la región Asia Pacífico es un objetivo estratégico para el bloque y estamos avanzando de forma concreta en esa dirección.

¿Podría ser México un socio comercial y político en la zona del Pacífico para ustedes?

Con México tenemos relaciones comerciales reguladas desde 1991 cuando se firmó un Acuerdo de Complementación Económica (ACE17), que en 1999 fue reemplazado por un Tratado de Libre Comercio. Durante estos más de 25 años, hemos consolidado tanto nuestras relaciones comerciales como políticas, siendo México un socio estratégico de nuestro país. Junto a México participamos y colaboramos hoy estrechamente en el marco de la Alianza del Pacífico, del Foro APEC, OMC, de OCDE, de las negociaciones del TPP11 y de muchas otras instancias internacionales.

Con la tendencia proteccionista de la Administración Trump y la posible salida de Estados Unidos de NAFTA, o la renegociación pero a nivel bilateral, tal y como parece que sucederá, ¿Qué papel puede jugar en ese escenario el Nafta y las relaciones Chile-USA? ¿Podría Chile beneficiarse de este escenario?

Dado que se trata de un proceso en revisión de parte de sus países integrantes y del cual Chile no participa, prefiero no referirme a este proceso que está en pleno desarrollo. Lo que sí puedo asegurar es que las relaciones bilaterales con EE.UU. han sido siempre muy positivas, con un Acuerdo de Libre Comercio vigente desde hace 14 años, un intercambio comercial creciente, y un positivo desarrollo de la cooperación en un sin número de áreas, que en agosto pasado nos permitieron realizar una evaluación junto a las autoridades del gobierno estadounidense en el marco de la visita del vicepresidente de EE.UU. a Chile, Mike Pence, las cuales confirman este punto.

INTERREGNUM: Europa y Japón. Fernando Delage

“La cuestión fundamental de nuestro tiempo—dijo el presidente Trump en Varsovia el pasado 6 de julio—es si Occidente tiene la voluntad de sobrevivir”. Se desconoce si era una pregunta retórica por su parte, pero recordaba aquello que decía Toynbee de que las grandes civilizaciones mueren por suicidio más que por asesinato. Por primera vez desde la segunda posguerra mundial, las amenazas al orden liberal proceden tanto de los enemigos internos como de los externos. Y si alguien no está defendiendo los valores de la Ilustración que han definido Occidente es el propio Trump.

Afortunadamente, otros líderes no se han cruzado de brazos. Y nada simboliza mejor esa respuesta que el acuerdo de libre comercio concluido entre la Unión Europea y Japón en vísperas de la reunión del G20 en Hamburgo. Dos economías que suman 600 millones de personas y representan un tercio del PIB global y un 40 por cien del comercio mundial, se han unido frente al giro proteccionista de la administración norteamericana. Sus implicaciones, no obstante, van mucho más allá.

Como señalaron las autoridades europeas y japonesas, es un acuerdo asimismo sobre “los valores compartidos en los que se basan nuestras sociedades”, la democracia y el Estado de Derecho, y una demostración de la voluntad política de ambas partes de actuar contra la corriente de aislacionismo y desintegración que otros parecen defender. “No hay protección en el proteccionismo”, dijo el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

Tras el abandono del TPP y del TTIP, Tokio y Bruselas se han visto obligados a defender por su cuenta un orden internacional basado en reglas, que establezca altos estándares (laborales, medioambientales, transparencia…) que también obliguen a las economías emergentes. Para Japón, el acuerdo con la UE implica que esos estándares deberán formar parte de toda negociación que Washington quiera emprender con Tokio. También puede facilitar, como desea Japón, una renegociación del TPP sin Estados Unidos, y elevar la ambición de la Asociación Económica Regional Integral (RCEP) que negocian 16 economías asiáticas. Para Europa, un acuerdo que sucede al recientemente concluido con Canadá (CETA), expresa su compromiso con la liberalización comercial tras el Brexit y las incertidumbres acerca de la actitud de la administración Trump sobre el proyecto europeo.

En último término, el acuerdo representa de hecho un significativo desafío a Estados Unidos. Los productos europeos accederán al mercado japonés en unas condiciones que no tendrán los norteamericanos y, de manera más que simbólica, se pone en evidencia el creciente aislamiento internacional del presidente Trump. El pacto entre Japón y la Unión Europea consolida la idea de que los acuerdos comerciales no pueden ser simples arreglos bilaterales sobre determinados productos o tarifas. Los derechos de los trabajadores, la reciprocidad en los contratos públicos o la defensa de la propiedad intelectual son, entre otros, asuntos que ya no pueden quedar al margen de los mismos. Con el precedente creado por Bruselas y Tokio, será inviable para la administración Trump mantener su preferencia por un enfoque bilateral.

China podría conseguirlo con el beneplácito de Trump. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- El Pacífico es el océano más extenso del planeta, una región que incluye unas 25.000 islas y costas de unos 52 Estados cuyos usos, tradiciones y recursos naturales han moldeado el sistema económico regional. Y a pesar de las profundas diferencias y desigualdades entre países tan opuestos como Australia y Camboya, la necesidad de impulsar sus economías ha permitido el establecimiento de un variado grupo de asociaciones que promueven los intercambios comerciales y facilitan la inclusión de economías menos competitivas en el juego.

Fue esta idea la que impulsó la creación del hoy agónico TPP, al que China no pierde de vista mientras sugiere opciones alternativas como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) y la Asociación de Libre Comercio para el Asia- Pacífico (FTAAP).

La exclusión de China del TPP tuvo una razón lógica: dejar al gigante asiático fuera para evitar que se hicieran con el dominio regional. Y mientras se llevaban a cabo las conversaciones para materializar el TPP, Beijín creaba alternativas de las que ellos pudieran formar parte y sobre todo liderar. El TPP fue pensado para ayudar a las economías, razón por la cual facilitaba el crecimiento de sus miembros, a pesar de su tamaño; y se regían por los derechos de los trabajadores reconocidos por la Organización Internacional del Trabajador, lo que fundamentalmente se traduce en protección a los trabajadores y persecución a la corrupción. Este marco legal incomoda al gobierno chino, pues su modo de operar dista mucho de estas formalidades y funciona en un marco de amplios beneficios propios con limitadas restricciones.

Los acuerdos comerciales modernos en la región asiática comenzaron en la década de los 60. La Asociación de Naciones del Sudoeste Asiático (ASEAN por sus siglas en ingles), que cuenta con diez miembros, fue de las primeros en establecerse. El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) es actualmente la organización que cuenta con más de 20 países junto con la Asociación de Libre Comercio para el Asia- Pacífico (FTAAP), que fue concebida bajo la cumbre de la APEC en Lima el año pasado, y tiene una ambiciosa meta que consiste en conectar las economías del Pacífico desde China a Chile, incluyendo a los Estados Unidos.

De acuerdo con China Daily la razón por la que se consiguió firmar el FTAAP fue debido a las previsiones de crecimiento publicadas por la Organización Mundial del Comercio para el 2016, que no se cumplieron, pues fue un año difícil para la economía y sobre todo para los intercambios, lo que hizo que se redujeran las previsiones hechas para el 2017. De entrar en vigencia, aunque fuese solo con las 21 economías que firmaron, se convertiría en la zona de intercambios más grande del planeta, con el 57% de la economía mundial, lo que representaría casi la mitad de los intercambios internacionales.

La Asociación Económica Integral Regional (RCEP), por su parte, es un acuerdo de libre comercio que incluye a China, India, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda junto con los países de la ASEAN (Filipinas, Indonesia, Tailandia, Brunei, Malasia, Singapur, Vietnam, Laos, Myanmar y Camboya). De entrar en vigor este bloque económico representaría alrededor del 30% de la economía y un cuarto de las exportaciones del mundo. A pesar de que el origen de RCEP es del 2012, no se ha logrado concretar aún. China respalda esta iniciativa y ha abogado por su aprobación, sin embargo, Deborah Elms, Directora Ejecutiva del Centro de Intercambios de Asia sostiene que la razón por la que todos los países del ASEAN están dentro es porque fueron arrastrados a participar por el hecho de que se les abría un nuevo mercado de oportunidades con los 6 grandes (China, India, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda) con los que no tienen acuerdos comerciales.

En este momento todas las opciones están en la mesa. Sin TPP y con un Trump sin interés en asumir el rol de líder en Asia, mientras Xi Jinping sigue acumulando riqueza y mayor liderazgo internacional, da la impresión de que la desesperación del abandono puede cobrar su precio. Beijín apuesta por dos vías estratégicas: La Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y la Asociación de Libre Comercio para el Asia – Pacífico (FTAAP), la segunda más ambiciosa que liberaría más de la mitad de los intercambios comerciales llevados a cabo a día de hoy. En ambos casos, China estaría a la cabeza y contrariamente a lo que afirmó Obama siendo presidente, China escribirá las reglas del comercio mundial, lo que se traduce en mayor crecimiento de su economía y mayor influencia internacional.

Chile juega cada vez más en el Pacífico. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- Chile es un país con una posición geoestratégica compleja, que a su vez es lo que le da su gran potencial. Cuenta con más de 6.400 km de costa al Pacífico, más la zona económica exclusiva hasta la plataforma continental de Isla de Pascua que abarca 17.751.351 Km2. Isla de Pascua se encuentra en uno de los vértices del triángulo de la Polinesia en el Pacífico Sur, lo que la convierte en una de las islas pobladas más aisladas del planeta. Esta singularidad geográfica le ha permitido a Chile desarrollar su economía basada en el uso de sus recursos naturales, y, aprovechando su ubicación, se mantiene conectado con Argentina, Bolivia y Perú por fronteras terrestres, siendo un acceso al mercado de América Latina. Por la fachada al Pacífico, sus extensas fronteras marítimas, es por donde Chile está a día de hoy enfocando sus esfuerzos para potenciar sus relaciones de intercambio comercial.

Chile tiene una economía muy abierta. Esta apertura comenzó hace unos veinticinco años en los que han negociado múltiples acuerdos bilaterales y han formado parte de diferentes alianzas o acuerdos económicos que han ayudado significativamente al crecimiento de su economía. El arancel efectivo que cobran es menor del 1%, lo que hace más eficiente el sistema, pues los consumidores pagan fundamentalmente por el valor de los productos que consumen y no por las tasas impuestas a los mismos.

El TPP es sin duda uno de los grandes logros de la económica chilena. Así que, como los otros miembros de este acuerdo, están buscando formas de mantenerlo a flote, sabiendo que tan ambicioso bloque (hasta antes de que Trump se saliera del mismo, suponía el 40% de la economía mundial), puede ser muy provechoso para los chilenos, por lo que auspiciaron en marzo un encuentro de los miembros del TPP, al que también asistieron Corea del Sur y China, que según su propia versión, asistió como observador. China por su parte, está siempre atento a cómo y dónde puede introducirse, y a falta del liderazgo estadounidense está jugando su rol de líder internacional con mucha astucia. Y Corea del Sur, a pesar de no ser miembro del TPP, está preocupado por hacerse con más aliados en caso de que Míster Trump decida dejarlos a la deriva.

La directora del Ministerio de Relaciones Exteriores chileno expresó en una entrevista el gran interés que tiene Chile en Japón, por ejemplo, ya que lo ven como un potencial socio. Chile compra mucha tecnología japonesa, y hasta hace poco tenían muchas restricciones en los convenios de importación y exportación, así como con Vietnam y Malasia. El gobierno chileno ve muy provechoso exportar fruta y salmón a Japón, puesto que es un gran mercado. Tokio, en su afán por mantener vivo el TPP y convertirse en un país clave en este bloque, le insiste a Santiago en que todos los acuerdos se hagan bajo el paraguas del TPP y no en acuerdos bilaterales.

La alianza del Pacífico es uno de los organismos que en sus 6 años de creación más han aportado al desarrollo de la economía chilena. Este bloque, en el que participan también Perú, Colombia y México, sólo en 2016 consiguió liberar el 92% del comercio entre estos cuatro países, según el Ministerio de Relaciones Exteriores chileno. A pesar de que este grupo únicamente represente el 2,3% de la economía mundial, aporta beneficios a las economías de sus miembros.

Entre los años 2010-2015 el crecimiento promedio del comercio bilateral entre Chile y la Asociación de Naciones del Sudoeste asiático (por sus siglas en inglés ASEAN) fue del 5%, de acuerdo al Banco Central chileno. Con Asia Pacífico mantiene una relación activa, pero económicamente todavía no representa un porcentaje significativo en la su economía. Sin embargo, la presidenta chilena Michelle Bachelet ha dedicado tiempo a afianzar las relaciones con el Pacífico. Incluso a nivel militar Chile ha participado en ejercicios bilaterales y multilaterales con fuerzas navales asiáticas del Pacífico occidental, así como hacen regularmente maniobras con las flotas francesas del Pacífico. Paralelamente mantiene acuerdos de cooperación con Nueva Zelanda y una cercana relación con Australia, que incluye un acuerdo de libre comercio.

Las inversiones chilenas en el exterior en orden de importancia se concentran en Brasil, representando el 26,1% del total, seguido por Colombia con el 18,7%. En tercer lugar se encuentra Argentina con el 17,8%, seguido por Perú, cuyas inversiones chilenas representan el 14,8 del total en el exterior, dejando en quinto lugar a Estados Unidos (según el departamento chileno de inversiones en el exterior).

Chile cuenta con una democracia afianzada, un liderazgo regional consolidado y un organismo de promoción económica bien articulado con representantes en sus embajadas, desde las que hacen un trabajo activo de fomento de sus inversiones. Al aspecto diplomático también le sacan provecho, siendo anfitriones de diferentes foros internacionales que les ayuda a destacar su posición global. Así lo harán en 2019 con la cumbre de la APEC, otra prueba de su interés en la región de Asia Pacífico. No cabe duda de que Santiago está apostando por una estrategia más diversificada. Ya tienen una presencia destacada en América del Sur, e incluso en Europa aunque en menor medida. Lo que están trabajando ahora es consolidar su papel en el Pacífico apoyando un renacimiento del TPP que podría continuar bajo otro nombre e incluso liderado por otros miembros.

INTERREGNUM: Reinventar el TPP. Por Fernando Delage

En un contexto marcado por el desafío nuclear norcoreano y las tensiones en la periferia marítima china puede resultar comprensible que se preste menos atención al escenario geoeconómico asiático. Sin embargo, también en este frente se reproduce la competencia entre los grandes Estados de la región. Japón, en particular, con un activismo desconocido hasta la llegada de Abe al gobierno, está proponiendo nuevas ideas tras el abandono del Acuerdo Transpacífico (TPP) por la administración Trump.

El giro norteamericano ha elevado el protagonismo del Acuerdo Económico Regional Integral (RCEP) como principal iniciativa global a favor del libre comercio en la actualidad. Al incluir a 16 Estados que representan la mitad de la población mundial, más de la cuarta parte de las exportaciones y casi el 30 por cien del PIB del planeta, su potencial es considerable. Integra, además, a varias de las economías de mayor crecimiento de los últimos años. Pero, al contrario de lo que con frecuencia suele mantenerse, no se trata de una iniciativa “de China” articulada frente al TPP que lideraba Washington. Estados Unidos, es cierto, no participa, pero su origen—en 2011—, partió de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), con el objetivo de consolidar en un único marco los cinco acuerdos de libre comercio mantenidos por la organización con sus socios externos (China, Japón, India, Corea del Sur y Australia-Nueva Zelanda).

Es obvio que ni Japón ni India van a aceptar sin más las demandas chinas en un proceso de carácter multilateral. Pekín quiere acelerarlo para concluir el acuerdo antes de finales de año, con una agenda mínima de liberalización comercial. Japón—ésta es su primera propuesta—quiere, por el contrario, mantener abiertas las negociaciones para ampliar su contenido y dar forma a un pacto de “alta calidad” que incluya algunas de las cuestiones que incluía el TPP, como propiedad intelectual, contratación pública o normas medioambientales. El RCEP revela así la competencia entre dos modelos opuestos—el de China y el de Japón—sobre la estructura económica regional.

Japón acaba de sugerir una segunda propuesta: relanzar el TPP sin Estados Unidos. Fue el propio primer ministro, Shinzo Abe, quien aseguró hace unos meses que, sin Washington, el acuerdo carecía de sentido. No obstante, considera ahora que, dados sus potenciales beneficios, puede merecer la pena intentar rehacerlo. Tokio puede reforzar sus relaciones con distintos socios asiáticos, de Australia a Vietnam; mantener vivo un discurso a favor de la adopción de normas más ambiciosas en la región y, así, aumentar la presión para elevar los estándares contemplados originalmente por el RCPE; o, incluso, intentar atraer a Estados Unidos a un esquema multilateral.

Quizá este último objetivo no sea tan ilusorio, aunque resulte dudosa la viabilidad de recuperar el TPP. El interés compartido de las economías asiáticas por el libre comercio y por un marco regional puede neutralizar la intención del presidente Trump de defender los intereses de su país mediante acuerdos bilaterales. Mientras exista una alternativa regional, sus pretensiones no parecen tener mucho sentido. Quizá Abe se haya adelantado al intuir que, tarde o temprano, Estados Unidos dará marcha atrás para no quedarse al margen de la reconfiguración económica de Asia. ¿Se incorporará Washington un día al RCEP? ¿Decidirá reinventar el TPP bajo otro nombre? Seguiremos atentos a los acontecimientos.

El mundo está de cabeza

Washington.- Cuando en el 2015 Obama firmo el acuerdo de París, para los ecologistas y para los que creemos que tenemos una responsabilidad con el planeta que habitamos, nos dió la impresión de estar entrando a una nueva etapa de mayor conciencia, pues finalmente Estados Unidos se sumaba a la lista de las naciones que regularían la emisión de gases para intentar prevenir el calentamiento global.

Pero la era verde duró poco. El martes pasado, el presidente Trump, en su afán por acabar cualquier legado de su predecesor ha desmantelado la política ambiental de la Administración anterior con la Orden Ejecutiva de Independencia Energética. Rodeado de un grupo de mineros del carbón, Trump ha dejado claro una vez más que su prioridad es hacer que la economía florezca y recuperar puestos de trabajo, al precio que sea. Mientras tanto, China parece estar aprovechando este vacío que está dejando el primer país del mundo para hacerse con el protagonismo verde del planeta.

El histórico acuerdo de París compromete a los gobiernos a diversificar sus combustibles más allá de los fósiles, para intentar contener el aumento de la temperatura global. Razón por la que la comunidad científica está preocupada, porque esta nueva orden de Trump es una negación del cambio climático y claramente una nueva línea directiva de esta administración. Y Estados Unidos, junto con China, son los mayores contaminantes del planeta, con el 40% de la responsabilidad de la emisión del mundo. En otoño pasado la ratificación del acuerdo de París por ambos países fue un hito histórico en la lucha climática, que para entonces lideraba Estados Unidos, al que China se había sumado.

Para China asumir el compromiso del acuerdo de París representa un esfuerzo significativo, pues su economía está desarrollada en base al carbón, por lo que cambiar esa dependencia les costará mucho tiempo y dinero. De momento, están trabajando para reducir el 20% del uso de combustibles fósiles para llegar a las emisiones permitidas en 2030. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la polución es el mayor riesgo ambiental mundial para la salud y “sigue aumentando a un ritmo alarmante”. La polución en China es tan grave que constituye la principal causa de muertes prematuras por enfermedades cardiovasculares y respiratorias.

El gobierno chino aparentemente no solo está tomando muy en serio sus compromisos con el calentamiento global, sino también un nuevo rol de protagonismo mundial que le permite figurar más en el escenario internacional.

Parece que la irreverencia y particularidad del gobierno de Trump, muy a pesar de sus múltiples afirmaciones contra China, están favoreciendo el crecimiento del protagonismo internacional del dragón rojo, que empezó en la esfera estrictamente económica con la negación de Washington a formar parte del TPP, lo que otorga sutilmente a Pekín su participación; y sigue en el panorama, en el que el Estado socialista parece también estar oportunamente aprovechando el cambio de dirección de Trump para acercarse a Europa.

El comisario europeo para el Clima y la Energía, Miguel Arias Cañete, lamentó a finales de la semana pasada en Beijing la postura de la nueva Administración estadounidense, pero a la vez afirmó que China y la Unión Europea deben mostrar un liderazgo conjunto en materia climática e impulsarán la batalla global contra el cambio climático. Para Europa es clave contar con China, por un lado, por ser el mayor contaminante del planeta, pero, por otro lado, contar con el apoyo de otra economía grande, y que mejor que la segunda del planeta, para que la agenda de París llegue a materializarse. Sin perder de vista que Europa ve en China un mercado con un potencial inagotable.

Si algo caracteriza a China es estar atenta a las oportunidades para convertirse en el proveedor bien sea de productos, de mano de obra muy económica, o de ceder espacios a negocios que quieran instalarse en su tierra, con una flexibilidad sin competencia, pues el gobierno, con un solo partido, puede ajustar su legislación para favorecer la entrada de empresas. Todo a cambio de dinero, lo que los ha convertido en el capitalismo más salvaje del planeta.

El mundo parece estar de cabeza. El presidente de Estados Unidos decide seguir un camino no ecológico para favorecer el empleo en la industria del carbón, pero el Washington Post afirmó que los dueños de las plantas de carbón están cambiando al uso del gas natural y otras plantas están cerrando. Según el Departamento de Energía estadounidense, desde el 2006 el uso del carbón ha caído en un 53% y el uso de gas natural ha aumentado un 33%. Sin embargo, el presidente Trump prefiere retroceder en los acuerdos verde y liberar a las industrias de sus obligaciones con el medio ambiente, si con ello podría generar nuevos empleos.

Mientras Estados Unidos se cierra a los tratados económicos multilaterales, los países del Pacífico miran con esperanza a China como una especie de salvavidas al TPP. En cuanto a los acuerdos ambientales, la Unión Europea apuesta por convertir a China en su aliado para sacar adelante el acuerdo de París. Y mientras tanto Xi Jinping aprovecha cada aparición internacional para jugar su carta de salvador de las locuras de Trump y catapultar a China como la nueva primera nación del planeta. ¡A rey muerto, rey puesto!

Lo siento, pero Trump también puede cargarse el Nafta

Hemos tardado varias generaciones en convencer a los latinoamericanos de que abandonen sus absurdas teorías sobre la sustitución de importaciones y sería una pena echar ahora a perder todo el esfuerzo.

Tiene razón el columnista del Financial Times Philip Stevens: lo malo de Trump es que no podemos hacer como si no existiera. ¿Cómo convivir con un gobernante que desprecia el sistema de alianzas que ha vertebrado la comunidad internacional desde 1945? Algunos líderes, como Vladimir Putin o Xi Jinping, se disponen a ocupar al vacío de poder creado por la retirada americana. Otros, como Theresa May, reservan el primer vuelo libre a Washington para rendirle pleitesía: Londres nunca ha mostrado el menor inconveniente en sacrificar un poco de dignidad a cambio de seguir siendo relevante.

El presentador de la televisión holandesa Arjen Lubach coincide en que lo más prudente es tener a la Casa Blanca de tu parte. Ha elaborado un vídeo que arranca con las imágenes de Trump vociferando delante del Capitolio: “¡A partir de ahora, América será lo primero!” A continuación, Lubach explica que los holandeses le van a encantar al presidente: construyen diques de separación, organizan fiestas racistas y tienen una legislación ideal para evadir impuestos. “No nos importa que América sea lo primero”, concluye, “pero ¿no podría ser Holanda lo segundo?”

Les diré: no me parece una mala solución, aunque los españoles lo tenemos algo más difícil. Estoy suscrito a Quora, una red social cuyos miembros se consultan dudas, como quién ha sido el mejor general de la historia, qué guerra causó más muertes o por qué no disparan al capitán América por debajo del escudo. Una de las últimas preguntas es reveladora a la par que inquietante: “¿Son blancos los españoles de España?” Está claro que el Alto Comisionado para la Marca España tiene ante sí una ímproba tarea.

Pero merece la pena. Estoy convencido como Stevens de que Europa debe ser la Grecia de la Roma estadounidense y contribuir a moderar los desmanes del inexperto e intemperante nuevo emperador, aunque de momento no ofrezca el menor signo de contención. Ya ha arrojado al basurero de la historia el Acuerdo Transpacífico, ha dado instrucciones para que levanten el muro con México y ahora amenaza con acabar con el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (Nafta). ¿Será capaz?

Por lo que he averiguado en internet, ninguna traba legal lo impide. Únicamente debe activar el artículo 2205 (¿se imaginan el mamotreto?), que especifica que las partes podrán “abandonar este acuerdo seis meses después de comunicarlo por escrito”. “Es sencillísimo matarlo”, dice Barry Appleton, un abogado canadiense.

¿Y no tendrá nada que opinar el Congreso? Al parecer, no. La dirección de la política exterior corresponde al presidente. Lo establece la Constitución y lo ratifica la jurisprudencia: Jimmy Carter revocó un pacto de defensa con Taiwan en 1979 y George W. Bush otro antimisiles en 2001, y las correspondientes demandas que los legisladores interpusieron ante el Supremo fueron rechazadas.

Ahora bien, hasta el propio Trump es consciente de que no se puede desmantelar así como así un tratado que lleva dos décadas en vigor y que ha inducido a muchas empresas a descomponer su cadena de valor: compran la materia prima en un sitio, la ensamblan en otro y distribuyen el producto por todo el planeta. “Hemos desplegado una inmensa red […] y estaríamos interfiriendo en ella”, explica el profesor de Harvard Robert Lawrence. “Sería un suicidio”.

“Tras los atentados del 11-S sellamos las fronteras con Canadá y México y, al cabo de una semana, las plantas de automóviles de Michigan empezaron a parar por falta de componentes”, dice Rob Scott, del Economic Policy Institute.

Y el think tank Journalist’s Resource añade que “en 2009 Estados Unidos quiso defender el empleo de sus conductores impidiendo la circulación de camiones hispanos y México subió los aranceles de docenas de artículos elaborados en estados cuyos representantes habían apoyado la prohibición, desde champú a árboles de Navidad. Washington rectificó en 2011”. Los autores de este informe reconocen que el Nafta ha beneficiado sobre todo a México, cuya renta ha mejorado el 1,31% frente al magro 0,08% de Estados Unidos, pero ¿no impulsa eso a su vez la demanda de mercancías estadounidenses?

Hemos tardado varias generaciones en convencer a los latinoamericanos de que abandonen sus absurdas teorías sobre la autarquía y la sustitución de importaciones y sería una pena que Trump echara ahora a perder todo el esfuerzo. ¿Podremos pararle los pies? No lo sé, pero si América va a ser lo primero y Holanda lo segundo, deberíamos ir pensando en pedirnos los terceros o los cuartos.

¿Una gran oportunidad para China?

Washington.- El aislacionismo que Estados Unidos está experimentando, a tan solo una semana de la instalación del nuevo gobierno, una cesión de espacios que rápidamente buscan ser llenados. En su primer lunes en el Despacho Oval, la firma de decretos presidenciales no se ha hecho esperar. Entre ellos, uno de los más temidos, y anunciados, el bloqueo del Tratado de Asociación del Transpacífico (TPP). Paradójicamente, China puede ser el mayor beneficiado de esta nueva política exterior estadounidense.

En este turbio panorama internacional, los miembros del TPP intentan salvarlo al precio que sea y China juega su mejor carta. En el marco del Foro Económico Mundial en Suiza, el presidente chino Xi Jinping evoca la urgencia que tiene el mundo de decirle no al proteccionismo, y la importancia de defender el libre comercio, como quien quiere darle esperanzas al mundo frente a las decisiones de Trump. Da la sensación que los líderes de estos dos imperios económicos han intercambiado sus roles.

Japón fue el primer país de la decena demiembros del TPP en ratificar el tratado. Y no ha ocultado su preocupación por que no siga adelante. Desde su primer encuentro informal con el presidente Trump, en noviembre pasado, especialistas han expresado lo ambicioso de este acuerdo, pues suponía el 40% de la economía mundial. Y han apostado en hacerle ver a la nueva Administración lo estratégico de que Estados Unidos no pierda influencia en la zona, basados en la incertidumbre que han dejado los últimos reportes de que Kim Jong Un está preparando una prueba más de un misil balístico intercontinental. A lo que el presidente Trump en su tono personal contestó en twitter “No pasará”.

A menos que Míster Trump cambie su particular manera de gobernar a través de las aplicaciones de su móvil, el efecto en el líder norcoreano podría ser de estímulo de su osadía y de querer demostrar de lo que son capaces. A pesar del hermetismo de este país, se sabe que tienen poco o nada que perder, mientras que sí tienen un ego exacerbado, que utilizan como arma de control político y sumisión social.

Mientras el presidente Trump define al TPP como potencial desastre, el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, ha estado reuniéndose con los primeros ministros de Nueva Zelanda, (con el que ha hecho un comunicado conjunto la semana pasada en el que fomentan la entrada de China), Singapur y Japón, para no dejar morir la idea. Tal como dijo el asesor más cercano de Abe, Joshihide Suga, aún tenemos tiempo, pues la fecha para ratificación del TPP es 2018.

En respuesta a las acusaciones del gobierno americano a China y Japón, de mantener prácticas comerciales injustas para compañías estadounidenses, el aumento del nacionalismo japonés parece ser la mejor respuesta. Algunos medios japoneses empiezan a decir que el país nipón debería prepararse para tomar la seguridad de la nación por sus propias manos, por lo que se debería empezar a fabricar armas y equipos militares. A día de hoy, Japón paga más de la mitad del costo de mantener 50.000 soldados americanos en bases japonesas, según Suga.

China, por su parte, ha prohibido la exportación de equipamiento militar, componentes para desarrollar misiles nucleares, softwares y submarinos a Pyongyang. Esta medida deja claro que China entiende que para hacerse con más poder debe jugar bajo las reglas de la ONU. Bloquear a Corea del Norte le deja mostrarse como un posible líder comprometido con la paz y la solidaridad con sus vecinos, quienes ahora necesitan de China para poder hacer efectivo el TPP.

La hipotética idea de que China firme el TPP sería una gran ironía, pues la razón que llevó a Estados Unidos a apoyar esta iniciativa fue precisamente frenar el crecimiento tan abrupto de esta economía. O, en palabras del veterano republicano John McCain, “La decisión de Trump de salir del TPP ofrece a China la oportunidad de reescribir las reglas económicas en detrimento de nuestros trabajadores”. ¡La diplomacia de Trump no hace más que sorprendernos y esto sólo acaba de comenzar!

Interregnum: Improvisación vs estrategia

Lejos de acabarse, la Historia se acelera en nuestros días, anticipando un mundo muy diferente del conocido en las últimas décadas. Pero mientras unos demuestran una enorme prisa por desmantelar prácticas e instituciones, y firman órdenes y decretos sin pensar en sus consecuencias, otros continúan construyendo paso a paso un orden a su favor. Tal es la diferencia entre quienes actúan movidos por reacciones impulsivas, y quienes avanzan en la ejecución de una estrategia diseñada a largo plazo; lo que separa, por ejemplo, al presidente de Estados Unidos de los líderes chinos.
Como prometió, Trump ha hecho oficial el abandono del Acuerdo Transpacífico (TPP) por parte norteamericana, una medida que—pese a su anuncio previo—ha provocado el estupor de sus aliados en Asia. Al mismo tiempo, el secretario de Estado, Rex Tillerson, declaró durante su confirmación ante el Senado que no se permitirá a China el acceso a las islas del mar de China Meridional. Si alguien no daba crédito y pensaba que se trataba de un error—lo dijo sin notas delante y tras cinco horas de comparecencia—, el jefe de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, corrigió las dudas al reiterar el mismo mensaje pocos días después.
La confrontación con China, de manera paralela a un acercamiento a Moscú, se revela como una idea fija del presidente Trump. Pero decisiones y declaraciones de este tipo revelan un profundo desconocimiento de las realidades de la región. Alguien tan poco sospechoso de antiamericanismo—y tan buen conocedor de la dinámica geopolítica en curso—como el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, ya advirtió el año pasado que la renuncia al TPP supondría el fin de la influencia norteamericana en Asia. Después de cinco años de esfuerzos diplomáticos, Washington no sólo renuncia a un instrumento que le hubiera asegurado un papel decisivo en el centro de gravedad económico del planeta, sino que ha dañado la credibilidad de Estados Unidos entre sus socios de manera quizá irreversible. Aun calibrando otras opciones, los Estados asiáticos se verán ahora obligados a orientarse hacia la economía china, facilitando a Pekín la consolidación del espacio que ambiciona como potencia central en el continente.
Impedir a China, por otra parte, las tareas de construcción en las islas Spratly o su acceso a las mismas, es algo que Washington solo puede hacer mediante un bloqueo y el potencial uso de la fuerza. Lo que sería, al tratarse de aguas internacionales, un acto de guerra. La aparente renuncia por parte de la administración Trump a la política de “una sola China”, y la declarada intención de dotar a la armada de Estados Unidos con un total de 350 buques (frente a los 272 actuales), tampoco son medidas orientadas a crear un clima de estabilidad.
¿Es así como espera Trump obtener una posición de fuerza desde la que negociar con Pekín? El nuevo inquilino de la Casa Blanca parece ignorar que hay asuntos sobre los que los líderes chinos jamás cederán, por lo que puede provocar una grave espiral de tensión. No faltarán las interpretaciones sobre un juego sutil por parte de Trump, quien buscaría despistar sobre sus últimas intenciones, pero recordemos que Sun Tzu era chino, no americano. Mientras Trump y sus asesores se verán obligados a adaptar sus pretensiones a la realidad, Pekín seguirá avanzando conforme a su plan. Si en Davos el presidente Xi Jinping asumió el manto del liderazgo de la globalización, abandonado por Estados Unidos, sólo unos días antes—el 11 de enero—hizo público Pekín el primer Libro Blanco sobre su estrategia de seguridad en Asia. Washington interpreta—correctamente—que la transformación del equilibrio económico y geopolítico en la región no le resulta favorable. Pero, más que frenar estas fuerzas, Trump puede ahora acelerarlas.